Las autoridades peruanas realizaron este martes un balance de los efectos del intenso periodo de lluvias e indicaron que han fallecido 50 peruanos y hay más de 20.000 viviendas afectadas desde inicios de año en la costa norte del Pacífico y en la capital Lima.
El ministro de Defensa, Jorge Chávez, añadió en una rueda de prensa que otras 48 personas resultaron heridas y cinco más siguen aún desaparecidas. Las lluvias -que ya estaban presentes en enero, pero que se han intensificado desde fines de febrero por la presencia del ciclón Yaku- han provocado más de 7.200 damnificados.
Las autoridades también calculan que hay 1.303 casas destruidas y 1.578 viviendas inhabitables. Este martes, más de 500 camiones llenos de pollos, carne, frutas y verduras quedaron varados frente a un puente clave que fue destruido el fin de semanas por las lluvias en la región Ancash. Otras ciudades del norte peruano seguían inundadas y los vecinos rescataron lo que podían ingresando a sus casas llenas de fango.
Según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú, las inundaciones son impulsadas por el ciclón Yaku, un inusual fenómeno presente frente a las costas de Perú y Ecuador.
Casi la totalidad de afectados son personas pobres, de acuerdo a las autoridades. En el caso de Lima, el único río que comenzó a devorar casas construidas en su ribera fue el Chillón, ubicado en la zona norte, y uno de los tres que cruzan desde los Andes hasta el Pacífico a la capital peruana.
En Lima, una de las afectadas era Avelina Pagueña, de 31 años y madre de dos, quien luchó contra el río Chillón para rescatar su cama, colchón y otros enseres que compró con su trabajo eventual de recicladora de objetos en desuso. El río arrasó en la víspera con su casa de madera y de otras 30 familias asentadas junto a la orilla del río, en una zona donde no hay agua potable ni desagüe.
Los afectados en la capital cargaban en carretas sus refrigeradoras, cocinas a gas o camas y las colocaban en una zona llena de arbustos a varios metros de la ribera del río. Otros no tenían carretas y cargaban sus propiedades sobre sus espaldas, jadeando y en silencio. En la mudanza forzada participaban muchos niños, varios en edad escolar quienes están inscritos en las escuelas públicas que han postergado el inicio de clases por una semana debido a las lluvias.
Pagueña dijo a The Associated Press que llegó a vivir junto al río en 2020 después de iniciada la pandemia y luego de que el gobierno de esa época decretara un encierro forzado de más de 100 días para evitar la expansión del virus, que diezmó la débil economía de millones que no pudieron trabajar en un país donde el 73% labora de manera informal.
“No teníamos con qué pagar lo que era el alquiler, que ya nos salía caro, por eso nos vinimos a meter por acá”, dijo la mujer mirando el río cuyas aguas turbulentas sonaban con fuerza. Y, luego, con una amarga sonrisa añadió: “La vida es dura... Otros pueden decir, ‘eso les pasa por meterse allí, sabían que era imposible vivir allí’, pero nadie sabe la necesidad de otros”.