Estos últimos meses han sido difíciles para el Kremlin y su avance de la invasión a Ucrania: la pérdida de territorios ocupados en el noreste y el sur del país se tradujeron en el adelanto de los referendos en territorios ocupados en el Donbás, y una “escalada verbal” por parte del mismo Presidente Vladimir Putin. “Si la integridad territorial de nuestro país se ve amenazada, sin duda utilizaremos todos los medios a nuestro alcance para proteger a Rusia y a nuestro pueblo”, dijo el líder del Kremlin un poco después de que se anunciasen las votaciones en los territorios ocupados por el ejército ruso.

En esa misma dirección, Putin llegó a mencionar los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial, asegurando que los Estados Unidos habían “creado un precedente”. Un poco después, el mismo líder checheno y aliado de Putin, Ramzan Kadyrov, sugirió que Rusia estaría considerando usar “armas nucleares de bajo alcance”, aunque a los días el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, aseguró que no había ese tipo de consideraciones, además de las que ya pertenecen a la doctrina militar rusa: se permite el despliegue de armas nucleares si el territorio es golpeado primero, o si la misma existencia del Estado esta en riesgo.

Según indican expertos consultados por New York Times, Rusia estaría hoy descubriendo algo que los Estados Unidos concluyeron hace años: “las armas nucleares pequeñas son difíciles de usar, aún más difíciles de controlar, y un arma más indicada para el terror y la intimidación, que como arma de guerra”.

Un oficial con una bandera rusa en su uniforme hace guardia cerca de la central nuclear de Zaporiyia, Ucrania. Foto: Reuters.

Oficiales norteamericanos consultados por el medio señalaron que, en una primera instancia, el uso de estas “armas nucleares tácticas” sería un intento desesperado por parte del Kremlin para detener la contraofensiva ucraniana, amenazando con volver ciertas partes del país inhabitables. Pero de todos modos, por sus costos estratégicos, coinciden en que el riesgo de que se desplieguen armas nucleares es muy bajo.

En esta instancia, cabe separar lo que son las armas nucleares tácticas de las “estratégicas”. Durante la crisis de los misiles, en los años sesenta, la amenaza tenía relación con armas estratégicas, lo suficientemente poderosas para borrar ciudades del mapa, a miles de kilómetros de cualquier campo de batalla.

Por el momento, lo que se discute sobre Ucrania tiene que ver con las llamadas armas “tácticas”, hechas para el campo de batalla y diseñadas para destruir objetivos en áreas especificas. De todos modos, muchas de estas bombas son más poderosas que la que cayó en Hiroshima, cuyo alcance equivalía a 20 kilotones de dinamita. “En general, los misiles nucleares de tipo táctico, hechos para el campo de batalla, tienen un rango de alcance de entre 1 a 50 kilotones de dinamita, lo que devastaría áreas de dos millas cuadradas (5 kilómetros cuadrados)”, contó el General Sir Richard Barrons, ex director del Comando de Fuerzas Conjuntas del Reino Unido, en una entrevista a la BBC este lunes.

El submarino nuclear ruso Príncipe Vladimir, en la base naval de Gazhiyevo, en Rusia. Foto: AP.

Según señalan los analistas, el objetivo de un ataque de este tipo podría ser tanto una base militar ucraniana, como alguna pequeña ciudad. Tanto la destrucción provocada como la radiación persistente que resulte de esto depende de factores que van desde el tamaño del arma hasta el viento que corra el día del ataque. Ahora bien, una explosión nuclear “pequeña” podría causar cientos de muertes, volviendo una base o el centro de una ciudad inhabitable por años.

Los riesgos que de todos modos correría Putin, en caso de usar armas nucleares, son desde luego más grandes que la potencial ventaja que correría. Su país se volvería aún más un “paria internacional”, y Occidente intentaría capitalizar cualquier detonación atómica, para así intentar que China, India y otros países que siguen comprando gas y petróleo ruso dejen de hacerlo.

El otro problema para Rusia serían los vientos preponderantes, que podrían traer de vuelta la radiación a territorio propio. De hecho, eso es lo que pasó con el accidente de Chernobyl en 1986: en ese momento, los vientos predominantes soplaban desde el sur y el sudeste, transportando nubes de desechos radioactivos en su mayoría a Bielorrusia y Rusia, y menos cantidad de desechos que llegaron especialmente a Suecia y Dinamarca.

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, mira a través de binoculares los ejercicios militares entre las fuerzas de Rusia y Bielorrusia, en la región de Nizhny Novgorod. Foto: AP.

Las posibilidades de una respuesta post ataque nuclear ruso son altas: el mes pasado, el asesor de seguridad nacional de Joe Biden, Jake Sullivan, aseguró que cualquier ataque de este tipo tendría “consecuencias catastróficas” para Moscú. Así mismo, declaró que el gobierno norteamericano ya le ha dicho en conversaciones privadas al Kremlin los modos en que reaccionaría.

El domingo, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió sobre “consecuencias graves para Rusia”. Entre estas, el ex director de la CIA y general de la marina estadounidense, David Petraeus, consideró la posibilidad de un ataque militar convencional a la flota rusa en el mar Negro. Ahora bien, los oficiales de países de Occidente se han mantenido más bien vagos en cuanto a las amenazas de respuestas contra un ataque de Putin a Ucrania, un país que aún no es miembro de la OTAN.

Las amenazas de Putin de usar armas nucleares, por otro lado, no son nuevas: la primera vez que se habló de estas durante sus gobiernos fue en 2014, en medio de la invasión rusa a Crimea. En 2015, el presidente también amenazó a los barcos de guerra daneses con una destrucción nuclear, si Dinamarca se unía al sistema de la OTAN para defenderse de ataques con misiles. Y aun a finales de febrero de este año, Putin ordenó a sus fuerzas nucleares para ponerse en estado de alerta, aunque según señala New York Times, no hay evidencia de que eso haya pasado.

Según el Instituto para el Estudio de la Guerra, en Washington D.C., la apuesta nuclear es muy riesgosa para Moscú, y no le ayudaría mucho a Putin para conseguir los primeros objetivos de su guerra. “Lo mejor que puede conseguir Rusia sería congelar las líneas en los distintos frentes, dejándolas en su posición actual y permitiendo al Kremlin preservar el territorio ocupado en Ucrania”, concluyó la institución.