Álvaro Alarcón representa el momento en que ingresará a la plaza de toros de Las Ventas de Madrid para su desafío final como “novillero” o aprendiz de torero.

El joven de 24 años ha estado entrenando en el campo polvoriento a las afueras de la capital española, y su traje ceñido, delicadamente tejido con cuentas y bordados dorados, ha regresado del sastre. Si puede triunfar esta última vez, será considerado para el rango más alto de “matador”, toreros que se enfrentan a bestias que pesan más de media tonelada.

“Desde que te levantas hasta que te acuestas, e incluso cuando estás dormido, estás soñando con lo que quieres hacer en la plaza de toros”, dijo. “Ser torero es una forma de vida”.

La muerte de la tauromaquia española ha sido declarada muchas veces, pero el número de corridas en el país está en su nivel más alto en siete años, y los jóvenes son la presencia más constante a medida que los grupos mayores de espectadores se van.

Un domingo por la tarde, Alarcón debe matar dos novillos clavándoles una espada en los omoplatos, perforándoles las aortas a los animales. Es vitoreado por cientos de niños y adolescentes entre las 8.700 personas que acuden a verlo desde las gradas. En una era de opciones de entretenimiento casi ilimitadas, es una declaración seria.

Un toro joven de Fuente Ymbro corre durante una corrida en la plaza de toros de Las Ventas en Madrid, España, el domingo 26 de marzo de 2023. Foto: AP

Ahora es firmemente un interés minoritario. Algo menos del 2% de los españoles asistieron a una corrida de toros en la temporada 2021-22, según estadísticas del Ministerio de Cultura, pero entre ellos los adolescentes de 15 a 19 años fueron el grupo más numeroso. Los mayores de 75 años eran los menos propensos a asistir.

El Comité de los Derechos del Niño de la ONU instó a España en 2018 a prohibir la participación de niños en las corridas de toros para protegerlos de la “exposición a la violencia”. Hasta ahora, la llamada ha tenido poco efecto.

Si bien las corridas de toros no están cerca de atraer a las multitudes de hace medio siglo, siguen siendo un símbolo importante, aunque divisivo, de la identidad española en las regiones central y sur del país. Las audiencias son más pequeñas, argumentan los fanáticos, pero más comprometidas.

Miriam Cabas es una torera de 21 años de la región sur de Andalucía y una de las 250 mujeres registradas como profesionales en España. Ella ha visto cambiar el perfil de las multitudes desde que era una niña en las gradas. “Es cierto que ha disminuido la tauromaquia”, admitió. “Pero ahora mismo percibo que la juventud está en auge y la gente tiene muchas ganas de conocer y de ir a los ruedos”.

Para algunos jóvenes de derecha, asociarse con orgullo a símbolos de la España tradicional, como lucir los colores de la bandera en pulseras y polos, o asistir a corridas de toros, se ha puesto de moda.

África Calderón García, de 20 años, es costurera de un sastre madrileño que elabora el intrincado “traje de luces” que los toreros usan en el ruedo. Creció asistiendo a las corridas de toros con su abuela y continuará con la tradición, aunque se considera alguien que se preocupa profundamente por los animales.

El torero francés Yon Lamothe se prepara para actuar con el rancho Fuente Ymbro lidiando con toros pequeños en la plaza de toros de Las Ventas en Madrid, España, el domingo 26 de marzo de 2023. Foto: AP

“Es una forma de arte; es la cultura española”, dijo. “La gente no es consciente de todo el trabajo que hay detrás y de lo bien cuidados que están los animales”, añadió, citando un argumento común entre los grupos pro-tauromaquia de que la raza toro bravo vive una existencia bien alimentada al aire libre hasta que entran en la plaza de toros.

Los jóvenes fanáticos estaban indignados por el intento del gobierno el año pasado de excluir las corridas de toros de un subsidio de 400 euros (US$436) otorgado a jóvenes de 18 años para gastar en actividades culturales. Un caso legal presentado por una asociación taurina terminó en el Tribunal Supremo de España, que falló en contra de la coalición de izquierda que actualmente gobierna el país.

El argumento legal exitoso se basó en el hecho de que las corridas de toros están protegidas como patrimonio cultural en España por una legislación aprobada hace una década para garantizar su supervivencia. “Mientras esté en vigor esta ley, la tauromaquia estará protegida en España, aunque está legalizado el maltrato animal”, dijo Yolanda Morales, portavoz del Partido Animalista de España, en un video reciente en las redes sociales.

Desde la década de 1970, las otrora icónicas plazas de toros cerraron en Barcelona, Benidorm y Santa Cruz de Tenerife, y reabrieron como centros comerciales, centros culturales e incluso discotecas.

Pero para Antonio López Fuentes, un maestro sastre y jefe de Calderón García, la acción del gobierno fue solo el último intento de proscribir una práctica que reyes, papas y gobernantes moros han tratado de erradicar durante los últimos mil años. “Ellos (los jóvenes) piensan: ‘Si están tratando de prohibirme algo, lo voy a hacer’”, dijo.

Los riesgos siguen siendo tan altos como siempre. En la última noche de Alarcón como novillero, fue corneado por un toro y quedó con tres costillas rotas. Después de la cirugía, envió un mensaje de texto: “Volveré al ring muy pronto”.

Pero Alarcón creció en una familia que no tenía ningún interés en las corridas de toros, con padres que se horrorizaron cuando quiso ingresar a una escuela para aprender la práctica cuando era adolescente. “Me encantaban las motos y todo lo relacionado con los deportes extremos”, dijo a AP. “Nunca había visto un toro hasta que vi un documental sobre las corridas de toros a los 13 años y descubrí esta hermosa profesión”.

Más allá de los propios toreros, la industria emplea a miles de ganaderos, además de organizadores y promotores de eventos, e incluso críticos taurinos que aún escriben informes de los eventos en prestigiosos periódicos nacionales. “Álvaro Alarcón se llevó dos toretes con combustible e ímpetu”, decía un reciente reportaje del diario El País, que señalaba que Alarcón fue premiado con una oreja cercenada de un toro derribado.