En las disputadas y controvertidas elecciones del año 2000 entre George W. Bush y Al Gore, Florida se transformó en el lugar que decidió los comicios a favor del candidato republicano. El recuento de votos se judicializó y se extendió por semanas, no sin polémica. Desde entonces, el “estado del sol” se transformó en símbolo de los “swing states”, las zonas de Estados Unidos que cambian de color político elección tras elección.
Desde las elecciones de 1988 en adelante, apenas 21 estados han mantenido su preferencia electoral por el mismo partido político. Todo el resto no ha repetido ese patrón y ha variado su votación por el Partido Demócrata o el Partido Republicano según cada caso. Así, como los comicios en EE.UU. son indirectos y no gana necesariamente quien obtiene más votos, en cada proceso hay un puñado de lugares que inclinan la balanza y que son determinantes.
En esta ocasión no será Florida el estado que decidirá los comicios, ni tampoco Nevada ni Ohio, conocidos como “estados predictores”. Esos dos lugares han votado por el ganador de los comicios desde 1980 en adelante, con la excepción de Nevada en 2016 (ese año ahí ganó Hillary Clinton) y Ohio en 2020 (se impuso Donald Trump pero Joe Biden fue electo Presidente).
De acuerdo con los analistas y los medios estadounidenses, la contienda del próximo martes podría definirse en siete estados: Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Nevada, Pennsylvania y Wisconsin. Para acceder a la Casa Blanca, el candidato ganador debe conseguir al menos 270 votos electorales, por lo que sí o sí tiene que sumar el mayor número de “swing states” a su favor.
Esta vez, el gran premio es Pennsylvania, que reparte 19 votos electorales. Desde 1992 este estado ha votado demócrata, a excepción de 2016, cuando se decantó por Trump. Perder Pennsylvania haría mucho más difícil una victoria a nivel nacional, pues requeriría de una combinación compleja en los otros estados en disputa para nivelar la carrera. Fue lo que ocurrió en 2000 y 2004, años en que Bush perdió en Pennsylvania, aunque ganó la elección general.
Los expertos estiman que este estado del noreste funciona como un termómetro electoral, ya que de alguna manera adelanta el cómo podrían votar los electores de los barrios obreros y de las ciudades de menor tamaño en estados como Michigan y Wisconsin. A su vez, Filadelfia -la ciudad más grande de Pennsylvania-, tiene un voto afroamericano muy importante que puede dar señales de cómo podría ser la votación en estados como Carolina del Norte y Georgia.
Algo similar a lo ocurrido en Pennsylvania en 2016 tuvo lugar en Wisconsin (10), demócrata desde 1988. De acuerdo con la revista Time, Hillary Clinton estaba tan confiada en que Wisconsin apoyaría a los demócratas que no visitó ese estado, lo que le costó muy caro. Otra lección para el Partido Demócrata esa vez se concretó en Michigan, que había votado demócrata desde 1992, pero que en 2016 le dio la espalda a Clinton.
Según The New York Times, Trump está arriba en la intención de voto en dos de los siete “estados bisagra” (Arizona y Georgia), mientras que Kamala Harris lidera en otros dos (Wisconsin y Michigan), aunque en todos los casos por un margen no mayor a dos puntos porcentuales. En los otros tres figuran empatados. Sin embargo, de acuerdo con el sitio de encuestas Real Clear Politics, el candidato republicano está arriba en todos los estados clave, a excepción de Michigan (15).
En el caso de Carolina del Norte (16) -que ha votado por el Partido Republicano desde 1980 en adelante, con la sola excepción de 2008, año en que apoyó a Barack Obama- si Trump llegara a perder ahí podría quedar herido de muerte. Lo mismo en Georgia (16), que ha respaldado a los republicanos desde 1996, aunque en la última elección de 2020 apoyó a Biden. El otro caso de estudio es Arizona (11), un estado conservador, pero que respaldó a los demócratas en 1996 y 2020.
De rojo a azul
Que un estado pase de rojo a azul, es decir, de republicano a demócrata -o viceversa- depende de una serie de factores. En ese sentido, no hay mayores patrones ni lógicas. No obstante, sí existen ciertas estadísticas que podrían dar luces de lo que podría ocurrir esta vez. De acuerdo con el sitio USA Facts, en las elecciones de 2020, en siete estados hubo una diferencia de apenas tres puntos porcentuales o menos. Esos estados fueron Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Michigan, Nevada, Pennsylvania y Wisconsin. Es decir, los mismos siete estados clave de ahora. A excepción de Carolina del Norte, en todos esos lugares se impuso Joe Biden.
Según los analistas, en los años en que los Presidentes postulan a la reelección, la mayoría de los estados no suele modificar su color. Sin embargo, desde 1992 en todos los comicios se han registrado cambios inesperados. Además, la actual elección es atípica, ya que Biden tuvo que renunciar a la reelección por motivos de salud, mientras que en caso de ser electo Trump solo podrá estar cuatro años en la Casa Blanca.
De las últimas ocho elecciones, la de 1992 -cuando resultó electo el demócrata Bill Clinton- es la que ha registrado más estados que han cambiado de preferencia. En esa ocasión, Clinton se impuso a George H. Bush al ganar en 22 estados que en 1988 votaron por el Partido Republicano. La elección de 1992 supuso una transformación en el mapa electoral estadounidense, con estados que desde entonces cambiaron a azul (demócrata), como California y Maryland. También ha sido la única desde 1968 en adelante que Montana votó demócrata.
Además de Nevada y Ohio como “estados predictores”, desde las controvertidas elecciones de 2000, otros tres lugares han sido “bisagra”: Colorado, Florida y Virginia. Aunque ninguno de estos estados figura ahora como “estados péndulo”, han sido clave al apuntar al ganador en prácticamente todas las elecciones. En el caso de Colorado, el estado votó por quien resultó electo en las últimas seis elecciones, a excepción de 2020. En el caso de Florida, solo en 2020 no coincidió con el ganador, mientras que Virginia no apuntó al triunfador en 2016.