Cuando los terremotos azotaron una franja de Turquía y Siria el lunes por la mañana, Jihan Bayram salió corriendo de su casa en pijama a un estacionamiento en la ciudad siria de Alepo, donde se reunió una multitud.
Las madres calentaban a sus bebés en mantas en el aire helado de la noche. “Pensé que íbamos a morir”, dijo Bayram, de 33 años, una profesora que vivió en Alepo durante una década de guerra civil.
“Alepo ha sufrido mucho”, comentó. “Es como si estuviéramos de vuelta en una crisis profunda”.
Dos poderosos terremotos y sus réplicas devastaron una sección del norte de Siria, marcada por la batalla, que ya se estaba recuperando de la guerra, un éxodo masivo de su gente y una crisis económica devastadora. El norte de Siria alberga a millones de personas desplazadas por la larga guerra civil del país, incluidos casi dos millones de personas que viven en campamentos improvisados, más de la mitad de los cuales son niños.
Más de 800 personas en Siria murieron a causa de los terremotos, dijeron las autoridades sanitarias. Se esperaba que las cifras de víctimas aumentaran, ya que muchas personas seguían desaparecidas y las líneas de comunicación habían resultado dañadas en los terremotos y muchas áreas estaban fuera del alcance de las organizaciones de ayuda y las autoridades.
“La escena en Alepo es aterradora”, aseguró Zaher Tahhan, otro residente. Dijo que la gente tenía demasiado miedo de volver a entrar en sus propias casas por temor al colapso. “Se siente como el día del juicio final”.
Alepo fue una vez la ciudad más grande de Siria y sigue siendo su corazón cultural, pero fue devastada por la guerra. Durante años fue un bastión de la resistencia, y la reconquista de la ciudad por parte de las fuerzas gubernamentales en 2016 marcó un punto de inflexión en la guerra. Sin embargo, Alepo permanece en ruinas, con milicias deambulando por las calles y una actividad económica formal limitada.
Los días previos al terremoto hubo fuertes lluvias y nieve en el norte de Siria, lo que hizo que los residentes fueran aún más vulnerables a un desastre natural, dijo Madevi Sun-Suon, portavoz de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas en Turquía.
“Esto significa un desastre para un área que ya ha sufrido”, afirmó.
Los almacenes sufrieron daños y los hospitales se vieron abrumados, dijeron los residentes de Alepo. Los ciudadanos se reunían en parques, patios de escuelas y patios frente a mezquitas e iglesias, lo que abría sus puertas a las familias desplazadas.
Las operaciones de respuesta a desastres se complican por las divisiones dentro del país en áreas controladas por el Presidente sirio Bashar al-Assad y áreas bajo control de la oposición. Con poca ayuda de las autoridades, Bayram, la profesora, señaló que los residentes estaban cavando en busca de sobrevivientes entre los escombros con sus manos en Alepo.
Ammar Alselmo, un voluntario de la organización de Defensa Civil Siria conocida como Cascos Blancos, dijo que su grupo registró el derrumbe de más de 150 edificios en áreas del noroeste fuera del control del gobierno y documentó 400 muertos y 2.000 heridos.
Las áreas más afectadas en Siria estaban cerca de la frontera con Turquía, donde las personas desplazadas vivían en viviendas mal construidas, edificadas para albergar temporalmente a miles de familias. Dijo que la fragmentación del país ralentizó los esfuerzos de rescate, ya que ninguna autoridad estaba equipada o era capaz de responder de manera eficiente.
“Las divisiones en Siria han debilitado al país para responder a las crisis. Incluso en Alepo, han sido principalmente civiles los que han rescatado a personas de debajo de los escombros”, dijo Alselmo.
El terremoto golpeó a Idlib, el último bastión rebelde del país, con especial dureza. La provincia noroccidental está dominada por un grupo militante, Hayat Tahrir al-Sham, que ha buscado el reconocimiento internacional como actor político en el futuro de Siria, pero varias potencias internacionales, incluidos Estados Unidos, Turquía y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo etiquetan como organización terrorista. Idlib es desesperadamente pobre y alberga a millones de personas desplazadas. El aislamiento político de la provincia hace que su respuesta al desastre dependa de organizaciones benéficas que han liderado los esfuerzos de defensa civil durante la guerra.
Los Cascos Blancos, que dirigían las operaciones de rescate en las áreas de oposición, dijeron que al menos 380 personas habían muerto y más de 1.000 habían resultado heridas en el noroeste de Siria, particularmente en Idlib y sus alrededores y el campo de Alepo. Más de 133 edificios se derrumbaron por completo y 272 quedaron parcialmente destruidos, detalló el grupo.
Los medios estatales sirios señalaron que el gobierno había enviado suministros de emergencia a las provincias más afectadas bajo el control del gobierno: Alepo, Lattakia, Hama y Tartous. El Ministerio de Salud dijo que al menos 326 personas habían muerto en esas provincias.
Incluso antes de los terremotos, los sirios luchaban contra la quizás peor crisis económica desde que estalló la guerra civil hace más de una década, marcada por el colapso de la moneda, los precios altísimos y la escasez de combustible. Los hospitales se estaban quedando sin suministros. La ONU dijo el mes pasado que 15 millones de los 22 millones de habitantes de Siria necesitaban ayuda humanitaria.
Las sanciones internacionales dirigidas a áreas bajo el control de Assad han empeorado una profunda crisis económica en Alepo, donde la infraestructura se ha deteriorado bajo las restricciones económicas.
El Consejo Noruego para los Refugiados (NRC), un grupo de ayuda, dijo que el terremoto golpeó a los sirios en el peor momento posible, durante una tormenta de invierno y en una crisis del costo de vida sin precedentes.
“Millones ya se han visto obligados a huir por la guerra en la región en general y ahora muchos más serán desplazados por el desastre”, dijo Carsten Hansen, director regional de Medio Oriente de NRC.