Emmanuel Macron es el cuarto Presidente francés desde la Segunda Guerra Mundial que ha pasado por las aulas de la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), símbolo de la formación de altos funcionarios galos. Sin embargo, podría ser el último. Los exmandatarios François Hollande, Jacques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing pasaron previamente por la misma institución educacional que desaparecerá, según anunció Macron a fines de abril, como parte de su batería de medidas para calmar el descontento de los "chalecos amarillos". Incluso, el actual primer ministro, Édouard Philippe, es un enarca, como se les dice a los exalumnos en la ENA.
El gobierno provisional del General Charles de Gaulle (1944-1946) creó esta escuela en 1945, con el objetivo de garantizar una mayor meritocracia entre los altos funcionarios públicos y para combatir la cooptación y el nepotismo que reinaba en la administración superior. Sin embargo, el objetivo de la ENA en la actualidad, está muy lejos de lo que fue.
"Si queremos construir una sociedad con igualdad de oportunidades y excelencia nacional, debemos restablecer las reglas de contratación, carreras y el acceso a los niveles superiores de la administración pública", decía el discurso que Macron debía anunciar el 15 de abril, el mismo día en que se quemó Notre Dame, y que fue obtenido por Le Figaro. "Es por eso que cambiaremos el sistema de capacitación, selección y desarrollo profesional al suprimir la ENA y otras instituciones", se leía en el texto. Al final el discurso se reemplazó por una conferencia de prensa el 25 de abril.
"Privilegiados"
Con el tiempo, la idea inicial de atraer distintas personas de toda Francia para que estudiaran en la ENA, con sede en Estrasburgo, y de diversificar el perfil de quienes ejercieran altos cargos públicos se fue diluyendo. Hoy la institución es considerada el símbolo del elitismo y sus egresados son etiquetados como desconectados del "mundo real".
"En mi opinión, esta medida está dirigida principalmente a mostrar la voluntad del Ejecutivo de abordar los 'tabúes'. Al hacerlo, se alimenta un discurso antifuncionarios públicos, y, en particular, antienarcas, lo que equivale a decir que los enarcas son privilegiados y que no cumplen satisfactoriamente sus misiones", comenta a La Tercera David Guilbaud, un exalumno de la ENA y autor del libro La ilusión meritocrática. "Nadie cree que la eliminación de ENA ayudaría a responder a la crisis social en el país", añade.
Estudios han demostrado que quienes acceden a la ENA son cada vez más miembros de familias ricas, en general con vínculos anteriores a la escuela, pese a que se supone que el examen de ingreso está abierto a todos. La clasificación final permite a los 15 primeros de cada generación acceder a los "grandes cuerpos del Estado".
Para Guilbaud, el proyecto original de ENA "sigue siendo válido. La verdadera cuestión no es la supresión sino la reforma", sostiene.
En respuesta a Macron, el director de ENA, Patrick Gérard, señaló que sus alumnos "no son ni adoctrinados, ni viven fuera de la realidad". Pero sí reconoció que se debe mejorar "el acceso a la universidad de personas con recursos modestos".