El presidente venezolano, Nicolás Maduro, manifestó que espera instalar en agosto en México un diálogo con todos los sectores de la oposición de su país, que podría contar con la participación de representantes de los gobiernos de otros países, entre ellos Estados Unidos.
“Aspiro en el mes de agosto, temprano, poder instalar en México con la ayuda del gobierno de Noruega y posiblemente la participación de gobiernos del mundo... entre ellos Estados Unidos”, dijo Maduro en una entrevista difundida por la cadena regional Telesur, fundada hace 16 años y que financia el gobierno venezolano.
Se “pudiera instalar en México una mesa de diálogo, negociación, paz y reconciliación con todas las oposiciones”, destacó sin mencionar directamente al grupo que encabeza el líder opositor Juan Guaidó.
“Estamos a punto ya” de instalar una mesa de negociación, indicó, destacando la labor de Noruega, que sirve de enlace entre los sectores en pugna en el país. “Del 1 al 10, pudiéramos decir que hemos llegado al 9”, agregó, sin dar más detalles sobre las eventuales reuniones en la capital mexicana.
En un tono conciliador, Maduro resaltó que entre los temas a discutir figura “una agenda de recuperación de Venezuela, una agenda de reencuentro, para que ellos ahí renuncien por escrito y de palabra vida a la violencia, al llamado al intervencionismo (extranjero), a las guarimba (bloqueo de calles), al intento de magnicidio” y juntos, “en una sola voz, exijamos el levantamiento de todas las sanciones y que se devuelva el oro, el oro que nos tienen secuestrado; que se devuelvan, que se devuelvan las cuentas” gubernamentales que se encuentran congeladas en la banca internacional”.
Washington congeló todos los activos del gobierno venezolano en Estados Unidos y prohibió a los estadounidenses hacer negocios con Caracas para presionar a Maduro a dejar el poder. El gobernante venezolano, por su parte, rompió relaciones con Estados Unidos en el 2019, argumentando que Washington impulsa planes para desestabilizar su gobierno y derrocarlo.
En anteriores declaraciones, Maduro había dicho que como paso previo al diálogo, sus adversarios debían aceptar varias condiciones, entre ellas una renuncia expresa a la violencia.
Maduro además ha exigido que se reconozca su legitimidad como presidente y la de sus aliados en una nueva Asamblea Nacional, de mayoría oficialista, electa en diciembre de 2020 en unos comicios que fueron boicoteados por los principales partidos de oposición por considerar que no existían condiciones para elecciones libres y democráticas.
El mandatario socialista también ha dicho que todas las eventuales reuniones deben ser abiertas al público y a la prensa.
Guaidó, que en el pasado se había mostrado desconfiado a iniciar un acercamiento con Maduro, el 11 de mayo pareció ceder y tomó la iniciativa de invocar el diálogo.
El líder opositor propuso entonces un “Acuerdo de Salvación Nacional”, que implicaría negociaciones con el gobierno y sus aliados locales, organizaciones de oposición y la comunidad internacional.
Guaidó —en contraste con la exigencia de Maduro sobre las sanciones— planteó la conveniencia de levantarlas gradualmente como incentivo para llegar a un acuerdo.
Guaidó, en su condición de presidente de la pasada Asamblea Nacional, se declaró presidente interino de Venezuela en enero de 2019, argumentando que Maduro fue reelegido casi ocho meses antes en unos comicios fraudulentos. Varias decenas de países, entre ellos Estados Unidos, reconocen a Guaidó como gobernante legítimo de Venezuela.
Iniciativas previas de llegar a un acuerdo se fueron descarrilando una tras otra, entre ellas una promovida por Noruega. Esas negociaciones se truncaron en agosto de 2019, luego que Maduro ordenó el retiro de sus delegados en rechazo al endurecimiento de las sanciones que entonces le impuso Washington.