Instalados en sillas de campamento alrededor de una hoguera con vista al Parlamento, manifestantes somnolientos dicen estar más decididos que nunca a defender su “libertad” ante las restricciones sanitarias contra el Covid-19 vigentes, tras casi dos semanas de ocupar la capital de Canadá, Ottawa.
Las calles alrededor de la sede del Poder Legislativo federal canadiense en Ottawa están cerradas. En lugar de fluir el tránsito, se instalaron cientos de camiones con banderas canadienses y pancartas en contra del gobierno de Justin Trudeau, que incluso se vislumbran en los ventanales de los edificios.
Las protestas, que estallaron a finales de enero, comenzaron con la obligación de vacunarse contra el coronavirus para camioneros que deban cruzar la frontera entre Canadá y Estados Unidos.
Pero los manifestantes han planteado exigencias más amplias en medio del hartazgo de buena parte de la sociedad canadiense. La provincia francófona de Québec, como otras de Canadá, instauró en 2021 severas restricciones contra el coronavirus, siendo incluso una de las regiones que vivió más días de confinamiento en el mundo.
“Estoy acá para recuperar mi vida, para que todo el mundo recupere su vida”, explicó Sébastien Beaudoin, un quebequés que creció en Calgary.
Sentada alrededor del fuego, Sophie Leblanc llegó a Ottawa desde Québec para apoyar al movimiento y hacer oír su frustración.
“No estoy vacunada, no quiero un código QR y quiero ser capaz de hacer mis compras”, dijo la mujer de 38 años, que perdió su empleo como camarera en medio de la pandemia y se “recicló” en el sector forestal.
“Desde hace dos años, todo el mundo está muerto, no tenemos el derecho de ver a nuestras familias, nuestros amigos, a nadie”, se quejó, a propósito de las largas cuarentenas impuestas en Québec desde el comienzo de la pandemia.
“Excesos del gobierno”
No obstante, los protagonistas de las manifestaciones son los camioneros, que han pasado diez días tocando bocinas día y noche para hacerse oír, y desde el martes hacen rugir sus motores para retar la prohibición de usar sus cláxones, ordenada por un tribunal de la ciudad.
Un fuerte olor a diésel se expande por el centro de la ciudad, donde muchos comercios cerraron y grupos policiales, desde lejos, vigilan el lugar.
El gobierno “no puede anclarse y tomar el control de nuestras vidas al punto de decirnos qué poner y qué no en nuestros cuerpos”, indicó el camionero Jay VanderWier, que acudió desde Smithville, Ontario.
Su camión, repleto de pancartas anti-Trudeau y en contra de sus medidas sanitarias, está estacionado en la vía que separa la oficina del Primer ministro y el Parlamento de Canadá.
“Nos han dicho que tomará otras dos semanas aplacar la curva (de infecciones por Covid-19), pero ¿cuántos meses han pasado hasta ahora?”, cuestiona con ironía.
Este padre de familia no vacunado estima que “los excesos del gobierno han ido muy lejos” y asegura estar rodeado de personas listas a hacer “todo por la libertad”.
“¿Cómo Justin (Trudeau) y su equipo hacen para dormir por las noches?”, se pregunta, ante cifras de desempleo que señalan la pérdida de 200.000 puestos de trabajo en enero y una tasa de desempleo de 6,5% en toda Canadá, además de el registro de suicidios y una angustia acumulada en la población.
“Todo eso es producto de una decisión tomada desde arriba”, lamenta este manifestante que, sin intenciones de moverse, desmontó todos los neumáticos de su camión.