Cientos de miles de personas se manifestaron ayer en Hong Kong, desafiando a la policía y a una lluvia tropical, y demostrando que la protesta mantiene su popularidad a pesar de los episodios de violencia y la amenaza de intervención de Beijing.
La movilización, que comenzó en junio y no tiene precedentes en la excolonia británica, había visto su imagen empañada esta semana por escenas de violencia después de cinco días de protesta en el aeropuerto.
Para poner fin a las acusaciones de "terrorismo" que surgieron desde Beijing, el Frente de Derechos Civiles (FCHR) llamó ayer a una manifestación "no violenta". Esta organización luego afirmó que había convocado más de millón y medio de manifestantes, una cifra sorprendente, más aún en un territorio de apenas 8 millones de habitantes.
Durante la tarde de ayer, la multitud se concentró bajo la lluvia torrencial en el parque Victoria, en el corazón de la isla de Hong Kong, formando un mar de sombrillas multicolores. Después, los manifestantes marcharon hacia el distrito del Almirantazgo, más al oeste, desafiando la prohibición policial que sólo permitía una manifestación estática en el parque.
Más tarde, cientos de manifestantes enmascarados marcharon alrededor de la sede del gobierno, cantando "Tomemos Hong Kong, la revolución de nuestro tiempo". La consigna para la manifestación fue, una vez más, denunciar la violencia policial. Mientras, otros reconocían un aumento de la violencia entre los contestatarios, que en su versión más radical no han dudado en estas semanas en lanzar piedras y cócteles molotov.
Es la peor crisis política en la excolonia británica desde su retrocesión a China en 1997. La movilización nació en junio en rechazo a un controvertido proyecto de ley que autorizaría las extradiciones hacia China, pero las reivindicaciones se han ido ampliando hasta pedir un verdadero sufragio universal, en medio del temor a una creciente intromisión de China.