El cientista político alemán Marcel Dirsus se ha especializado en regímenes autoritarios y posee una vasta experiencia en asuntos sobre violencia política y política exterior. Ha asesorado a gobiernos democráticos, fundaciones, corporaciones multinacionales y organizaciones internacionales, como la OTAN y la OCDE.
Motivado por los autócratas que gobiernan en distintas latitudes del planeta, en julio pasado lanzó un nuevo libro, How Tyrants Fall (Cómo caen los tiranos), que expone la realidad que existe tras el poder absoluto de los dictadores. Para ello se reunió con golpistas, disidentes y soldados, con el objetivo de dar cuenta de cómo funcionan y piensan los tiranos. En su análisis entrega estadísticas sobre el comportamiento de los regímenes autoritarios y su futuro.
“Cuando miras a tu alrededor y ves a todos esos tiranos, a todos esos dictadores causando estragos, ya sea asesinando a gente en el extranjero o yendo a la guerra, o bien tratando de destruir a sus vecinos, la tiranía es algo que podría suceder en nuestras propias sociedades. Y pasamos el último par de años hablando de la forma en que la democracia podría morir, aunque inevitablemente algunas de nuestras democracias morirán. Tenemos que estar preparados para lo que podría suceder a continuación y lo que podríamos hacer para tratar de revertirlo”, dice en diálogo con La Tercera, en el que aborda la crisis política y social que sacude a Venezuela tras las elecciones del domingo pasado.
“Creo que allí lo que se ve son muchas de las dinámicas que determinan si estos regímenes caen o consiguen mantenerse en el poder, porque los servicios de seguridad desempeñan un papel importante. Hay protestas masivas contra el régimen. Y, obviamente, las potencias extranjeras también tienen mucha influencia. Así que es una situación muy difícil y es extremadamente difícil juzgar qué camino va a tomar. Y, en cierto modo, esto es típico de lo que ocurre a menudo, porque cuando observas estas dictaduras desde fuera, puede parecer muy opaco, y entonces puede parecer difícil juzgar quién apoya realmente al dictador y quién se opone al dictador. Pero eso no significa necesariamente que el dictador sobreviva en el poder, porque una vez que el dictador parece débil, a menudo se llega a un punto de inflexión en el que las élites que rodean al dictador juzgan que ahora les interesa oponerse al dictador, porque no quieren estar en el bando perdedor. Así que aunque alguien como Maduro pueda parecer fuerte, puede caer en un instante, en el momento en que muestre debilidad”, indica.
¿Cómo un gobernante se convierte en dictador según lo que usted ha estudiado?
Creo que en cierto modo una dictadura es el modo natural de gobierno. Imaginamos que las democracias liberales son casi divinas. Pero en realidad, a lo largo de la historia de la humanidad, la gran mayoría de la gente ha sido gobernada por reyes o sultanes u obispos o dictadores. Así que creo que tenemos que alejarnos de esta idea de que las dictaduras son algo fuera de lo común. Sobre cómo se llega a ser un dictador, por supuesto, es algo que varía. A veces la gente se hace con el poder debilitando poco a poco las instituciones democráticas, suprimiendo el periodismo libre y cosas así. Y otras veces es muy repentino y toman el poder en un golpe militar, por ejemplo. En mi libro hablo que todos estos gobernantes tienen en común el miedo de su propia posición, porque tendemos a imaginarnos a estos dictadores como todopoderosos, sentados en su palacio, chasqueando los dedos para conseguir lo que quieren. Pero en realidad, todos estos hombres despiertan temiendo por su propia posición y por su propia vida. Porque cuando miras los números, la tiranía es increíblemente peligrosa. Más de dos tercios de los dictadores personalistas acaban en la cárcel, en el exilio o asesinados cuando pierden el poder. Así que teniendo en cuenta estos riesgos, los dictadores tienen que pasar gran parte de su tiempo tratando de averiguar cómo mantenerse en el poder. Y eso influye, enormemente, en la forma que tienen de gobernar.
¿Y a quiénes les tienen miedo los autócratas?
La amenaza inmediata para líderes como el Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, son las personas dentro del régimen. Así que no son las masas en las calles, sino la gente que les sonríe, mientras se cruzan con ellos en el palacio presidencial, los agentes del poder, los generales, los oligarcas, los poderosos de la sociedad. Porque la forma en que estas sociedades funcionan es que cuanto menos democrático te vuelves, más alineado estás con un número muy pequeño de personas para permanecer en el poder. Así que si eres (la aspirante presidencial demócrata) Kamala Harris, por ejemplo, y quieres ganar las elecciones presidenciales, necesitas convencer a millones de personas para que te apoyen. Y solo entonces te conviertes en Presidente de Estados Unidos. Y en el otro lado del espectro, mirando a algo como Corea del Norte de Kim Jong Un, él solo necesita unos pocos cientos de personas para mantenerse en el poder. La otra cara de eso es que si pierde incluso 100 personas, 100 de las personas clave en Pyongyang, va a perder el poder. Y no solo perderá el poder, tendrá que temer perder su vida también.
Pero los dictadores también pierden el poder por los levantamientos populares. Usted en su libro menciona que el 17% lo pierde de esta forma…
Porque tienes a estos poderosos dictadores con soldados de izquierda y derecha, y luego son derribados casi en un instante por manifestantes desarmados o por jubilados, escolares, civiles que realmente no parecen poderosos en absoluto. Pero la forma en que funciona es dividiendo al régimen. Así que normalmente es muy difícil para los regímenes utilizar realmente la violencia en lugar de solo amenazar con ella, porque cuando las fuerzas de seguridad se enfrentan a manifestantes desarmados, muchos de ellos van a ser muy reacios a disparar porque podrían estar disparando a sus vecinos, podrían estar disparando a su propia familia. Hay algo muy deshonroso en usar la violencia contra civiles desarmados. Así que cuando puedes sacar a suficiente cantidad de personas a las calles, puedes forzar a la dictadura a tomar una decisión sobre disparar o no disparar. Y realmente hay pocas opciones buenas aquí, porque si no disparas, muestras debilidad. Y eso puede envalentonar a la oposición. Pero si disparas, puedes acabar creando una reacción contra el régimen que saque aun más gente a las calles. Y entonces el riesgo de que el régimen se fracture bajo su propia represión solo aumentará.
En su estudio a lo largo de la historia, ¿ha visto alguna diferencia entre los dictadores del pasado y gobernantes como Maduro, Putin en Rusia y Viktor Orban en Hungría?
Creo que los principios fundamentales de la dictadura siguen siendo los mismos, pero el mundo en el que vivimos ahora es diferente. Así que una de las cosas que hacen una gran diferencia es la tecnología. Por ejemplo, durante la Primavera Árabe había mucho optimismo en torno al potencial de la tecnología para liberar a la gente. Y ahora sabemos que era demasiado optimista, porque la tecnología no solo puede utilizarse contra los dictadores, sino que los dictadores también pueden utilizarla para sus propios fines. Y uno de los ejemplos de esto es la vigilancia. La importancia de esta tecnología, de la vigilancia en general, es que puede reducir los costos de la represión. Si se dispara contra una multitud de manifestantes, el riesgo de que la situación empeore es muy alto. Pero si puedes controlar exactamente quiénes son tus oponentes, qué hacen, con quién hablan, utilizando la tecnología, puedes elegir las piezas correctas del tablero de ajedrez, y la posibilidad de que las cosas se intensifiquen dramáticamente es mucho, mucho menor.
Autócratas como Maduro o Putin realizan elecciones, aunque sus resultados son cuestionados. ¿Cuál es la razón por las que llevan a cabo comicios?
Los dictadores celebran elecciones por dos razones principales. La primera, es que les otorgan cierto grado de legitimidad. Así, aunque la mayoría de la gente sepa que estas elecciones están amañadas, les permiten presentarse como si tuvieran cierto grado de apoyo popular. En segundo lugar, estas elecciones son una forma de obtener información, porque el acceso a información precisa es un problema enorme para los dictadores, ya que a medida que estos regímenes se vuelven más represivos, cada vez es más peligroso decirle la verdad a un dictador. Como resultado, los dictadores reciben constantemente información falsa de la gente que les rodea, lo que se conoce como el dilema del dictador. Pero cuando celebras unas elecciones, aunque estén amañadas, obtienes cierta información, no solo sobre lo que le interesa a la gente, sino también sobre quiénes podrían ser los futuros oponentes y qué es lo que realmente le importa a la gente. Así que tienes una legitimidad y una manera de obtener información sobre la población en un sistema que normalmente hace que sea muy difícil obtener esa información.
De acuerdo a su investigación, ¿cuál es el destino que generalmente corren los dictadores una vez que abandonan el poder?
En alemán tenemos un dicho para cuando esto ocurre: es una elección entre la peste y el cólera. Porque se trata de un escenario en el que realmente no hay buenas opciones. Por un lado, uno quiere que los dictadores rindan cuentas por todas las cosas terribles que han hecho, no solo en aras de la justicia, sino también como elemento disuasorio frente a otros dictadores que podrían pensar en cometer atrocidades o hacer cosas terribles. Pero, por otro lado, a medida que a los dictadores les resulta más difícil dimitir y retirarse, tienen aun más incentivos para hacer todo lo posible por mantenerse en el poder. Así que si eso significa que tienen que torturar, si eso significa que tienen que disparar a los manifestantes, si eso significa que tienen que usar el Ejército contra su propio pueblo, eso es lo que harán. Y en el transcurso de las dos últimas décadas, el exilio ha cambiado mucho. Antes, incluso los líderes que cometían atrocidades contra su propio pueblo podían encontrar un lugar para exiliarse más o menos al mismo ritmo que los líderes que no cometían atrocidades contra su propio pueblo. Pero ahora, con todos los avances de la justicia internacional y la reticencia de las democracias liberales a acoger a antiguos dictadores, eso ha cambiado. Hay una cita del exlíder de Zimbabwe Robert Mugabe, en la que dice que la única forma de que abandone el país es en un ataúd. Eso realmente simboliza ese sentimiento.
Y con los países, ¿qué puede ocurrir cuando cae un dictador? ¿En general se transforman en democracias?
Normalmente, cuando cae un dictador, el resultado no es una democracia liberal floreciente. Uno de los problemas es estructural. Si eres un dictador y no quieres perder el poder, no tienes ningún incentivo para crear un sucesor. Así que terminas en una situación en la que incluso cuando el dictador es destituido, tienes una especie de lucha entre las otras élites del régimen para tratar de tomar el poder. Y eso puede llevar a resultados horribles, incluso a una guerra civil en el peor de los casos. Pero que haya democracia tras el fin de una dictadura depende realmente de cómo se derribe la dictadura. La mejor oportunidad de crear una democracia liberal es si consigues derrocar la dictadura por medios no violentos. Por el contrario, cuanto más violento sea el derrocamiento del dictador, menos probabilidades hay de crear una democracia posteriormente. En mi libro menciono que el 20% de los países que derrocan a los autócratas son seguidos por democracias.
¿Cuál sería la receta para derrocar a los dictadores?
Creo que una manera de ver esto es imaginar una sociedad en tres caminos. Así que tienes a Maduro, tienes a las élites a su alrededor que lo mantienen en el poder, y que potencialmente podrían reemplazarlo. Y tienes a las masas. Lo que realmente hay que hacer para derrocar a estos líderes es debilitar al Presidente en funciones, fortalecer a las élites que lo rodean, para que les resulte más fácil derrocarlo y empoderar a las masas. Porque si solo se debilita al titular y se anima a las élites que le rodean a apartarlo del poder, se puede acabar fácilmente en una situación en la que un dictador salga del palacio y otro vuelva a entrar. Así que, en realidad, no se trata solo de derrocar al tirano, se trata de derrocarlo de una manera que dé un verdadero interés a las masas. Porque solo entonces habrá una oportunidad de hacer que el país sea más democrático en el futuro.