De la lista de cinco países que visitaría el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, Panamá era una de las más esperadas. No solo se trata de la primera visita oficial del exsenador en su nuevo rol de jefe de la diplomacia de Estados Unidos, también su destino era uno de los objetivos políticos inmediatos del Presidente, Donald Trump: el recuperar el control geopolítico -o físico- del canal de Panamá.
Fue en ese contexto donde Rubio planteó este domingo los lineamientos de lo que Washington exige durante una reunión cara a cara con José Raúl Mulino, el presidente de Panamá. De no reducir la presunta presencia china en el estratégico lugar de paso entre el océano Pacífico y el Atlántico, la administración Trump tomará las “medidas necesarias” para que eso ocurra, planteó el jefe del Departamento de Estado.
Rubio llegó a Centroamérica como portavoz del magnate republicano, quien ha exigido que Panamá devuelva el control del Canal a EE.UU. porque la presencia china violaría el tratado que entregó la obra construida por norteamericanos a inicio del siglo pasado. Según Trump, no se está respetando la exigencia de neutralidad en el lugar.
Así lo aclaró Tammy Bruce, la portavoz del Departamento de Estado, quien en un comunicado señaló que “el presidente Trump ha hecho una determinación preliminar de que la actual posición de influencia y control del Partido Comunista Chino sobre el área del Canal de Panamá es una amenaza para el canal y representa una violación del Tratado Concerniente a la Neutralidad Permanente y Operación del canal de Panamá”.
Es por eso que “el secretario Rubio dejó claro que este statu quo es inaceptable y que, en ausencia de cambios inmediatos, obligaría a Estados Unidos a tomar las medidas necesarias para proteger sus derechos en virtud del tratado”, añade en el comunicado. La política del “America First” -o Estados Unidos primero- enarbolada por Trump, se está haciendo presente.
En otras palabras, planteó el analista y global fellow del Wilson Center, Daniel Zovatto, en diálogo con La Tercera, “el mensaje central de Rubio es: China must go home (China debe irse)”.
Por otro lado, Mulino descartó prácticamente todo lo planteado por Rubio y su equipo. “No siento que haya una amenaza real contra el tratado y su validez”, señaló tras el encuentro con el enviado de Trump. Si bien dijo que fue una “reunión de buena fe”, además de “respetuosa” y “positiva”, bajó el perfil a la presencia china en el Canal.
Según él, la cita sirvió “para aclarar dudas”, puesto que el consorcio que controla los dos puertos en ambos extremos del canal -y que son el corazón de la crítica trumpista- estaban siendo auditados, consignó el periódico The Washington Post. Es más, el mandatario le dijo a la prensa que le planteó a Rubio que “la soberanía de Panamá no está en cuestión”. Según Zovatto, “el tema de los dos puertos es crítico y urgente”, y si bien “Mulino fue más suave sobre este punto” en el punto de prensa, “el lenguaje más fuerte de Rubio es para mantener sintonía con el de Trump, pero sin llegar a reclamar la devolución del canal”, añadió.
En conclusión, cerró, “la diferencia en el tono de la conferencia de prensa de Mulino con el comunicado de Rubio es simple: al final el mensaje de Mulino es para los panameños y el de Rubio para Trump”.
Donde Rubio aparentemente sí consiguió una victoria a mediano plazo fue en que Mulino informó que Panamá no renovará el acuerdo con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, una vez expire. Se trata de una de las piezas centrales de la política exterior del presidente Xi Jinping.
El destino del canal no fue la única razón por la que Rubio se embarcó en su primer viaje oficial. La migración, otro tema que espera tratar con los otros cuatro países en la lista -El Salvador, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana- también fue abordado en Panamá, dijo Bruce.
Desde el Departamento de Estado destacaron que Rubio “agradeció al presidente Mulino su apoyo a un programa conjunto de repatriación, que ha reducido la migración ilegal a través del Tapón del Darién”.
En línea similar, otro agente de la Administración Trump estuvo ocupado estos días, y es que Richard Grenell, representante especial del presidente, sostuvo un encuentro en Caracas con Nicolás Maduro. El objetivo: la repatriación de ciudadanos venezolanos detenidos en EE.UU., y la liberación de estadounidenses (rehenes, planteó la administración republicana) presos en Venezuela.
El resultado fue la negociación de la liberación de seis ciudadanos norteamericanos. Si bien EE.UU. descartó que el diálogo con Maduro implicara un reconocimiento de validez a las elecciones pasadas, medios como el venezolano Efecto Cuyo plantean que se interpreta como “un paso hacia la reanudación de algún tipo de diálogo diplomático”.
De hecho, Maduro detalló que fue una reunión “franca, directa, abierta”, en la cual le planteó a Grenell una “agenda cero” para un “nuevo inicio de relaciones históricas”, refiriéndose a las relaciones diplomáticas entre Caracas y Washington, inexistentes desde 2019, cuando el mismo Trump decidió suspenderlas, recordó France 24.
Para Efecto Cocuyo, también se lee como “una señal de cambio en la política exterior de Estados Unidos hacia Venezuela, moviéndose de una postura de ‘máxima presión’ a una más abierta al diálogo, aunque manteniendo firmes las críticas a Maduro y su régimen”, lo que, sin embargo, “generó controversia y preocupación entre sectores de la oposición venezolana y algunos políticos estadounidenses sobre la legitimación del gobierno de Maduro”.