Perú conoció esta semana a su tercer Presidente en cuatro años, luego de que se aprobara la segunda moción de vacancia contra Martín Vizcarra, quien había llegado al cargo tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski. Al día siguiente de la destitución, asumió en su reemplazo Manuel Merino en su calidad de titular del Congreso.
Aunque Vizcarra aceptó la vacancia, niega las acusaciones de haber recibido sobornos por más de US$ 642 mil a cambio de contratos de obras públicas mientras era gobernador de Moquegua (2011-2014). A partir de ahora, el exmandatario estará impedido de abandonar el país por los próximos 18 meses según una resolución de la justicia conocida este viernes.
Pese a que un sector de la sociedad peruana celebró la salida de un Presidente acusado de corrupción, otra parte de la ciudadanía considera a Merino como “ilegítimo”, por lo que ha copado las calles para exigir su salida, argumentando que lo que en realidad ocurrió el lunes fue un “golpe del Congreso”.
Utilizando la consigna “Perú despertó” y técnicas como la proyección de distintas frases en edificios -además de exigir un cambio de Constitución-, la noche del jueves los manifestantes parecieron imitar las protestas que se han llevado a cabo en Chile desde octubre de 2019.
“No hemos tenido movilizaciones espontáneas de indignación ciudadana desde el 2000, durante la caída de Alberto Fujimori. Ha sido inesperada para una sociedad que no tiene tradición de protesta y en medio de una crisis pandémica”, dijo a La Tercera el politólogo Carlos Meléndez. “Piden la caída del gobierno interino de Merino por considerarlo el resultado de ‘acuerdos mafiosos’. Lo consideran ilegítimo. Al respecto se pliega una agenda amplia de temas que van desde la continuidad de la reforma universitaria hasta la lucha anticorrupción”, agrega Meléndez.
Sin embargo, algunos analistas piensan que las protestas están dirigidas a toda la clase política. “La mayoría son esos jóvenes que están contra todo y todos. Muchos de los que estaban en estas manifestaciones dicen ‘no queremos a Merino, no queremos a Vizcarra, no queremos a este Congreso, no queremos al Congreso anterior’, no tienen ninguna alternativa ni propuesta. Hay que señalar, además, que los Ninis, aquellos jóvenes que ni trabajan ni estudian, se han duplicado durante la pandemia con el cierre de universidades y el desempleo”, señala Fernando Rospigliosi, sociólogo y exministro del Interior peruano.
Las manifestaciones han ido creciendo con el paso de los días. El martes, las protestas llegaron a la sede del partido de Manuel Merino, Acción Popular, en Lima, donde 27 personas terminaron detenidas. Luego de que los manifestantes intentaran llegar al Congreso, fueron frenados por las fuerzas de seguridad con gases lacrimógenos y balas de goma.
Quienes protestan denuncian que hay policías infiltrados de civiles que causan disturbios para generar violencia entre los manifestantes. El jueves, más de 15 mil personas se reunieron en la plaza de San Martín, en medio de nubes de gases lacrimógenos. Aunque la manifestación empezó de forma pacífica, al final del día se produjeron enfrentamientos.
La fiscal general de Perú, Zoraida Ávalos, pidió a las autoridades que velen por los derechos de los manifestantes, luego de que se reportaran agresiones. Dos jóvenes fueron heridos con armas de fuego el jueves y ambos fueron trasladados al Hospital Almenara. Uno de ellos se encontraba en estado de gravedad luego de ser operado por tres perforaciones en el intestino, mientras que otro, que recibió un impacto en el tórax, permanecía estable.
“El uso de perdigones está restringido, solo bombas lacrimógenas se han utilizado después de una carga innecesaria contra la Policía”, dijo el ministro del Interior, Gastón Rodríguez, citado por RPP.
No hay certeza de hasta cuándo se podrían extender las protestas. “La sociedad peruana no cuenta con los recursos de organizaciones sociales fuertes, confianza interpersonal y vínculos sociales que permitan sostener la protesta por mucho tiempo. Dependerá de la capacidad de indignación ciudadana que se mantenga”, comenta Meléndez.
Según los expertos, lo preocupante de las protestas no serían sus consecuencias, sino lo que simbolizan. “Es muy peligroso que exista ese sentimiento, por lo menos en un segmento de la población y de los jóvenes, porque quien aprovecha eso siempre es un caudillo autoritario, que utiliza una situación de esta naturaleza para hacerse del poder y luego perpetuarse en él”, dice Rospigliosi.
“El gobierno que ha formado Manuel Merino es un gobierno razonable. No va a ser un gobierno del Congreso como podía temerse, sino un gobierno con un gabinete que no va a ceder a sus presiones”, agregó.