El auto reluciente deportivo plateado de James Bond -con todo y placa rotatoria JB007- es lo primero que verán los visitantes al entrar al nuevo Museo Internacional del Espionaje que reabrirá sus puertas el domingo en Washington, pero después, la historia del famoso espía de ficción se disuelve como tinta invisible y las historias de los espías de verdad ocupan el centro del escenario.
El museo anterior se enfocaba en la recopilación de información de inteligencia por la humanidad. El nuevo permite conocer las operaciones clandestinas, el contraterrorismo, el análisis de la información, el ciberespionaje, los fracasos e incluso asuntos tan polémicos como la técnica de tortura llamada "el submarino".
"No vamos a lo seguro", explicó Vince Houghton, curador e historiador del museo, durante un recorrido previo de la institución sin fines de lucro construida a un costo de US$ 162 millones. "No recibimos dinero del gobierno. Debemos mantener nuestra independencia porque son muchas las historias que debemos relatar".
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Los verdaderos agentes de inteligencia saben mantener la boca cerrada, pero en el museo se pueden ver videos de agentes retirados o en actividad que hablan sobre su trabajo.
El psicólogo jefe de la CIA, por ejemplo, comenta sobre cómo la confianza y el miedo afectan las relaciones entre los agentes y quienes los manejan. Un exsubdirector de la CIA explica cómo se evaluaron los informes que concluyeron con el asalto a un conjunto de viviendas donde mataron al líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, en 2011 en Pakistán. Espías de verdad refutan el mito de que las mujeres emplean la seducción para obtener información.
Hay historias de engaños y tragedia, hazañas y también sorpresas.
Todos saben que el agente 007 era "Bond, James Bond". Pocos saben que el primer jefe del espionaje estadounidense fue el presidente George Washington, alias Agente 711.
Los dos bandos se espiaron durante la guerra de la independencia de lo que ahora es Estados Unidos, pero al final, el jefe de inteligencia británico, el mayor George Beckwith, declaró: "Washington no nos derrotó militarmente, fue mejor espía que nosotros".
Entre el millar de artefactos que se exhiben está el piolet ensangrentado con que mataron al revolucionario ruso Leon Trotsky en México. También figuran equipos para descifrar códigos, cámaras ocultas y un tramo del túnel que penetraba en Alemania Oriental, utilizado para escuchar comunicaciones soviéticas.