Sorprendente por el hito histórico que representa, mas no por las razones detrás del éxito electoral. Esa parece ser la conclusión a la que numerosos medios y analistas llegan al ver con un paso de distancia las recientes elecciones regionales de Alemania de este domingo, donde la gran sorpresa fue la victoria en Turingia del partido nacionalista Alternativa para Alemania (AfD) y el segundo lugar en Sajonia. No fue la única tienda política que celebró.
La conformación del actual escenario alemán no termina ahí. De hecho, uno de los mayores favorecidos en términos absolutos de la jornada fue la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), de corte izquierdista populista, que se posicionó como la tercera fuerza en ambos estados, pese a haber sido formado solo unos meses atrás. Todo esto terminó dejando muy mal parado al conglomerado oficialista, el gobierno nacional de centroizquierda del canciller Olaf Scholz.
El ascenso de los dos partidos anti establishment ocurre a un año de las elecciones nacionales en Alemania que, de continuar con la tendencia -los recientes comicios europeos de junio entregaron el peor resultado a nivel país en más de un siglo al Partido Socialdemócrata (SPD), de centroizquierda-, podría significar un giro total a la derecha.
¿Qué explica la debacle del centro político alemán y la celebración de partidos en los extremos del espectro político? Principalmente, las consecuencias de la migración hacia el país; el estancamiento de una de las cinco economías más grandes del mundo; la erosión en la confianza ciudadana de que los gobiernos pueden solucionar sus problemas; y el apoyo sostenido -tanto financieros como bélicos- a Ucrania y su Presidente, Volodymyr Zelensky.
Pero, también, la razón está en el aparente abrazo de parte del Este en Alemania a estos movimientos, ya no por hastío del centro, sino por verdadera convicción en los ideales que los nacionalismos, tanto desde los extremos de la derecha como de la izquierda, prometen como solución a los problemas de la población.
Los resultados de la reciente elección posicionan a los tres partidos del gobierno federal lejos de la dirección en Turingia, donde AfD logró el 32,8% de los votos, según los resultados preliminares. En Sajonia, en tanto, quedó en segundo lugar (30,6%), muy cerca del 31,9% de los votos logrados por la histórica agrupación de centroderecha, la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Mientras, la BSW, liderada por Sahra Wagenknecht, exmiembro del Partido Comunista de Alemania Oriental, logró el tercer lugar en ambos estados pese a haber sido formada recién en enero y, de paso, dejó atrás a los tres socios de la coalición del canciller germano: el SPD de Scholz, los Verdes y el Partido Democrático Libre (FDP), este último, más conservador desde el punto de vista fiscal.
En Turingia, donde venció la AfD, tanto los verdes como el FDP se quedaron fuera del Parlamento estatal al no llegar al umbral de 5 puntos porcentuales necesarios, consignó la prensa internacional, y juntos, los tres apenas superaron el 10% de los votos.
“Nuestro país no puede ni debe acostumbrarse a esto”, dijo Scholz a Reuters tras conocerse los resultados. “La AfD está dañando a Alemania. Está debilitando la economía, dividiendo a la sociedad y arruinando la reputación de nuestro país”, añadió.
Migración y economía
Entender el sentimiento antiinmigración que poco a poco crece en Alemania requiere de ir unos años atrás, en 2018. Fue en esa fecha cuando la entonces canciller Angela Merkel permitió el ingreso de un millón de inmigrantes provenientes de países devastados por la guerra que transcurría en Medio Oriente, rememoró NPR.
Si bien la AfD nació hace 11 años y desde un inicio culpó al ingreso de extranjeros como la razón de muchos de los problemas de Alemania, comúnmente se asocia al citado hecho como el momento en que la agrupación cobra relevancia a nivel nacional.
Esa preocupación creció con el tiempo, lo que llegó a su cenit con el estancamiento económico proyectado para el país. A modo de comparación, estimaciones realizadas en 2023 mostraban que si para 2022 el PIB en miles de millones de dólares en Alemania era 4.075 y en India 3.386, en el cuarto y quinto lugar del ranking, respectivamente, para 2028 India escalará al tercer lugar, superando a Japón (con un PIB estimado de 5.344) y a Alemania, que llegaría a 5.044, según datos de Statista.
La olla a presión estalló el 23 de agosto, cuando tres personas murieron apuñaladas y varias otras resultaron heridas en un festival en la ciudad de Solingen, en el oeste de Alemania. El autor, señaló la agencia Reuters, fue “supuestamente un hombre que se encontraba ilegalmente en el país”. Tras el ataque, se supo que la persona apuntada como la culpable del hecho debía haber sido deportada hace meses, haciendo crecer la tesis de la AfD a días de la elección.
Pero el partido de extrema derecha no está solo en su cruzada. En el otro lado de la vereda, la Alianza Sahra Wageknecht (BSW) también esgrime argumentos antiinmigración. No tan marcados como los de AfD (“el partido de extrema derecha adopta una línea significativamente más dura en materia de inmigración”, señaló el medio Bloomberg), pero también aboga por el endurecimiento de las políticas migratorias, al fin y al cabo.
Mientras BSW, quienes se consideran como “conservadores de izquierda”, creen que los flujos migratorios son potencialmente positivos para la economía alemana y apuntan a una política económica de izquierda, pero también insisten en que se debe controlar de forma seria, en AfD han deslizado la idea de que Alemania abandone la Unión Europea, buscan deportaciones masivas de ciudadanos no alemanes, critican la expansión del Islam y pretenden restringir la construcción de mezquitas.
Ucrania, el invitado de piedra
La reticencia a la migración no es lo único que explica el apoyo tanto a AfD como a BSW. Desde miradas distintas, los dos partidos son firmes detractores del apoyo a Ucrania, ya sea en materia política y económica, como en la entrega de armas. Berlín es el segundo mayor proveedor de armas al país invadido, solo por detrás de Estados Unidos.
La segunda tienda política ha hecho numerosos llamados para terminar el apoyo militar al país invadido y a que este inicie negociaciones con Vladimir Putin, presidente de Rusia. Según el medio Politico, esa es una postura vastamente aceptada en el antiguo Este comunista de Alemania. Dicho sector del país es considerado comúnmente como uno mucho menos próspero que el de Occidente, vestigio del Muro de Berlín.
“Queremos que la guerra en Ucrania termine y no vemos que eso ocurra con más y más entregas de armas”, dijo al respecto la fundadora del partido, Sahra Wagenknecht, en conversación con la cadena pública ARD.
Quienes ven con buenos ojos el resultado son los altos mandos del Kremlin, donde existen buenos lazos tanto con AfD como con BSW, aseguró Euronews. Ambos han criticado el papel de Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la guerra, presionando “por vínculos más estrechos con Rusia en lo que respecta a la seguridad europea”, añadió el medio regional.
Cuando Zelensky visitó al Bundestag (el Parlamento Federal de Alemania) en junio de este año, congresistas de los partidos políticos en las antípodas ideológicamente hablando -o quizá, no tanto- se pararon de sus asientos y se marcharon de la sesión, en señal de protesta. Si bien las elecciones regionales no tienen nada que ver con política exterior, sí sirven como termómetro de lo que está votando la gente.
¿Peligra la democracia?
El titular en gran parte de los medios alemanes e internacionales ante el resultado de AfD no es baladí. Se trata de la primera victoria de un partido de extrema derecha en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, y la etiqueta viene precedida de hechos muy concretos. No solo quitaron mucho terreno en sectores de la población que antes votaban a la centroderecha de CDU, también están los antecedentes penales de por medio.
Más allá de que políticos de izquierda y centro califiquen a sus rivales de extremistas, lo cierto es que Björn Höcke, líder de Alternativa para Alemania en Turingia y una de las figuras principales de la agrupación, ha sido declarado culpable en dos ocasiones por un tribunal alemán de emplear abierta y deliberadamente retórica nazi, recordó Politico. De hecho, el partido ha sido objeto de escrutinio a nivel de vigilancia nacional debido a ser considerado una amenaza para la Constitución alemana.
Las constantes advertencias del centro político no fueron suficientes para frenar la marejada. Ambos estados en que AfD logró excepcionales resultados, consideran a la organización como “de extrema derecha” y, según Reuters, no gobernarán mientras los otros partidos cumplan su promesa de unir filas con ellos para mantenerlos lejos del poder.
Según Politico, el problema para los centristas es que se ha generado “una creciente desconfianza hacia los centristas y las instituciones del país, que ha fomentado el fervor antisistema en una gran franja del país”. De ese modo, mientras las autoridades anuncian el peligro de votar a agrupaciones como AfD, la ciudadanía parece simplemente haber dejado de escuchar.
Prueba de aquello es que uno de cada dos votantes de la AfD en Turingia y Sajonia votó por el partido de extrema derecha porque cree que su mensaje es el que más beneficiará al país, señaló una cuesta de infratest dimap para ARD, lo que muestra un cambio de dinámica frente a elecciones anteriores.
El problema también cae en los hombros de la prensa alemana. En una entrevista para la televisión pública con Björn Höcke, un periodista se refirió al partido como extremista. “Por favor, deje de estigmatizarme”, respondió el político sentenciado dos veces por emplear retórica nazi.
Su argumento, de todos modos, no carecía de lógica: “Somos el partido popular número uno en Turingia. No querrá clasificar a un tercio de los votantes de Turingia como extremistas de derechas, ¿verdad?”.