Emigraron hacia América Latina con la esperanza de una vida mejor antes de emprender el camino a Estados Unidos. Ahora, expulsados del suelo norteamericano, los jóvenes haitianos vuelven tras años de exilio a un país que no tiene capacidad de recibirlos.
Devuelto a Haití con su esposa y su hijo de 2 años, Belton (quien no quiso dar su nombre real) sigue marcado por los tres meses de viaje a través del continente americano.
“Atravesamos nueve países. En el camino vimos muchos muertos, cadáveres. Dormimos en la jungla. Y ahora, se terminó”, suspira sin tener la menor idea de lo que hará ahora para vivir.
Muchos se fueron de Haití hace años, como los que sirvieron como mano de obra barata para la Copa Mundial de la FIFA en Brasil en 2014. De allí se fueron a Chile y en 2018 muchos reanudaron su periplo, esta vez a los Estados Unidos.
“Vendieron todo lo que tenían en Chile y gastaron miles de dólares para cruzar América Latina. Y ahora regresan a Haití sólo con la ropa puesta”, lamenta el economista Etzer Emile.
“No hay trabajo aquí”
La concentración de millares de migrantes, en su gran mayoría haitianos, en un punto de la frontera entre México y Estados Unidos, llevó a Washington a apurar la repatriación de esas personas sin permitirles presentar un pedido de asilo.
“Sabemos muy bien que éramos un problema” pero “enviarnos de regreso, ¿para hacer qué?”, se pregunta en Puerto Príncipe Raphael, quien fue expulsado el domingo.
“Cuando estaba en Chile llegué a enviar algo de dinero a mi familia”, dice este hombre de 32 años.
La diáspora se había tornado casi imprescindible: el año pasado se enviaron desde Chile a Haití 134 millones de dólares.
“Acá no hay trabajo. No hay nada que hacer”, lamenta Raphael.
De momento cada expulsado de Texas recibe el equivalente a unos 87 euros, cuya mitad es vertida en una aplicación para evitar que les sea robada.
No hay “un seguimiento de la ONM (Oficina Nacional de Migraciones): una vez que las personas salen del aeropuerto con una pequeña cantidad de dinero, se acaba todo”, lamenta Amoce Auguste, director adjunto de la oficina de protección a los ciudadanos.
“Todos los haitianos desearían huir”
Los haitianos que emigraron por la falta de empleo, vuelven a su país cuando la economía está en caída libre.
“Lo que estamos viviendo es inédito: por tercer año seguido el crecimiento económico será negativo”, advierte Etzer Emile.
Al dolor de perder el soñado exilio, se suma la angustia por la violencia descontrolada que campea en Haití.
“Llegan en un momento en el que todos los haitianos desearían huir de la inseguridad de las pandillas” de delincuentes, apunta Amoce Auguste.
Desde finales de 2020, las bandas armadas que reinaban en los suburbios de la capital extendieron su poder al resto del país.
Los cientos de migrantes enviados de regreso a Haití no pueden acudir al gobierno: Haití no tiene un líder legítimo desde el asesinato, el 7 de julio del presidente Jovenel Moise.
Sospechado de haberse contactado con uno de los buscadas por el crimen, el jefe del gobierno Ariel Henry destituyó a su ministro de Justicia la semana pasada y ahora busca un acuerdo con la oposición para ganar credibilidad.
Haití no tienen “ni la costumbre” de manejar migrantes ni tampoco la “logística” necesaria” para hacerlo, sintetiza Etzer Emile.
“Pero lo peor es que no es prioritario para las autoridades. La prioridad es el reparto de la torta gubernamental para la próxima reorganización del gabinete de ministros”, lamenta el economista.