Cientos de miles de personas vestidas de negro llenaron ayer las calles del centro de Hong Kong para exigir la renuncia de su líder, un día después de suspender un proyecto de ley que habría permitido extradiciones a China continental.

En la multitudinaria concentración, algunos manifestantes llevaban claveles blancos, mientras que otros portaban pancartas en las que se leía "No disparen, somos hongkoneses", en un intento por evitar que se repitiera la violencia que sacudió el centro financiero el miércoles, cuando la policía disparó balas de goma y gas lacrimógeno. Los manifestantes, entre ellos ancianos, repletaron el centro financiero de Hong Kong para expresar su frustración contra la líder Carrie Lam.

El sábado, Lam, una dirigente política apoyada por Beijing, retrasó indefinidamente el proyecto de ley de extradición que podría enviar a personas a China continental para ser juzgadas, expresando su "profunda tristeza y pesar".

El giro de 180 grados de Lam supone uno de los cambios políticos más significativos en Hong Kong desde que Reino Unido devolvió el territorio a China en 1997, y puso en tela de juicio la capacidad de la dirigente para seguir al frente de la región.

"Carrie Lam se negó a disculparse ayer. Es inaceptable", dijo Catherine Cheung, una estudiante de 16 años. "Es una líder terrible (...) Creo que solo está retrasando el proyecto de ley para que nos calmemos", añadió.

Disculpas

Horas más tarde de que se iniciaran las protestas del domingo, Lam ofreció disculpas, cediendo a la presión de las multitudinarias protestas. Un portavoz del gobierno hongkonés dijo que la mala elaboración del proyecto de ley ha ocasionado "graves disputas en la sociedad, causando desilusión y dolor". Lam "pidió disculpas y se comprometió a adoptar la actitud más honesta y humilde para aceptar las críticas", dijo.

Los críticos dicen que la ley de extradición podría poner en peligro la autonomía administrativa de Hong Kong y su reputación internacional como un centro financiero asiático. Algunos magnates de Hong Kong ya han comenzado a trasladar sus bienes al extranjero. La agitación llega en un momento difícil para Beijing, que lidia con la guerra comercial de EE.UU., los problemas de su economía y las tensiones en el mar de la China Meridional.