El general retirado Humberto Ortega, hermano del presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y crítico de su régimen, falleció este lunes, un día después de que fuese anunciado un “deterioro brusco” de su salud. El exjefe del Ejército y antiguo estratega militar del sandinismo estaba bajo arresto domiciliario tras críticas a su hermano.
Ortega, de 77 años, presentó un paro cardiorrespiratorio a la 1:55 de la mañana del lunes y tras ser atendido sin éxito, fue declarado fallecido a las 2:30 a.m. en el Hospital Militar Dr. Alejandro Dávila Bolaños, en Managua, según informó el Ejército nicaragüense.
“La Dirección del Hospital Militar Escuela Dr. Alejandro Dávila Bolaños del Cuerpo Médico Militar del Ejército de Nicaragua da a conocer que el día 30 de septiembre de 2024, a la 01:55 horas, el paciente Humberto Ortega Saavedra, de 77 años de edad, presentó paro cardiorrespiratorio, y luego de atenderlo con maniobras de resucitación cardiopulmonar no salió de tal condición, declarándose fallecido a las 02:30 horas”, precisó el cuerpo castrense en una nota de prensa.
De acuerdo con el comunicado, el exjefe del Ejército y hermano menor del presidente Ortega había ingresado el pasado 11 de julio “con un cuadro de salud complejo” y en la víspera presentó un “deterioro brusco de su condición con choque cardiogénico y alteración de estado de conciencia que ameritó tratamiento de terapia intensiva para mantener cifras de presión arterial”.
El pasado 21 de mayo la policía de Nicaragua instaló una unidad médica en la casa del general retirado, una medida interpretada como detención domiciliar por medios opositores en el exilio.
La custodia policial comenzó tras decir en una entrevista con el medio argentino Infobae que el régimen que encabeza su hermano Daniel, de 78 años, y su cuñada, la vicepresidenta Rosario Murillo, carecía de sucesores y su poder no resistiría a la muerte del líder sandinista. Humberto Ortega afirmó entonces que el actual presidente no tiene sucesores, por lo que su muerte creará “un vacío de poder” y una “situación de caos” que obligará al Ejército a intervenir y a convocar a un proceso de transición con elecciones libres.
Asimismo, en la entrevista calificó de “dictatorial” al régimen actual y cuestionó los planes atribuidos a la pareja presidencial de designar como sucesor a Laureano Ortega Murillo, el hijo de ambos. “Cuando hay un poder de tipo autoritario, dictatorial como el actual, que depende muchísimo de la figura de un líder que ejerce la Presidencia, ante la ausencia de este, es muy difícil que haya una continuidad del grupo de poder inmediato”, afirmó entonces.
El 28 de mayo, el presidente Ortega afirmó en un acto público que su hermano (aunque sin mencionar su nombre) había cometido un acto de “traición a la patria” en 1992 al haber condecorado a un militar de Estados Unidos.
En un nota de prensa difundida por el medio oficialista El19Digital, los hijos y nietos de Humberto Ortega expresaron su “profundo dolor por el fallecimiento” y pidieron “respeto a la privacidad y al luto” de la familia.
Combate a la familia Somoza
Los hermanos Ortega formaron parte de la guerrilla sandinista que combatió a la dictadura de la familia Somoza, que gobernó con mano de hierro el país centroamericano durante más de cuatro décadas (1936-1979).
Según recuerda el diario El País, Humberto Ortega tuvo sólo dos operaciones guerrilleras de calibre en su vida y ambas salieron muy mal. La primera fue en 1967, cuando un comando sandinista intentó atacar la caravana del dictador Anastasio Somoza Debayle en Managua. Todo falló y cayó preso.
La segunda fue en 1969 en Alajuela, Costa Rica, cuando ideó y dirigió un complot para intentar liberar de una prisión a Carlos Fonseca Amador, fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). De nuevo, todo falló y no sólo cayó preso, sino que fue herido de gravedad por dos balas: una le atravesó el pecho, rozando su corazón, y la otra, la más grande, impactó en su hombro derecho. Lo salvaron en el Hospital San Juan de Dios de San José, pero perdió la movilidad de sus manos y dedos.
No apto para combatir, se volvió un “estratega” insurreccional y bélico que lo llevó a ser el jefe del Ejército Popular Sandinista (EPS). Tras el triunfo de la revolución en 1979, Humberto Ortega se convirtió en jefe del Ejército hasta 1995, mientras que su hermano tomó las riendas del gobierno, primero como miembro de una junta y luego individualmente. Como primer jefe militar en democracia, Humberto fue clave para la profesionalización de las Fuerzas Armadas en los años 90, indica El País.
La principal herida que los nicaragüenses nunca dejaron de reprochar a Humberto Ortega, señala el periódico, fue la imposición del Servicio Militar Patriótico (SMP), mejor conocido como el “servicio militar obligatorio” para todo varón entre los 18 y 40 años. Miles de jóvenes fueron asesinados, al mismo tiempo que la Revolución Sandinista cometía atrocidades contra civiles, mujeres y la dirección vivía una vida opulenta, muy alejada de la austeridad que le exigían al “pueblo”.
Humberto conservó sorprendentemente el cargo tras la derrota electoral de Daniel Ortega y la llegada a la presidencia de Violeta Chamorro en 1990. Aconsejada por el ministro de mayor peso en su gobierno, Antonio Lacayo, Chamorro decidió mantenerlo en un ministerio que debía pilotar todo el proceso de desarme y la transición de un Ejército sandinista a uno despolitizado y nacional, destacó la BBC.
“Lacayo pensó que mantener a Humberto Ortega como responsable del Ejército aseguraría un pacto de transición y la paz en Nicaragua en un momento muy tenso, ya que, tras años de guerra, había que disminuir el tamaño del Ejército y erradicar a la contra”, explicó a la cadena británica el analista y activista opositor nicaragüense Félix Maradiaga.
En 1995 dejó definitivamente sus responsabilidades políticas y militares, y comenzó una nueva vida como escritor y empresario. Empezó entonces a cultivar un perfil intelectual, alimentado por la publicación de libros como “La epopeya de la insurrección”. En ellos aboga por la consecución de acuerdos nacionales que permitieran superar la división tradicional entre derecha e izquierda.
Sus intentos de presentarse como una voz de la conciencia nacional se vieron ensombrecidos por informaciones que sembraban dudas sobre el origen de su fortuna, señala la BBC. El origen de ésta, agrega El País, siempre ha sido cuestionada y muchos apuntan que la amasó con la venta ilegal de armas en los 80, o con la Piñata de los 90, es decir la repartición de bienes públicos que los sandinistas hicieron al perder el poder en 1990.
En 2021, Humberto Ortega reclamó la liberación de los dirigentes y activistas opositores encarcelados meses antes de las elecciones celebradas en Nicaragua en noviembre de ese año. Ese año, en una entrevista con Andrés Oppenheimer en la cadena CNN, el general en retiro abogó por los presos políticos y dijo que no eran “terroristas”, como aseguraba el gobierno de su hermano.
Pese a los roces con el actual mandatario sandinista, el gobierno de Ortega reconoció el “aporte estratégico” del exjefe del Ejército en una nota de prensa de la presidencia. “El Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, el Frente Sandinista de Liberación Nacional y el pueblo nicaragüense, valoramos su contribución a las etapas de lucha clandestina, guerrillera, insurreccional, y en la formación inicial, y dirección, del Ejército de Nicaragua”, dice parte del comunicado del gobierno.
“Recordamos el aporte estratégico del general Ortega como militante sandinista desde su adolescencia, su valentía en acciones militares revolucionarias como el rescate del comandante Carlos Fonseca Amador, en Costa Rica, donde fue baleado y perdió la movilidad física de la parte superior de su cuerpo”, señaló el Ejecutivo nicaragüense.
“Reconocemos sus escritos, plataformas, teorías insurreccionales e históricas, que recopilaron y expusieron de forma brillante las epopeyas del heroico pueblo nicaragüense y del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)”, agregó.
“Con la muerte de Humberto se va la figura más importante de la guerra de los 80 y todo lo que supuso esa herida, la herida más grande de Nicaragua. Él era el señor de la guerra”, comentó a El País la feminista y exrevolucionaria sandinista María Teresa Blandón, hoy en el exilio en Costa Rica.