Robert J. Zimmer, un matemático que ejerció como rector de la Universidad de Chicago, murió la semana pasada en su casa, dejando un legado importante en el debate sobre la libertad de expresión en los campus universitarios. Reconocido por haber “protegido” tal derecho en los campus con un protocolo que después fue replicado por decenas de universidades, el académico falleció a los 75 años.
En la universidad conocida como “el lugar donde la diversión va a morir”, a causa de una tradición de rigor y exigencia en los estudios, Zimmer ejerció como rector del plantel durante 15 años, entre 2006 y 2021. El actual rector de la universidad, A. Paul Alivisatos, comentó en un mensaje para la comunidad: “Su mandato será recordado por su brillantez estratégica al generar cambios para el beneficio a largo plazo de la comunidad universitaria”. “Zimmer fue uno de los más efectivos e influyentes rectores universitarios de su tiempo”, agregó David M. Rubenstein, presidente de la Junta Directiva del plantel.
“Bob Zimmer identificó y utilizó las palancas de cambio más poderosas que pudo encontrar para profundizar la eminencia intelectual de la Universidad de Chicago y acelerar su impacto social”, dijo Joseph Neubauer, expresidente de la Junta Directiva, citado por UChicago News.
Habiendo siendo el rector número 13 de la universidad, los medios norteamericanos lo destacan como un “campeón de la libertad de expresión”. “Fundamentalmente, la gente se siente cómoda con la libertad de expresión de aquellos que piensan lo mismo. Pero para aquellos que encuentran desagradables o equivocados, no parecen estar muy dispuestos a escucharlos”, aseguró Zimmer en una entrevista en 2021, refiriéndose a los espacios educativos donde no se permitía la realización de charlas de expositores que “ofendieran” a los estudiantes: “Todo el sentido de la educación se trata del desafío intelectual y el discurso abierto”.
La noticia de su muerte fue destacada por el expresidente estadounidense Barack Obama, que enseñó leyes en el plantel de Chicago. “Michelle y yo estamos tristes de enterarnos sobre el deceso de Bob Zimmer, el decimotercer rector de la Universidad de Chicago”, tuiteó.
“Bob fue un líder visionario, y uno de los más influyentes rectores universitarios del país. Durante su tiempo en la Universidad de Chicago, construyó encima de una rigurosa reputación académica, agrandó la huella de la universidad a través del mundo, y ayudó a expandir el acceso a ésta con becas y ayuda financiera”, señaló el expresidente.
Consejero superior del Presidente Obama, el consultor político y académico de la Universidad de Chicago, David Axelrod, también se sumó a las condolencias. “Robert Zimmer pasará a la historia del Universidad de Chicago como uno de sus más grandes líderes. Amplió sus aspiraciones y mejoró su campus. Defendió la libertad de expresión y, para mi eterna gratitud, el Instituto de Política. ¡Un gran amigo y mentor!”, escribió en su cuenta de Twitter.
El actual embajador de Estados Unidos en Japón, Rahm Emanuel, quien fue alcalde de Chicago y jefe de gabinete de la Casa Blanca durante la administración Obama, alabó la gestión de Zimmer. “Una de mis primeras reuniones como alcalde de Chicago fue con Robert Zimmer. Desde liderar la Universidad de Chicago hasta defender los Principios de Chicago, el legado de Bob perdurará por generaciones. Era un tesoro de Chicago y lo extrañaremos. Mis pensamientos están con sus seres queridos”, comentó en la misma red social.
Durante su mandato en Chicago, una creciente cantidad de universidades en Estados Unidos estaban en un proceso de proteger a sus estudiantes de ideas o discursos que encontraran dolorosos, molestos u ofensivos. Esta protección incluyó apoyo administrativo para crear “espacios seguros” y equipos contra los prejuicios, diseñados para investigar “microagresiones” y “microinvalidaciones”.
Por su parte, la Universidad de Chicago optó por ir en otra dirección: mandaron una carta a todos los alumnos que estuvieran entrando al plantel, diciéndoles que “no apoyarían los trigger warnings (advertencias de contenido que pueda herir susceptibilidades), no cancelaremos a expositores invitados dado que sus charlas puedan ser controversiales, y no condonaremos la creación de espacios intelectuales ‘seguros’ donde los individuos puedan aislarse de ideas y perspectivas distintas a las suyas”.
Estas ideas se condensaron en lo que se llamó “los principios de Chicago”, un documento que terminó siendo replicado por otras universidades para exponer su manera de defender la libertad de expresión. “No es el rol de una universidad el escudar los individuos de ideas u opiniones que encuentren desagradables, molestas, o incluso profundamente ofensivas”, señalaba el documento.
“Aún cuando la Universidad valora el respeto y la civilidad, y aún cuando todos los miembros de la comunidad universitaria comparten la responsabilidad por mantener un clima de respeto mutuo, estos criterios no pueden ser usados como justificación para cerrar la discusión de ideas, independiente de lo ofensivas o desagradables que puedan ser estas ideas para algunos miembros de la comunidad”, indicaba la carta.
De todos modos, se definían límites que pudieran aplicarse a la libertad de expresión en el campus: “La Universidad podrá restringir expresiones que violen la ley, que diferente falsamente a un individuo en específico, que constituyan una amenaza genuina o acoso, que invada injustificadamente la privacidad o confidencialidad, o que sean incompatibles con el funcionamiento de la Universidad”. De todos modos, consideraba estos límites “excepciones estrechas” al principio general de libertad de expresión.
Estas ideas llegaron a ser adoptadas, en forma de otros documentos, por cerca de 100 instituciones universitarias en el país, incluyéndose la Universidad de Princeton, la Universidad de Purdue, la Universidad de Columbia, la Universidad de Georgetown y la Universidad de North Carolina, entre otras.
En una entrevista con The Wall Street Journal, se le preguntó por el clima de “intolerancia” con las ideas impopulares, y que el mismo Zimmer habría comparado con los tiempos del macartismo y los esfuerzos que grupos cristianos hacían en el siglo pasado para prohibir la enseñanza de la evolución. “Lo principal para contextualizar estos problemas es siempre poner por encima el propósito de las universidades. El propósito es que sea un lugar que entregue la educación más empoderadora a sus estudiantes, creando un medio para el trabajo más imaginativo y desafiante en la facultad”, respondió entonces. “La confrontación de múltiples ideas, y de ideas que son diferentes a las propias, es crítica para conseguir esto”.
En ese contexto, se le preguntó si prohibiría en su universidad el discurso de un nacionalista blanco, y en específico de Richard Spencer, que fue alumno del plantel. “Las facultades y estudiantes invitan a todo tipo de gente, y no vamos a restringir eso. Yo no soy el que invita, pero lo que buscan ellos es escuchar, discutir y potencialmente discutir con las personas que invitan”, respondió Zimmer.
“Entonces, si lo invitaran a hablar acá, ¿estarías de acuerdo con que viniese?”, le consultó el periodista, a lo que respondió: “Estaría bien que viniese a hablar, del mismo modo que cualquier otra persona que viniera”.
En un discurso reciente, Zimmer se refirió al hecho de que su manera de enfrentar la libertad de expresión pueda causar retrocesos en los esfuerzos de “inclusión” de distintas comunidades en la universidad, ya que ciertos discursos podían molestar a sus miembros.
“¿Inclusión a qué?”, respondió Zimmer en la ocasión. “¿A una educación inferior y menos desafiante? ¿A una que falla en preparar a sus estudiantes en el desafió de distintas ideas y la evaluación de sus propias asunciones? ¿Un mundo en el que sus sentimientos tengan precedencia sobre otros temas que deban ser confrontados?”.