Miles de personas se manifestaron este domingo en Brasil en defensa del ministro de Justicia, Sérgio Moro, y de la famosa operación anticorrupción Lava Jato que dirigió cuando era juez y por la que ha sido acusado de no actuar con imparcialidad.
Moro, quien niega los señalamientos y ejercía como juez antes de pasar a integrar el gabinete del presidente brasileño Jair Bolsonaro en enero, enfrenta pedidos de renuncia por conversaciones filtradas que supuestamente demostraron que había conspirado con los fiscales de la operación Lava Jato para apartar al popular líder izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva de la carrera presidencial de 2018.
Los manifestantes tomaron las calles de las principales ciudades del país, incluida la capital Brasilia, Rio de Janeiro y Belo Horizonte, para mostrar su apoyo a Moro, quien es considerado un héroe por muchos brasileños hartos de la corrupción en la política.
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En los últimos mensajes publicados por el sitio web de investigación The Intercept, los fiscales expresaron preocupación de que Moro tuviera una agenda personal y política y se mostraban descontentos por su nombramiento como ministro en el gobierno de ultraderecha, que temían socavaría la credibilidad de la investigación.
Moro cuestionó la autenticidad de las conversaciones filtradas y rechazó las afirmaciones de que había sido parcial en los casos de Lava Jato.
Recientemente declaró ante una comisión del Senado que había sido víctima de "venganza" por sus esfuerzos anticorrupción.
Operación Lava Jato
Políticos de todo el espectro han sido afectados por Lava Jato, iniciada en 2014 para investigar el saqueo al que fue sometida la petrolera estatal Petrobras.
Pero sus críticos dicen que Moro, responsable de la primera condena contra Lula, en 2017, por aceptar sobornos y lavado de dinero, se centró sobre todo en el expresidente y líder del Partido de los Trabajadores, con el fin de acabar con más de una década de gobiernos de izquierda en Brasil.
La Corte Suprema aplazó la semana pasada la discusión sobre si el ministro y exjuez había sido imparcial en el juicio a Lula.
El expresidente, que dirigió Brasil en un período de crecimiento económico histórico, entre 2003 y 2010, ha negado todos los cargos de corrupción en su contra, argumentando que tenían motivaciones políticas para evitar que compitiera en las elecciones de 2018 que finalmente ganó Bolsonaro.