Nieves Molina-Clemente es una destacada abogada y actual asesora del Instituto Danés de Derechos Humanos, que se ha especializado en los discursos de odio y la incitación a la violencia.
Durante su extensa carrera, ha entregado asesoría a instituciones de derechos humanos en países en conflicto como Etiopía, Afganistán y Ucrania.
Molina-Clemente visitó Santiago para participar de una jornada de derechos humanos organizada por las embajadas nórdicas en conjunto con la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.
En conversación con La Tercera, Molina-Clemente analizó la situación del discurso de odio en internet y también el rol de la mujer en distintas luchas a favor de los derechos humanos.
¿Cómo evalúa el rol de la mujer en las distintas luchas a favor de los derechos humanos?
Eso es en realidad lo que estamos viendo en muchos países, que es un proceso de transformación a una demanda hacia la democracia, hacia la dignidad, hacia un mundo más equitativo. Y esa demanda viene en muchos casos con organizaciones o con mujeres que se encuentran en la punta de lanza. Y eso lo hemos visto en Bielorrusia, por ejemplo, y lo estamos viendo en Irán, en Afganistán, donde la mujeres desde siempre han tenido un papel muy preponderante en los movimientos pacifistas. A nivel local, ellas organizaban estas caravanas, estas instancias de diálogo y de pacifismo y ahora están en la punta de lanza contra el gobierno de los talibanes por muchas razones. Y una de ellas es porque muchos hombres salieron de Afganistán y las que se quedaron detrás fueron ellas. Y lo que estamos viendo es que las mujeres están tomando este rol. Muchas de estas luchas de las mujeres no son solo por sus derechos, no son solo una reivindicación de los derechos de las mujeres como tal, sino que es un movimiento político, que en muchos casos tiene el llamado a un cambio democrático o a un cambio político transformativo más extenso. Y algunas veces me da la sensación que interpretamos la demanda por los derechos de mujeres en un sentido muy estricto, que se refiere solamente a la vida de las mujeres, cuando en realidad es una transformación política más amplia.
En este contexto en el que las mujeres han tomado un rol más preponderante, ¿se han registrado ataques contra activistas?
La causa de los ataques contra mujeres activistas, políticas, defensoras es el activismo político, pero el medio es sexista, en el sentido de cuál debería ser su rol como mujer, cuál es en el imaginario cómo una mujer debe comportarse y cómo ellas no entran en ese en ese rol. Pero la causa es política, porque ellas están haciendo demandas sociales, económicas, transformativas, democráticas. Por ejemplo, en el asunto del velo en Irán, en mis discusiones con algunas de ellas, el hecho de quitarse el velo a veces se ha interpretado como que es una demanda por igualdad de derechos de mujeres. Posiblemente es así, pero sobre todo es una denuncia a un sistema opresivo, a un sistema teocrático que oprime al pueblo de Irán, no solamente a las mujeres, sino que a todos y a ellas las utiliza como medio de opresión. Es una demanda política hacia la democracia.
¿Existen campañas de odio por internet a estas activistas?
Internet y las redes sociales son un avance tecnológico inimaginable. Nos dan la posibilidad de comunicarnos, de intercambiar información, conocimiento. Eso va por delante. La cuestión es que también entonces hay un uso y un abuso de un medio que permite llegar íntimamente a cualquiera. Hay diferentes campañas o diferentes acciones contra mujeres en internet, como atraer mujeres y terminar utilizando el chantaje. Poner sus contactos en los medios. Y luego está la otra parte, que es el uso de campañas de violencia digital contra mujeres para castigar o inhibir su activismo político o su actividad periodística, por ejemplo. Hay un reporte llamado Chilling Effect, que hace un análisis de los ataques contra María Ressa, (la periodista filipina que ganó el premio Nobel de la Paz). En un momento dado, cuando ella escribe su primer artículo contra (el entonces Presidente filipino) Rodrigo Duterte, llega un momento en que recibe 90 ataques violentos por hora.
¿Qué medidas se pueden tomar contra eso?
En principio, uno tendría que pensar que lo que está prohibido en el mundo real está prohibido en el mundo digital. Tenemos legislada la protección a la libertad de prensa, a la libertad de expresión, a la libertad de asamblea, que son las bases fundamentales de la democracia. Pero la legislación también dice que no son derechos ilimitados. Entonces, aquellos mensajes que constituyan campañas organizadas, que constituyan una incitación a la violencia, tienen repercusiones legales y dependiendo del grado, o son repercusiones civiles o son criminales. De ahí que en algunos casos, cuando la campaña organizada llega a un elemento de tal violencia y es una campaña organizada, muchas veces coreadas por un Estado o por un grupo de poder, hay responsabilidades criminales. El caso de Ferdinand Nahimana en la Corte Internacional de Ruanda, que dirigía la Radio Libre des Mille Collines, y el volumen de sus llamados a la violencia hicieron que fuera condenado por el crimen de incitar a la persecución y fueron considerados como crímenes contra la humanidad. Como toda la legislación de derechos humanos, pero particularmente de genocidio, de crímenes contra la humanidad, viene de la Segunda Guerra Mundial, se encuentra marcada de alguna manera para enfocar la protección a grupos más por la nacionalidad, la etnia, pero hay menos experiencia o menos foco, por razones de género o por razones de sexo.
¿Existe un ataque especial a las mujeres activistas?
Tuvimos un proyecto en el instituto en el que nos fijamos más en qué les pasa a las mujeres, porque en este momento histórico las que están liderando son mujeres e hicimos una serie de consultas con mujeres defensoras de derechos humanos. Les preguntamos qué se podía hacer preventivamente y cuál eran los efectos de lo que a ellas les estaba pasando. Y ahí muchas de ellas hablaban de esta violencia online, de estas campañas contra ellas de difamación, de acoso, etc. Y la primera reacción que tuvimos fue decir que podemos entrenarnos para crear narrativas y para utilizar las redes sociales de una manera en la que nos podamos defender de eso. Pero la realidad de lo que nos dimos cuenta es que eso funcionaba en ciertos casos, pero en otros no iba a funcionar, porque cuando la campaña es organizada, cuando han contratado bots, cuando se han organizado, no te vas a poder defender, porque tu Twitter o Facebook o lo que sea no se va a ver. En Bielorrusia, en concreto, hubo una reunión en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) para hacer un análisis sobre cómo las mujeres en la órbita del Cáucaso se estaban defendiendo de estos ataques y ellas plantearon tres necesidades. Primero, la documentación e investigación de los casos, aunque sean online. Luego el desarrollo de un sistema legislativo que nos proteja. Y lo otro que ellas decían era que hubiera una moratoria en la venta de los software de vigilancia. Una de las cosas que a ellas les estaba afectando más era el uso de estos softwares como Pegasus, etcétera.
¿Y qué más se puede hacer al respecto?
Tenemos que hacer realidad que lo que está prohibido en la vida real, está prohibido en el mundo digital. Tiene que haber cierta regularización de las redes sociales, pero también, y en línea con lo que han recomendado el Consejo de Europa y otras organizaciones, es que los gobiernos empiecen a utilizar la legislación que tienen -administrativa, política, criminal y civil- y se establezcan responsables y que haya ciertas responsabilidades. O sea, en otras palabras, que no haya una inmunidad o una simple impunidad. Cuando el nivel de acoso a alguien tiene una un efecto tan grande en la vida de esa persona, tiene una transformación en su vida, estas cuestiones tendrán que ser analizadas desde el punto de vista de la intención y del efecto. Hay algunas de estas campañas que, por ejemplo, podrían llegar a ser trato inhumano y degradante. Eso está prohibido. Tiene una prohibición absoluta, como siempre. Cuando hablo de estas cosas hablo también dentro del respeto a la libertad de expresión.