El 22 de octubre terminó el XX Congreso del Partido Comunista de China (PCCh), y todo lo que se confirmó es que los próximos cinco años Xi Jinping tendrá con más fuerza las riendas del poder en Beijing. Tanto en el Comité Permanente de siete miembros, como en el Politburó del partido, de 25 miembros, el actual líder chino consiguió llenar de aliados los puestos más importantes, terminando, de paso, con la influencia de secretarios anteriores, como Hu Jintao y Jiang Zemin.

Noé Hirsch es un periodista y sinólogo francés, y hace ya cinco años fundó el medio sobre actualidad asiática East Is Red. En entrevista con La Tercera, da su parecer sobre los cambios ocurridos durante el pasado Congreso del PCCh, junto con comentar el futuro de las relaciones internacionales chinas.

Ya con el XX Congreso del Partido Comunista de China terminado, ¿qué se puede decir de los cambios al interior del Comité Permanente y el Politburó? ¿Cómo cambia la relación de fuerzas al interior del partido? Se ha hablado del fin de la facción más cercana a Hu Jintao, que sería “más liberal” que la de Xi Jinping.

No ha sido para nada una sorpresa: lo que hay que saber es que cuando el Congreso empieza, ya está todo decidido de antes. Si hablamos de las siete personas que dirigen y deciden hoy en China, hoy esas siete personas son leales a Xi Jinping, mientras que antes había un equilibrio. La Liga de la Juventud, que era la facción principal y que más competía con la de Xi, fue completamente purgada. Si Li Keqiang, el primer ministro, fue sacado, los otros miembros del Politburó también se fueron.

La Liga de la Juventud es la facción de Hu Jintao, Jiang Zemin y todos los que precedieron a Xi, y ahora Xi puso en el poder a su facción. Su facción es conocida como la de los “príncipes rojos”, o sea, los herederos del Partido Comunista y, de alguna forma, la aristocracia del partido. Si uno mira los números dos y tres del Comité Permanente, Li Qiang y Zhao Leji, son dos personas con perfiles claros de lo que Xi busca como hombre de poder hoy: Li Qiang será primer ministro, y es alguien que uno puede llamar “liberal” económico, que puede calmar a los inversores, pero que es muy fiel políticamente.

Zhao, por su parte, es quien purgó el partido durante los últimos años para Xi Jinping, el que estuvo a la cabeza de la comisión de disciplina, la campaña anticorrupción. Es alguien muy preocupado por la forma marxista del partido, por la idea de que todo el poder resida en el partido, y que nadie tenga el derecho a contestarle: ni democracia ni sociedad civil, sino que muy por la línea ideológica de Xi.

Los nuevos miembros del Comité Permanente del Politburó se reúnen con los medios de comunicación después del XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, en el Gran Salón del Pueblo en Beijing. Foto: Reuters

Sobre la Liga de la Juventud, ¿era más liberal, estaba más alejada de un marxismo ortodoxo, que lo que ha venido haciendo Xi?

La Liga de la Juventud fue algo más liberal; si uno mira a Hu Jintao y a Li Keqiang, eran dos personas que parecían querer promover la sociedad civil, porque ellos mismos salieron de la sociedad civil. La Liga es una organización a la que se le puede llamar más “meritocrática”, aun cuando el término es impropio, pero que al menos no está compuesta por herederos. Pero de todos modos, hay que tener cuidado cuando se usa la palabra liberal. Es muy posible que hoy por hoy la Liga de la Juventud sea muy conservadora, pero todo esto se trata sobre todo de intereses por amistad, por redes, hijos de obreros más que hijos de dirigentes o de compañeros de ruta de Mao en el partido.

¿Qué se puede interpretar del nombramiento de Li Qiang, por un lado, y el retiro de Li Keqiang, en el puesto número dos del PCCh?

Li Qiang gobernó en Zhejiang. Es alguien que ha sido muy cercano a Xi, que también estuvo en esa región, se puede decir que la gobernaron juntos. No se puede decir de él que sea un “heredero del partido”, sino que, de hecho, viene de la Liga de la Juventud, pero pasó muy rápido por ella cuando era joven, lo que prueba que no se trata de un “príncipe rojo”, pero que se volvió uno “por adopción”.

Como otros gobernantes de Zhejiang, Li Qiang tiene una mentalidad de comerciante. Desde 2017 que formaba parte del Politburó, y es alguien que empuja la innovación, la tecnología, el emprendimiento y el liberalismo económico. Viajó mucho para juntarse con inversores, y fue un gran amigo de Jack Ma, el fundador de Alibaba.

La idea es darles a los inversores una buena imagen de China, y es alguien que trabaja bien en general.

El Presidente chino, Xi Jinping, es visto al final del XX Congreso del Partido Comunista de China en una pantalla gigante en un distrito comercial de Hangzhou, en la provincia de Zhejiang. Foto: AP

Durante esta década, los diplomáticos chinos han pasado del “bide and hide” (aguardar y esconderse) a la actitud de “lobo guerrero”, como se le ha venido llamando, y eso ha afectado la relación con Estados Unidos. Luego de la “guerra comercial” de 2018 y 2019, y el capítulo de Nancy Pelosi, ¿qué se puede esperar de esta relación?

Nadie es profeta, partamos desde ahí, pero los últimos intercambios que hemos visto con Estados Unidos, estos últimos años, le han mostrado a China, sobre todo, que aún no está lista a enfrentar del todo a Washington. China sufrió mucho la guerra comercial, la economía china sufrió mucho, el sector tecnológico, las materias primas, los neumáticos… Al final, otros países, como Japón, en muchos de estos sectores donde China era primero, ahora la superaron. Esta historia fue una catástrofe para Beijing.

Y la estrategia de los lobos guerreros igual. De hecho, por el momento China tantea, busca su estrategia internacional y hace ensayo y error. Lo de los lobos guerreros, la diplomacia “ofensiva”, y se dieron cuenta de que, de manera general en el mundo, la opinión hacia China pasó de positiva a negativa, y la opinión pública se fue en contra en casi todos los países donde Beijing intentó una acción diplomática. Y vieron que la estrategia era mala y ya la están retirando.

Ahora, lo que intentan los diplomáticos, como decimos en Francia, es “echarles agua a sus vinos”, en este caso, ser menos ofensivos. En Francia fue particularmente patente: el embajador chino insultó a investigadores de acá, a políticos franceses, difundió imágenes conspiracionistas en Twitter, imágenes antisemitas, etc. Se construyó una imagen absolutamente desastrosa de él mismo, pero aún está en el puesto. Desde luego, será prontamente reemplazado.

¿Y la relación con Estados Unidos?

Con China, el conflicto es una cosa inevitable. Y eso, porque China tiene este proyecto de devenir en la primera potencia mundial en 2049. Eso está en el programa político de Xi Jinping, y reafirmó esta voluntad en el Congreso respecto del gran “rejuvenecimiento” de la nación china. Lo que dicen los medios al explicitar qué quiere decir esto, es que en todos los ámbitos: económico, militar, político y diplomático, China se vuelve la primera potencia mundial, y cambiar el orden internacional y las organizaciones internacionales a su favor y no contra él. Además, esto junto con la reunificación con Taiwán, cosa que Estados Unidos no podría pasar por alto.

Y hoy, China sabe que tiene los medios para invadir Taiwán. Técnicamente, su Ejército es mucho mayor al taiwanés, pero en la historia reciente ningún país grande ha podido “absorber” uno más pequeño sin problemas. Luego de la guerra en Ucrania, vieron que no era cosa de invadir Taiwán y controlarlo en dos semanas, sobre todo con la población en contra. Por eso, la estrategia hoy sería ir por una reunificación pacífica.

Si Taiwán no se reunifica de acá al 2049, es probable que haya una guerra, y habrá que ver la relación de fuerzas para ese entonces entre Estados Unidos y China, pero no solamente eso. En realidad, si Taipei fuese atacada, habría una gran coalición para defenderla, porque están todas las potencias alrededor de China que no están interesadas a que esta tome Taiwán: está Filipinas, está Japón que se rearma, es posible que algunos países del Sudeste Asiático se alineen también, como Vietnam, que ya tiene conflictos enormemente serios con Beijing en el mar. Y bueno, aquel que controle Taiwán es quien controla “el mar de China”.

Xi Jinping y el Presidente ruso, Vladimir Putin, en una reunión del BRICS en 2019. Foto: Reuters

Un poco antes de la guerra de Ucrania, Vladimir Putin y Xi Jinping declararon que entre China y Rusia habría una “amistad sin límites”. Ahora, luego de la invasión, se han visto los límites de esta amistad, aún siendo fuerte. Oponiéndose a Occidente, ¿es posible que Beijing quiera construir y liderar un bloque de países aliados?

Soy de la opinión, y no soy el único, de que la amistad entre Rusia y China es una amistad con motivos, pero que no es para nada una alianza natural: ambas son potencias en competición por Asia Central, desde hace mucho tiempo. China quiere conquistar este espacio, económicamente, también porque toda su política exterior se basa, sobre todo, en asegurar políticamente a sus vecinos. Eso es todo, y el resto viene después.

Esto, porque una de sus grandes preocupaciones fue la Primavera Árabe, y lo que se quiere evitar a toda costa es que algo parecido ocurra en Asia, porque la inestabilidad política es contagiosa. Si hay países en revuelta a su alrededor, eso es algo que podría entrar al país. Si algún país de Asia Central viviese una revolución, la región de Xinjiang se volvería un desastre: la mitad de su población tiene lazos culturales y familiares al otro lado de la frontera.

En general, entre Beijing y Moscú hay sonrisas, pero de fachada. Los dos se saben competidores y por eso hacen estas declaraciones, a veces hasta ridículamente laudatorias, y eso muestra bien que hay un problema de fondo. Y ese problema es la cuestión por quién controlará Asia Central y quién controlará Siberia, un espacio extremadamente rico, donde casi no vive nadie y donde los chinos se instalan cada vez más.

La posición china sobre Ucrania es una de equilibrista, pero eso es una posición constante de Beijing en todos los conflictos.