El 26 de julio y el 30 de agosto de este año, primero Níger y luego Gabón vivieron un golpe de Estado. En el último, luego de que el Presidente Ali Bongo Ondimba fuera reelegido bajo sospechas de fraude, la jefatura del Ejército gabonés decidió encerrarlo y terminar con los 55 años de poder de la familia Bongo en el país.

En Niamey, la intervención militar del general Abdourahamane Tchiani tuvo razones menos elaboradas: ante la “incoherencia e ineficacia” de la gestión del Presidente Mohamed Bazoum, los sublevados decidieron tomarse el poder, y de momento siguen teniendo al mandatario anterior como rehén en el palacio presidencial. La toma del poder, condenada por gran parte de los países africanos, trajo también un conflicto con Francia, luego de que la junta ordenara la expulsión del embajador galo.

Desde 2019 hasta ahora, la región ha vivido una serie de golpes que lejos ha estado de estabilizar los países donde ocurren. En Sudán, a tres años de la intervención, una guerra civil entre dos generales explotó hace poco. Con Chad en 2021, Guinea-Conakry en 2021, Mali en 2020 y 2021 y dos golpes en Burkina Faso el año 2022, los países donde se han tumbado los gobiernos a través de las armas forman precisamente un corredor de este a oeste en África, precisamente ahí donde se concentran las naciones más pobres: el Sahel.

Manifestantes a favor del golpe en Níger a la salida de los cuarteles generales del Ejército francés, en Niamey. Foto: Reuters

Desde la Unión Europea, en una junta de ministros de Defensa que tuvo lugar en España, el alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad del bloque, Josep Borrell, se mostró preocupado por lo que evidenciaba el golpe de julio. “Es claro que el golpe en Níger está abriendo una nueva era de inestabilidad en una región que ya estaba frágil”, comentó el español, pocos días antes de que se diera el golpe en Gabón.

En las excolonias francesas, un sentimiento anti-galo ha venido creciendo y siendo usado por los golpistas, que normalmente botan a presidentes electos que tenían buenas relaciones con París. Al mismo tiempo, el grupo de mercenarios rusos Wagner expande su presencia en el continente, sobre todo en países que viven una guerra contra grupos yihadistas.

Antonio Tajani, canciller italiano, se refirió al golpe en la misma reunión que Borrell: “Los rusos no están detrás del golpe en Níger, pero van a usar la situación, la inestabilidad, para una nueva colonización. China hará lo mismo, pero Rusia es más peligrosa ahora mismo debido a Wagner”.

Militares gaboneses aparecen en televisión mientras anuncian que han tomado el poder tras la reelección del Presidente Ali Bongo Ondimba, el 30 de agosto de 2023. Foto: Reuters

Los motivos de los distintos golpes que ha venido viviendo África son variados. En Chad, la muerte del presidente en el campo de batalla trajo la instalación del hijo, que fue rápidamente sacado del poder por el Ejército, mientras que en Gabón la reelección de Bongo, que extendería su gobierno que llevaba 14 años, motivó a los sublevados. Según Natalie Mezo, activista por los derechos de la mujer en Gabón, el golpe era previsible: “¡La población gabonesa tiene hambre de cambio! Por eso, la mayoría de la gente, aunque sea un golpe militar, se siente aliviada de que por fin terminen 60 años de dinastía familiar”, explicó a la cadena alemana Deutsche Welle.

En conversación con la agencia turca Anadolu, el profesor de ciencias políticas de la Kyambogo University de Uganda, Sultan Kakuba, señaló que los golpes de Estado en África habían sido comunes durante muchos años después de las independencias de sus países, pero que se habían vuelto raros ya en las últimas dos décadas. Según él, la mezcla de malos liderazgos con dificultades económicas han influenciado a los líderes militares para tomar el poder.

El periodista Bram Posthumus, con 30 años de experiencia trabajando y viviendo en África Occidental y Meridional, relaciona un percibido “fracaso” de las democracias, sobre todo en los países más pobres del mundo, a la motivación que tienen los generales de pasar por encima de las Constituciones y nombrarse jefes de Estado. “Una de las cosas que demuestran estos golpes de Estado sucesivos es que el experimento con la democracia de estilo occidental, al menos en el Sahel, ha sido un completo fracaso. La democracia no ha abordado ninguno de los problemas básicos de la gente, ya sea violencia, pobreza o falta de oportunidades económicas. Y estas juntas militares son expertas en hacer creer a la gente que resolverán esos problemas, pero no lo harán”, indicó a Deutsche Welle.

Manifestaciones a favor del golpe en Níger. Foto: Reuters

Una cosa, sin embargo, llama la atención especialmente en el Sahel: el sentimiento antifrancés en las excolonias. París ha venido manteniendo una fuerte presencia militar en los países de África Occidental, sobre todo en apoyo a la lucha antiyihadista en la zona, además de fuertes lazos económicos que fueron promovidos en una ya desacreditada política post-colonial, que se conoció como la “Françafrique”.

El diario The Washington Post señala al respecto: “Las juntas que han botado a los regímenes anteriores han instrumentalizado el resentimiento hacia un legado imperial profundo y complicado con París, junto con la aparición oportunista de Rusia”.

Tal fue el caso de Burkina Faso y Malí, donde los enviados militares de Francia fueron forzados a retirarse luego de que las juntas dejaran claro que su presencia no era bienvenida. En Níger, que había sido la pieza central de los esfuerzos antiterroristas franceses en el Sahel, la retórica antifrancesa abunda.

Mientas que en la África anglófona se podría hablar de “estabilidad política”, no es el caso en las excolonias francesas. “En los países africanos francófonos existe la sensación de que los franceses siempre han estado del lado de los gobernantes, independientemente de su popularidad. Siempre hay una conexión muy fuerte entre Francia y el gobierno que, en muchas ocasiones, no es muy amigo de su propio pueblo”, señaló a Deutsche Welle el abogado Ibrahima Kane.

Por su cercanía con los líderes locales, señala The Economist, “los errores de los gobernantes poco populares hoy, sobre todo cuando se trata de reducir pobreza o bajar la violencia, son rápidamente achacados a Francia”.

En agosto, luego del golpe de Níger, un grupo de parlamentarios de centroderecha franceses escribió una carta al Presidente Emmanuel Macron, llamándolo a reconsiderar el rol de su país en África. “Hoy, la Françafrique de ayer está siendo reemplazada Russafrique militar, una Chinafrique económica y una Americafrique diplomática”, indicó la carta, lamentándose por cómo “África, un continente amigo, no parece ya entender a Francia, y cada vez está contestando más su rol y su presencia”.

Al respecto, el diario francés Le Figaro advirtió de “el peligro del contagio” ante los golpes de Estado en África. En un editorial adjunto, el periódico llamó a “liquidar la ‘Françafrique’”, sacrificando un poco en el presente para salvar el futuro.

El diario Le Monde, en tanto, se preguntó “cómo Francia pasó a ser no deseada en el Sahel”. “Después de los golpes de Estado en Mali y luego en Burkina Faso, el golpe que derrocó al Presidente de Níger, Mohamed Bazoum, el 26 de julio, obligó a París a revisar en profundidad las condiciones de su presencia en la región. Francia se ve devuelta a lo que alguna vez consideró su ‘patio trasero’”, escribió.

En declaraciones al mismo periódico, la canciller francesa, Catherine Colonna, reconoció este domingo que la “Françafrique está muerta desde hace mucho tiempo”.