Lo que parecía ser un escándalo más para el primer ministro británico, Boris Johnson, que ha demostrado poder sortearlos con facilidad, se ha transformado en una verdadera tormenta política que lo tiene luchando por permanecer en el 10 de Downing Street, tras una serie de renuncias al interior del gabinete.
La crisis se desató el miércoles de la semana pasada, producto del escándalo sexual de Chris Pincher, un diputado prácticamente desconocido para la opinión pública que, según testigos, “toqueteó” a dos hombres en el exclusivo Carlton Club. Posteriormente, se conoció que más de una docena de varones, entre los que se encuentran muchos conservadores, denunciaron que en la última década también fueron víctimas de comportamientos inapropiados por parte del acusado. Se trata del cuarto escándalo sexual en el que miembros del Partido Conservador se han visto involucrados en dos meses.
Si bien el parlamentario pidió perdón, fue suspendido de la colectividad y señaló que se encuentra buscando apoyo médico profesional, no fue suficiente para contener la crisis. Esto, debido al manejo de Johnson ante el escándalo. Primero, el gobierno insistió en que el premier no estaba al tanto de ninguna acusación de mala conducta contra Pincher. Sin embargo, el lunes, un portavoz admitió que Johnson sí conocía las especulaciones, pero insistió en que no había base para bloquear su nombramiento como responsable de disciplina de los conservadores.
Ante esto, dos de las figuras más fuertes del gabinete y quienes habían respaldado públicamente a Johnson durante los meses de escándalo por la conducta de su gobierno y por un informe condenatorio sobre las fiestas en su despacho y residencia de Downing Street -que infringieron las estrictas normas de confinamiento por el Covid-19-, presentaron su renuncia este martes. Se trata del ministro del Tesoro, Rishi Sunak -considerado durante mucho tiempo como el favorito para suceder al premier- y el titular de la cartera de Salud, Sajid Javid.
Mediante cartas, que fueron divulgadas por las redes sociales, Sunak indicó que el primer ministro “no cumple los estándares de conducta y competencia requeridos”. “El público espera con razón que el gobierno se lleve a cabo de manera adecuada, competente y seria”, lo que no sucede en la actualidad, afirma en su misiva. En tanto, Javid afirmó que no puede, “en conciencia, seguir sirviendo en este gobierno”. “Soy una persona de equipo por instinto, pero los ciudadanos británicos esperan acertadamente que haya integridad en el gobierno”, manifestó.
Estas renuncias impulsaron a otros a tomar la misma decisión. Es el caso de Saqib Bhatti, secretario privado parlamentario del que fuera ministro de Salud; Jonathan Gullis, secretario privado parlamentario del ministro para Irlanda del Norte; Bim Afoli, vicepresidente del Partido Conservador; Nicola Richards, secretaria privada parlamentaria del Departamento de Transportes; Virginia Crosbie, secretaria privada parlamentaria del ministro de Gales, y el procurador general, Alex Chalk.
También presentaron su renuncia Theo Clarke, enviada comercial para Kenia, y Andrew Murrison, enviado comercial para Marruecos. Se esperaba que esta lista solo fuera en aumento.
Johnson respondió a la partida de Rishi Sunak diciendo que “lamentaba” haber recibido la carta de renuncia y elogió su “servicio sobresaliente”. Palabras similares le dedicó a Sajid Javid y sugirió que su gobierno “continuaría entregando” planes para el Servicio Nacional de Salud (NHS).
Los nombramientos para el reemplazo de Sunak y Javid no se hicieron esperar y el primer ministro se apresuró en la noche a cambiar a su actual jefe de gabinete, Steve Barclay, para reemplazar a Javid en el Departamento de Salud y Atención Social. Más tarde, anunció que Nadhim Zahawi reemplazaría a Sunak en Tesoro, y que Michelle Donelan sería ascendida a secretaria de Educación para reemplazar a Zahawi.
Las posibilidades de sobrevivencia en el corto plazo de Johnson fueron impulsadas por el viceprimer ministro Dominic Raab, la secretaria de Relaciones Exteriores Liz Truss, la secretaria del Interior Priti Patel, el secretario de Defensa Ben Wallace y la secretaria de Trabajo y Pensiones Therese Coffey, quienes declararon que no renunciarán. Mientras que Michael Gove, secretario de Vivienda, también ha decido permanecer en el gobierno.
Lord Frost, que ejerció de enviado clave de Johnson para el Brexit, dijo que Sunak y Javid habían hecho “lo correcto” y que el primer ministro no podía cambiar. Pero los ánimos no eran buenos en el gobierno, incluso entre quienes habían decido no renunciar. De hecho, un ministro le dijo al diario The Daily Mail que algunos de sus colegas más cercanos “se habían quedado sin simpatía por el primer ministro”.
El ministro del Brexit, Jacob Rees-Mogg, fue enviado a sacar la cara por Johnson y señaló que no existe una razón “constitucional” para que el primer ministro se vaya. Cuando se le preguntó si realmente sobreviviría a un nuevo voto de confianza de los conservadores, Rees-Mogg dijo a Sky News: “Es muy posible que gane otro”.
En el otro lado de la vereda política, el líder laborista Keir Starmer aprovechó el mal momento de Johnson y pidió elecciones anticipadas. “No es apto para ser primer ministro. No es apto para gobernar el país”, dijo.
“De eso se están dando cuenta muchas personas en el Partido Conservador, pero tienen que reflexionar sobre eso, que lo han respaldado durante meses y meses y meses”, agregó.
¿Qué viene ahora?
Al reemplazar rápidamente tanto a Sunak como Javid ahora Johnson tiene que empezar a reforzar el apoyo entre el resto de sus rangos ministeriales y los parlamentarios conservadores. Pero el panorama es complejo, porque su liderazgo ya se encontraba cuestionado.
La semana pasada, Oliver Dowden, presidente del Partido Conservador, también presentó la renuncia ante la grave derrota de los conservadores en las elecciones parciales celebradas en dos distritos clave y al momento de presentar su dimisión indicó que “alguien debe asumir la responsabilidad”.
Uno de los posibles escenarios es que el mismo Johnson llame a un voto de confianza sobre su liderazgo, desafiando así a los parlamentarios conservadores a votar por él. El premier podría intentar adelantar el receso de verano del Parlamento y enviarlos a sus distritos electorales antes de lo planeado, eso en caso de que quiera evitar que los diputados conspiren en Westminster.
Otra posibilidad, aunque más bien remota, podría ser que Johnson convoque a elecciones generales anticipadas en un intento por buscar un nuevo mandato del país. Si eso sucediera, el cálculo en el gobierno sería que, aunque un número cada vez mayor de parlamentarios conservadores quieren que se vaya, los propios votantes aún podrían respaldarlo para que permanezca en el cargo.
En todo caso, desde hace algún tiempo existe un grupo de parlamentarios conservadores que quieren que Johnson renuncie al cargo y están presionando para cambiar las reglas del partido con el fin de forzar un nuevo voto de censura a Johnson. Esto, pese a que el primer ministro ganó el desafío sobre su liderazgo el mes pasado, que le otorgó 12 meses de inmunidad de otro voto, según las reglas actuales.
La prensa británica especulaba que es probable que este grupo de rebeldes intente asegurar puestos clave en el Comité 1922, el poderoso organismo “tory” a cargo de los desafíos por el liderazgo, en una batalla con los leales al primer ministro. Si obtienen una mayoría en el Ejecutivo de 18 miembros del comité, podrán forzar el cambio de reglas que desean.
Sin embargo, considerando que las elecciones para el Ejecutivo de 1922 no se llevarán a cabo hasta la próxima semana y los parlamentarios tendrán sus vacaciones de verano a finales de este mes, Johnson aún podría estar a salvo de otra contienda hasta septiembre.
Starmer podría intentar sacar al primer ministro de Downing Street presentando una moción de censura sobre el gobierno de Johnson en la Cámara de los Comunes. Si lo hiciera, el líder laborista estaría calculando que los parlamentarios conservadores que están aburridos de Johnson se pondrían del lado de la oposición y votarían para derrocar a su propio gobierno.
Una situación parecida había ocurrido en enero de 2019, cuando el entonces líder laborista, Jeremy Corbyn, desafió a la premier Theresa May, quien logró en ese momento permanecer en el puesto.
Si bien para Johnson la idea de renunciar es una “locura”, los medios locales comenzaron a especular quién podría ser su sucesor. Entre los principales candidatos se encuentran la secretaria de Relaciones Exteriores, Liz Truss, y uno de sus predecesores en el cargo, Jeremy Hunt, quienes no han ocultado su deseo de ocupar el puesto más alto.
Otros candidatos que se espera se unan a la carrera por el liderazgo incluyen al secretario de Defensa, Ben Wallace, quien, al igual que Truss, es muy popular entre los conservadores de base debido a su dura posición sobre la guerra de Ucrania.
También suenan Tom Tugendhat, el exoficial del Ejército británico y presidente del Comité de Asuntos Exteriores, y Mark Harper, el exjefe de bancada convertido en crítico del manejo de la pandemia de Covid por parte del primer ministro.
Mientras ocurría este escándalo y en una suerte de ironía, la expremier británica Theresa May se encontraba en la Royal Opera House con su esposo para ver Pagliacci, que se traduce del italiano como Payasos. La ópera que termina en destrucción y miseria, posee la famosa frase final que dice “la commedia è finita” (la comedia ha terminado).