Las noticias de sus excesos, que incluyen la serie de fiestas en Downing Street en tiempos de pandemia, han hecho mella en la reputación de Boris Johnson y ahora su cargo parece pender de un hilo. Si bien el primer ministro de Reino Unido rechazó ayer los llamados a que renuncie en un fogoso discurso en el Parlamento, su defensa no bastaría para impedir que los legisladores de su propio Partido Conservador traten de derrocarlo.
Johnson asistió a una fiesta con bebidas alcohólicas en el jardín de la residencia oficial de Downing Street en mayo de 2020, cuando estaban prohibidas las reuniones fuera de las casas, para contener la transmisión del Covid-19.
En una sesión de control al premier en la Cámara de los Comunes, la diputada liberal demócrata Wendy Charmberlain le preguntó si “le ha llegado la hora de dimitir” y Johnson respondió un categórico “no”. Así, indicó que ya se ha “disculpado sinceramente” por “cualquier error cometido” y pidió a los parlamentarios esperar las conclusiones de la investigación independiente que lleva a cabo Sue Gray, que llegarán la próxima semana, según comentó.
Pero las presiones sobre el jefe de gobierno británico aumentaron cuando un legislador conservador se pasó durante la jornada al opositor Partido Laborista y un exmiembro de su gabinete lo exhortó: “En el nombre de Dios, ¡vete!”.
David Davis, exministro del Brexit, hizo la exhortación durante una sesión de preguntas al primer ministro en la Cámara de los Comunes, donde Johnson defendió la trayectoria de su gobierno en materia económica, de lucha contra el crimen y el combate contra la pandemia. Trató de evadir las preguntas sobre el escándalo “fiestagate” que amenaza con poner fin a su carrera, destacó The Associated Press.
“Nosotros cumplimos mientras que ellos andaban confundidos”, dijo acerca de los políticos opositores. Estos, a su vez, le dijeron que muchos británicos lo consideran un charlatán, un hipócrita, un mentiroso y “estúpido”.
Por su parte, el legislador conservador Christian Wakeford, que se pasó al laborismo, dijo a Johnson: “Tanto usted como el Partido Conservador en su conjunto se han demostrado incapaces de brindarle a este país el liderazgo y gobierno que merece”.
Wakeford escribió una carta a Johnson, de la que se hizo eco la prensa británica, en la que sostuvo que su marcha tiene mucho más que ver con “el liderazgo y la forma tan vergonzosa” en la que se ha comportado el primer ministro en las últimas semanas.
El líder laborista Keir Starmer dio la bienvenida a Wakeford, que se sentó detrás del político opositor en los Comunes e indicó que “cualquiera que quiera construir un Reino Unido basado en la decencia, la seguridad (...) es bienvenido en mi Partido Laborista”.
Los conservadores estudian la posibilidad de pedir un voto de retiro de confianza a Johnson en medio de la furia general provocada por el “fiestagate”. Según The Associated Press, es un impresionante cambio de suerte para el político que hace apenas dos años llevó a los conservadores a su mayor victoria electoral en cuatro décadas.
Bajo las normas del Partido Conservador se puede solicitar el voto de retiro de confianza en el líder del partido si 54 legisladores envían cartas a un funcionario del partido para exigirlo. Hasta ahora, apenas un puñado de legisladores conservadores han reclamado abiertamente la renuncia, pero se cree que varias decenas han enviado las misivas, incluso algunos elegidos en el torrente liderado por Johnson en diciembre de 2019.
“Obviamente, nadie está feliz”
Así, mientras los leales a Johnson inventan la “Operación Salvar al ‘Perro Grande’” como estrategia para mantenerlo en el cargo, un grupo de conservadores rebeldes se dedica a hacer justo lo contrario: se trata de la “Operación Rinka”, detalla el diario The Guardian.
Un backbencher (legislador que no tiene un cargo en el gobierno) apodó así la campaña para expulsar a Johnson en referencia al caso protagonizado por el líder del Partido Liberal, Jeremy Thorpe, en 1975. Considerado uno de los políticos más destacados de su generación, a Thorpe se le acusó de contratar a un expiloto comercial, Andrew Newton, para asesinar a Norman Scott, un exmodelo.
Scott acusaba a Thorpe de haber iniciado una conspiración para desembarazarse de él, cuando se dio cuenta de que sus pretendidas relaciones sexuales (supuestamente mantenidas en los años 60, cuando la homosexualidad era ilegal en Reino Unido) podían poner en peligro su carrera política.
Pero a quien Newton mató de un disparo aquel día de 1975 en el parque nacional de Exmoor fue a Rinka, el gran danés del exmodelo. Si bien Thorpe fue absuelto del cargo de “conspiración para asesinar a Norman Scott”, con aquel perro se fue también la carrera de un hombre llamado a ser uno de los políticos británicos más grandes después de la Segunda Guerra Mundial, según consigna el diario El País.
La principal misión de los articuladores de la “Operación Rinka” es hacer campaña entre los grupos de tories aún indecisos para que tramiten sus votos de “no confianza” con el Comité 1922, mecanismo que facilitaría una nueva competición por el liderazgo del Partido Conservador.
Entre los grupos a los que se presionó para que enviaran cartas de censura se encuentra la nueva incorporación de parlamentarios conservadores de 2019, muchos de los cuales sintieron que le debían su éxito electoral a Johnson. Sin embargo, algunos están igualmente frustrados porque la atención en los partidos durante el confinamiento se ha distraído de la entrega de políticas clave. Dos parlamentarios elegidos ese año dijeron que conocían a una docena de colegas que habían enviado cartas.
El lobby contra Johnson continúa también fuera del Parlamento. Muchos miembros del amplio grupo independiente de apoyo a los tories, los “Grassroots Conservatives”, participan en la “Operación Rinka”, ya que el 40 % de sus afiliados quiere destituir al primer ministro.
“Obviamente, nadie está feliz. Hay muchísima furia, absolutamente. Y está justificada”, dijo Ed Costelloe, presidente de “Grassroots Conservatives”, quien agregó que la mayoría de sus partidarios y seguidores asegura haber escrito a su diputado o rama local del partido para expresar su opinión. “Pero algunas personas dijeron que este no es necesariamente el momento de cambiar al capitán en el puente. Mucha gente ha dicho que cree que debería irse, pero todavía no”, aclaró.