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Por una noche los niños y niñas son los protagonistas. Se disfrazan de fantasmas, monstruos, duendes, hadas, piratas, héroes de cómics y brujas, y recorren las calles en busca de "dulce o travesura". Es Halloween.

Pero ¿cómo se inició esta fiesta? Su origen se remonta unos 2.000 años a un festival celta -un pueblo del norte de Europa- que se celebraba el 1 de noviembre, llamado Samhain (que se pronuncia "sah-win") y que significa "fin de verano".

No hay muchos registros sobre en qué consistía Samhain, pero en él los celtas y sus sacerdotes, llamados druidas, celebraban el inicio de su Año Nuevo, el cual marca el comienzo del invierno. Ellos creían que el 31 de octubre, la noche previa, el señor de la muerte reunía las almas de los muertos que en vida habían sido malos, y que eran condenados a reencarnarse en cuerpos de animales.

Posteriormente esta fiesta pagana -celebración sin vinculación religiosa- se fusiona con dos festividades romanas: Feralio, que se celebraba a fines de octubre para honrar a los muertos, y Pomona, en honor a la diosa de la fruta y los árboles, y que marca el fin de la cosecha.

La tradición de vestirse con disfraces y pedir dulces tuvo su origen en la costumbre medieval de Gran Bretaña e Irlanda, en que los pobres se disfrazaban y pedían comida a cambio de oraciones por los muertos, en una práctica llamada Allhallowtide o Hallowtide (Víspera de Todos los Santos o Día de Todos los Santos), y que se realizaba desde el 31 de octubre hasta el 2 de noviembre. Los disfraces eran tejidos de paja.

La famosa frase "dulce o travesura" nace de la idea de que los espíritus y las brujas hacían daño durante esa noche. Para que eso no ocurriera, se les dejaba comida o dulces, para así honrarlos.

Debido a que el Día de Todos los Santos (celebrado el 1 de noviembre) y Samhain están tan cerca en el calendario, se cree que se influenciaron, y dieron paso a lo que hoy conocemos como Halloween.

Esa costumbre llegó a Norteamérica con los inmigrantes irlandeses en la primera mitad del siglo XIX. A mediados del siglo XX se convirtió en una fiesta infantil. Luego se popularizó entre los adultos.

Hadas y brujas se asociaron con Halloween. Se generalizó y comercializó la fiesta, con disfraces para niños y adultos que se expandieron más allá de los monstruos, incluyendo desde superhéroes, princesas, personajes de películas, e incluso políticos, como las máscaras de Donald Trump del año 2017.

En Chile dejó de ser una fiesta foránea y tomó más fuerza en la década del 2000. Hoy la oferta no es solo para niños, también para adultos con disfraces en las grandes tiendas y una extensa variedad de adornos y golosinas.