Sin duda alguna las intervenciones de Óscar Arias (77) han calado profundo en la política de la región y el mundo. El expresidente de Costa Rica entre los periodos 1986-1990 y 2006-2010, y Premio Nobel de la Paz en 1987, por sus aportes como arquitecto principal del Plan de Paz, que ese mismo año firmaron cinco Presidentes centroamericanos, entre ellos, José Azcona del Hoyo, de Honduras; José Napoleón Duarte, de El Salvador; Marco Vinicio Cerezo Arévalo, de Guatemala y el entonces y actual mandatario de Nicaragua, Daniel Ortega.
La intención fundamental del pacto impulsado por Arias era alcanzar un acuerdo de seguridad para reducir la violencia en cada una de las naciones y sentar bases democráticas. A casi 31 años de la firma, el exmandatario, que se ha transformado en una de las voces más escuchadas de América Latina, llegó a Chile para participar de la tercera edición del foro "Solidaridad Democrática", organizado por Forum 2000 y Fundación para el Progreso. En conversación con La Tercera, afirmó que ante la crisis que enfrenta el gobierno nicaragüense, Ortega "debe poner fin a la represión, liberar a los detenidos y terminar con la censura contra la prensa".
Considerando el contexto político actual de la región, ¿ha sido esquiva la democracia en América Latina?
No, porque hace varias décadas la democracia era la excepción y la norma era la dictadura. Hoy es todo lo contrario, realmente tenemos solo dos dictaduras. Una es Cuba, con mucha edad, y la otra Venezuela, con menos edad, pero que dejó de ser democracia hace un tiempo.
Tras la explosión de la crisis, ¿camina Nicaragua por la misma vía?
Ante las protestas por un malestar generalizado, sobre todo de la juventud, pero también de buena parte del pueblo de Nicaragua, se reprimió y murió gente inocente, pero el Presidente Daniel Ortega ha hablado de un diálogo que se le está demandando. Ahí hay dos opciones que tendrán que discutirse, si se adelantan las elecciones o si se mantiene en el poder hasta que termine su período en el 2021. Lo que sí quedó en evidencia, es que Ortega ha venido preparando el camino para que su esposa lo suceda.
Hace 31 años Centroamérica firmó el Plan para la Paz, donde se sentaron bases democráticas. ¿Este propósito común falló con la crisis de Nicaragua?
Diría que no, porque fueron en contextos y en épocas distintas. Cuando introduzco el Plan de Paz para la región, el leitmotiv para una paz estable y duradera era que los regímenes centroamericanos fueran elegidos democráticamente. En febrero de 1990 Ortega se obligó a hacer elecciones y las perdió, hasta que en 2007 volvió al gobierno.
Usted fue testigo de la primera transición pacífica en cinco décadas, cuando Ortega le entregó la banda a Violeta Barrios de Chamorro. ¿Qué falló en el Estado de Derecho en Nicaragua?
Todo. Cuando volvió Ortega en el 2007, siguió el camino que han seguido otros países pertenecientes al Alba. Desdibujó la separación de poderes, terminó con las garantías y libertades individuales del país, como la libertad de expresión. Nicaragua era una democracia bastante imperfecta, pero al paso que va no puedo ubicarlo todavía entre las dictaduras de América Latina.
¿Pero podría llegar eso?
Puede caminar a eso, si no se llega a una solución satisfactoria para estos movimientos que se han manifestado. Es una oposición que él (Ortega) nunca creyó que existía. Todo dependerá de ese diálogo que se va a iniciar.
¿Ve una salida forzosa de Ortega o no es tan así?
Ortega ha sido obligado a establecer un diálogo con la sociedad nicaragüense, donde la Conferencia Episcopal va a jugar un papel importante al igual que los universitarios. Es un poco prematuro saber si va a realizar concesiones que le permitan terminar su mandato.
La Iglesia puso sus propias condiciones para mediar en el conflicto. ¿Peligra su participación si no se cumplen los puntos?
Creo que sí, nadie se esperaba la represión que hubo, ni el número de estudiantes que perdieron sus vidas. Nunca había tenido Ortega manifestaciones tan masivas, así que esto es un llamado de atención para su gobierno, donde se juntan muchas cosas por la creación de una democracia clientelista.
Con crisis como la de Nicaragua o la de Venezuela, ¿qué rol deben tener organismos como la OEA o el Grupo de Lima de cara a su próximo encuentro en México?
Han salido tarde los países latinoamericanos a solidarizar y preocuparse un poco más para tratar de ayudar a resolver estos conflictos. Digo esto, porque no deja de ser irónico que estén más preocupados los europeos que los mismos latinoamericanos.
¿Faltan sanciones desde América Latina, por ejemplo?
Tenemos la Carta Democrática y ciertamente en la OEA, Venezuela ha impedido conseguir los votos, pero conforme pase el tiempo, donde se avecinan unas elecciones fraudulentas, porque el mundo tiene que tener claro que las elecciones de Venezuela son una farsa, es evidente que la reacción de los países latinoamericanos debe ser mucho más vehemente.