En medio de un mundo en permanente cambio, una de las principales enseñanzas que plantea el destacado investigador del campo organizacional y social, Otto Scharmer (63), es cómo liderar en la denominada “era de la disrupción”. Es a raíz de esta interrogante que el profesor del MIT y cofundador del Presencing Institute (PI) creó su revolucionaria “Teoría U”, método para fomentar innovación y cambios dentro de las organizaciones basado en el autoconocimiento. Este enfoque que le significó reconocimiento mundial, trabajo que además lo trajo por tercera vez de visita a Chile.
Pero ¿qué implica vivir en tiempos de disrupción? El académico explica que esto abarca tres dimensiones: la crisis medioambiental, provocada por una desconexión entre los humanos y la naturaleza; problemáticas sociales como la desigualdad y la violencia, a raíz de una desconexión entre unos y otros; y la desconexión personal, “la división entre mi yo actual y mi yo emergente”. Esta última se manifiesta en síntomas de ansiedad y depresión y, según advierte, es uno de los principales problemas de esta nueva era.
Es en este contexto que el investigador alemán-estadounidense viajó a Chile invitado por el Programa de Liderazgo Ecosistémico Latam, ocasión en la que compartió con distintos miembros de la sociedad civil, académicos y líderes de Chile y Latinoamérica. En medio de su visita conversó con La Tercera.
Sabemos cómo las enfermedades de salud mental pueden afectar a nivel individual, pero a nivel global, ¿cómo pueden transformarse en un problema masivo?
Diría que es uno de los mayores problemas que tenemos hoy, que no hemos abordado de otra manera que no sea dando recetas a la gente. Y la forma en que se muestra en nuestra cultura es que vivimos en un estado de depresión colectiva. Hay una creciente sensación de desesperanza, de “no es bueno hacia donde vamos, pero ¿qué puedo hacer?”. Es demasiado grande. Hace unos días salió el nuevo Informe sobre Desarrollo Humano de la ONU. Y una de las principales conclusiones es que la mayoría de la gente quiere ver un cambio real en la división ecológica, social y también de bienestar. Sin embargo, la mayoría piensa que son los únicos que piensan así y que nadie más lo hace. Pero cuando se encuesta a la gente la gran mayoría piensa así. Es un fenómeno realmente interesante.
Una diversidad de voces alrededor del mundo ha puesto énfasis en la urgencia de actuar en temas como las guerras, la violencia y la crisis climática, sin embargo, estas problemáticas persisten. ¿Qué les está faltando a los liderazgos actuales? ¿Cómo se puede lograr una unidad por cambios reales en un mundo así de polarizado?
Sabemos cuáles son los problemas y en principio sabemos cuáles son las soluciones. Acabo de esbozarlos y estoy seguro de que los que lean esta conversación ya lo habrán oído antes, pero ¿qué es lo que no estamos haciendo? Ponerlas en práctica. Cuando hablas con lideres alrededor del mundo, una de las cosas más importantes a las que se enfrentan son la falta de comunicación social y de habilidades de liderazgo que nos permitan llegar más allá de nuestra propia burbuja. Ninguno de los grandes problemas que enfrentamos hoy puede resolverse dentro de nuestra propia burbuja, aunque estés en la institución más poderosa del mundo, no puedes hacerlo sin las otras partes interesadas. Y a menudo estas relaciones no existen. Entonces ¿qué influencia tienes? Escuchar para mejorar la calidad de la conversación. Si escuchas desde un lugar profundo puedes construir una relación y esa relación te permite hacer que las cosas sucedan. En otras palabras, si quieres cambiar a otra persona, primero tienes que estar dispuesto a cambiar tú.
En relación al trabajo que ha estado realizando en esta parte del mundo, ¿hay algo que destaque de América Latina por sobre otras partes del mundo?
Creo que lo que ocurre actualmente en América Latina es de máximo interés a nivel planetario. Lo que yo diría es que, personalmente, siempre me ha inspirado que durante su campaña electoral el Presidente Boric dijo: “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”. Creo que esa aspiración es algo que resuena en la gente más allá de este país, más allá de la región. Si nos fijamos en las tres divisiones de la disrupción que mencioné, está muy relacionado con eso. Tiene que ver con nuestra economía, con el neoliberalismo y con nuestros marcos en torno a eso.
Creo que en general aquí en América Latina están adelantados, porque aquí es peor, empezó antes. Y estamos avanzando hacia una situación en la que tanto la crisis medioambiental como la social alcanzaron un punto cúlmine. Esta es la dirección que tenemos en muchos lugares, que ocurrió aquí antes y dio lugar a la iniciativa constitucional. Pero lo que aprendí aquí es que la forma en que se llevó a cabo carecía de las tecnologías sociales y los espacios que permiten traer no sólo la voz más alta de la sociedad civil, sino las voces de aquellos que no son escuchados.
Eso es lo que me atrajo aquí, creo que lo que está sucediendo aquí está justo por delante de la curva. Lo que veo pasando en Latinoamérica es que en estos espacios donde hay nuevas formas de liderazgo, de liderazgo colectivo, de reunirse de una manera menos egoísta y más organizada en torno a lo que realmente se necesita, hay presencia de liderazgo femenino. Creo que el futuro del liderazgo será más consciente, más colectivo y más femenino.
¿Cuáles cree que son los principales retos que conlleva ser Presidente a estas alturas del siglo XXI? ¿Cómo cree que ha evolucionado este papel a lo largo de los años?
Yo diría que el Presidente de hoy es diferente porque nos enfrentamos a retos a los que no nos habíamos enfrentado antes, y vivimos en una época en la que nadie puede hacerlo solo, independientemente de lo poderoso que seas como Presidente. Eso es cierto aquí. Es cierto en Estados Unidos. Es cierto incluso en países como China, donde los poderes del Presidente son mucho mayores. Pero, al fin y al cabo, esta excesiva centralización del poder no va a ser la solución. Creo que tenemos que actualizar nuestro sistema democrático actual para hacerlo más distribuido, más descentralizado, más dialógico, lo que significa cambiar la calidad de la conversación que tenemos unos con otros.
Se ha visto que el período de “luna de miel” de los nuevos presidentes está durando menos que en el pasado. ¿Por qué está sucediendo esto?
Es un fenómeno mundial y creo que hasta cierto punto es comprensible que la gente proyecte la solución del problema, no sólo en alguien ajeno a ellos mismos, sino también en este caso en una sola persona. Creo que nosotros como sociedad civil necesitamos mirarnos en el espejo. Esperamos que el gobierno haga lo que nosotros mismos no podemos hacer. Aquí hay otro dato interesante, hace unos días el Informe sobre Desarrollo Humano de la ONU compartió que más del 90% de la población mundial apoya la democracia, pero más de la mitad de la misma gente está dispuesta a elegir autócratas populistas que socavan los principios democráticos. Hay una contradicción y falta que nuestra parte se mire en el espejo.