A enemigo que huye, puente de plata: luego de una semana de intensas recriminaciones, abandonos y exigencias de dimisión hacia Pablo Casado, ayer el clima al interior del Partido Popular se calmó, los puñales se detuvieron y hasta aplausos sacó la última intervención del palentino en la sesión de control del Congreso.
En un tono solemne, esta mañana Pablo Casado se despidió de la Cámara Baja del Parlamento español, en las que se se estimaban eran sus últimas horas como presidente del Partido Popular. El día anterior, la renuncia de su secretario general, Teodoro García Egea, y el inicio de las gestiones para convocar a un congreso extraordinario en la colectividad conservadora se mostraron insuficientes para parar la crisis: todos los “barones” –presidente regionales del partido– ya se habían hecho con la idea de que la era Casado terminaba en el PP. No obstante, durante la madrugada se definió que su salida se hará efectiva en abril.
El martes había sido el gran día de las “puñaladas”, y muchos de los colaboradores cercanos de Casado le habían dado la espalda, dimitiendo a sus cargos o sumándose a las voces que pedían su dimisión, a causa del affaire Díaz Ayuso. Como señala una columna en el diario El País, fue “una derrota por knock out del denunciante frente al denunciado”: la presidenta de la Comunidad de Madrid contaba con más apoyo, tanto en el PP como en la calle, y los barones decidieron cortar el hilo más delgado.
“Entiendo la política desde el respeto a los adversarios y la entrega a los compañeros”, señaló este miércoles Pablo Casado, en lo que se suponía una “sesión de control” rutinaria en el Parlamento español. En vez de hacerle preguntas y tratar de acorralar al presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, el líder del PP mostró un discurso más conciliador, a sabiendas de que esta sería su última intervención como cabeza de la oposición en el hemiciclo, y llegando a recordar el aniversario número 41 de un golpe de Estado y refiriéndose a cómo el PSOE y su partido fueron capaces de “superar las enemistades y fracturas con un pacto constitucional ejemplar”.
Luego de su discurso, leído en clave de despedida, toda su bancada se paró a aplaudirlo: a pesar de ser estos mismos diputados los que le habían dado la espalda, exigiendo su salida durante la última semana, Casado parecía haber pagado ya el precio. Su eventual dimisión se daba por sobreentendida ya desde el martes, luego de la renuncia de su secretario general, Teodoro García Egea, y el llamado a Junta Directiva Nacional del PP para el próximo martes, paso reglamentario para la cita a un congreso extraordinario del partido conservador.
Como respuesta a su intervención, Pedro Sánchez afirmó que “desde la diferencia y la discrepancia política (...) le deseo en lo personal lo mejor”. Eso sí, el socialista no dudó en recordarle cómo durante sus años de gobierno Casado se había “instalado en la descalificación constante estos dos años, negando un principio democrático esencial como es la propia legitimidad y la existencia de este gobierno, emanado de la voluntad popular y la representación legítima en las cortes”. Para terminar dando un motivo de calma al PP, Sánchez dejó claro ante el Congreso que no adelantaría las elecciones generales en plena crisis de sus oponentes políticos.
Sin tomar su derecho a réplica, y con este intercambio finalizado, Casado se paró de su asiento y salió del hemiciclo.
Sin aún renunciar formalmente al cargo, Casado enfrentó un miércoles de vía crucis mucho menos áspero que los días anteriores. Desde que decidiese abrir un expediente, acusando públicamente a su correligionaria Isabel Díaz Ayuso de tráfico de influencias en contratos por mascarillas adjudicados a su hermano, las cosas solo se pusieron cuesta arriba para el originario de Palencia.
Una serie de protestas de militantes “populares” a las salidas de la sede central del partido, aclamando a la presidenta de la comunidad madrileña y pidiendo la dimisión de Casado, dejó en claro desde el principio que el líder tenía las de perder en el “gallito” con Díaz Ayuso. Unas cuantas horas después de abrir el expediente contra la periodista, Casado decidió cerrarlo, pero ya era demasiado tarde: desde los líderes regionales se exigía el fin de su presidencia, que había dado un espectáculo al hacer que España “estuviese pendiente de nuestra vida orgánica”.
Entre lunes y martes, los titulares en los portales españoles se sucedían entre renuncias de colaboradores casadistas, como el alcalde de Madrid y portavoz nacional del PP, José Luis Martínez Almeida, y declaraciones a favor de la renuncia de Casado, como la de Juanma Moreno, presidente del PP andaluz, que dejaba en claro su preferencia por el gallego Alberto Núñez Feijóo a la cabeza de la colectividad.
El martes, en su momento de mayor soledad, Pablo Casado echó mano de sus últimos recursos para mantenerse en su cargo, pero las renuncias de Teodoro García Egea y el llamado a un futuro congreso extraordinario no fueron suficientes, y fuentes al interior del PP comenzaron a dar a los medios la noticia de que la dimisión del palentino era cosa “decidida”.
Otra cosa ya decidida sería el reemplazo –temporal o no– de Casado: el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. En principio, fue el “barón” con mayor ascendencia entre el resto, y así todos los líderes regionales del PP lo admitieron: “Es un referente para todos”, dijo este miércoles Alfonso Fernández Mañueco, de Castilla y León, haciendo eco de lo dicho por el andaluz Juanma Moreno. “Tiene una enorme experiencia política y muy buena reputación”, había dicho el presidente de la Junta de Andalucía.
Para mayor claridad, todos los barones sostuvieron hasta la madrugada de este jueves una reunión con Casado en Madrid. Un poco antes, el presidente en “decidida” salida se encontró con Feijóo, en lo que todos los medios españoles indicaron como el claro signo de que el gallego sería el sucesor de Casado. El presidente del PP en Murcia, Fernando López Miras, llegó unos minutos tarde a la reunión, pero no dudó en espetarlo: “La solución es Feijóo”.
Se afirmaba que en la reunión, a la que llegaron 15 de los 17 líderes autonómicos del partido, la mayoría de los “barones” se había inclinado por llamar a Casado a su dimisión la misma noche, pero esto -tras la resistencia del líder del PP- finalmente no se concretó y quedó establecida para el congreso extraordinario de abril.