El Papa ha instado a la comunidad internacional a “superar los retrasos” en la distribución de las vacunas contra el coronavirus promover su reparto “especialmente en los países más pobres”. El Pontífice ha enumerado, además, las “llagas” que deja la pandemia entre los enfermos y los afectados por la crisis económica.
El Pontífice ha impartido la tradicional bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo), que lleva pareja la indulgencia plenaria, desde el interior de la basílica de San Pedro, tras haber celebrado la misa de Pascua del Domingo de Resurrección. La homilía no ha sido pronunciada y ha sido sustituida por un momento de silencio.
“La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo -y es escandaloso- los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan”, ha añadido Francisco.
De este modo, ha lamentado que todavía hay “demasiadas guerras y demasiada violencia en el mundo” para recordar que este 4 de abril se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona. El Papa las ha definido como “artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año e impiden que los hombres caminen juntos por los senderos de la vida, sin temer las asechanzas de destrucción y muerte”. “¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte!”, ha insistido.
En años anteriores el Papa solía asomarse al balcón central de la Logia para impartir la bendición apostólica ante cientos de fieles congregados pero las restricciones en Italia que está completamente confinada lo han impedido.
El Pontífice ha aprovechado la bendición apostólica para hacer un repaso de las “llagas” del mundo ante las que “Cristo resucitado es esperanza”.
Así ha comenzado refiriéndose a todos los que aún sufren a causa de la pandemia como “los enfermos”, “los que perdieron a un ser querido” o los que “han perdido el trabajo” para los que ha pedido que reciban “la ayuda imprescindible para un sustento adecuado”. “Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas”, ha subrayado.
Además, ha recordado a los jóvenes que se han visto obligados a “pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad” y ha reivindicado la necesidad de “experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad”.
El Papa también ha hecho un análisis geopolítico de los conflictos del mundo. Así ha recordado a los jóvenes de Myanmar, “que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor”. Y ha reivindicado un “renacimiento” para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria.
“En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario”, ha dicho el Papa que también ha elogiado a los países que los acogen “con generosidad” como Líbano y Jordania han hecho con los sirios.
Igualmente, ha aprovechado su alocución para pedir la paz en Siria, en Yemen “cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso” y en Libia, “donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos”. El Papa también ha pedido la convivencia pacífica entre israelíes y palestinos y ha deseado que los dos Estados vivan “en paz y prosperidad” y ha recordado Irak adónde viajó en marzo.
Asimismo, ha instado al fin de la “violencia interna y el terrorismo internacional, especialmente en el Sahel y en Nigeria, así como en la región de Tigray y Cabo Delgado”. Finalmente, ha recordado los conflictos en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj para que quienes los combaten “puedan volver sanos y salvos con sus familias”.