"Las estadísticas lo demuestran, estamos frente a una hemorragia de vocaciones", sentenció el Papa Francisco en enero de 2017, ante el plenario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. Meses después, en mayo de este año, al inaugurar la 71 Asamblea de la Conferencia Episcopal Italiana, insistió sobre el tema. "Lo que más me preocupa es la crisis de las vocaciones (…) ¿Cuántos seminarios, iglesias, monasterios y conventos se cerrarán en los próximos años por falta de vocaciones?", señaló en esa oportunidad. Detrás de las palabras del Papa se esconde la sostenida caída que viene experimentando el número de seminaristas a nivel mundial. Uno de los casos más dramáticos es el de Maynooth, en Irlanda, alguna vez considerado el mayor seminario de la cristiandad y construido para albergar a 500 futuros sacerdotes. Hoy solo tiene 25.
Tras la llegada de Juan Pablo II al papado en 1978, las vocaciones religiosas experimentaron un explosivo crecimiento, que superó ampliamente la tasa de aumento de los católicos en el mundo. Ese año los distintos seminarios, según el anuario pontificio (que mantiene un registro de las cifras de los católicos), reunían 63.882 futuros sacerdotes. Doce años después, en 1990, la cifra había escalado a 96.155. Y siguió subiendo incluso después de la muerte de Papa polaco y tras el estallido del primer gran escándalo de abusos en Boston, en 2002. En 2010 la cifra comenzó a estabilizarse y el peak se registró en 2011, cuando el número de vocaciones llegó a 120.616. A partir de entonces ha venido cayendo sostenidamente hasta llegar en 2016 (última cifra oficial disponible) a 116.160. Los números totales esconden, sin embargo, la caída que ya venía registrándose desde hace al menos dos décadas en Europa y América Latina.
En ambas regiones, bastiones tradicionales del catolicismo, se ha producido un desplome del número de fieles en los últimos 25 años. En América Latina, por ejemplo, en 1995, 80% de los latinoamericanos se definían como católicos. Hoy la cifra llega a 65%. A ello se suma el cada vez menor porcentaje que representa Europa en el total de católicos del mundo. Si en 1910 en ese continente vivía el 65% de toda la población católica mundial, hoy solo llega a 24%. Una baja que ha podido ser compensada a nivel mundial por el alza de católicos en África y Asia, los únicos continentes donde el número de fieles ha seguido creciendo. En el primero, por ejemplo, la cifra aumentó 23,2% entre 2010 y 2016.
Para Juan Manuel Vidal, vaticanista español y director de Religión Digital, la causa principal de la caída de las vocaciones está asociada con la creciente secularización y el aumento del nivel de vida. "Cuanto más rico y desarrollado es un país, más se seculariza, y cuanto más se seculariza, más religiosidad pierde", asegura. Según él, "los abusos sexuales y la pérdida de credibilidad eclesial pueden influir, pero de una forma muy tenue".
"El invierno vocacional empezó antes de la aparición del escándalo de abusos, y desde entonces las estadísticas vocacionales se han mantenido", asegura. Para Vidal, se trata de un proceso irreversible. "Por ahora solo se buscan paliativos, como agrupar parroquias u ordenar diáconos", dice.
Para el vaticanista, el único camino para enfrentar efectivamente el problema sería ordenar mujeres sacerdotes y hacer opcional el celibato. Una posición que comparte el sacerdote y exdirector de la revista jesuita de EE.UU. America, Thomas Reese. Según él, "hay muchos jóvenes a quienes les gustaría ser sacerdotes si se pudieran casar. Espero que esto sea planteado en el Sínodo de la Amazonía". El religioso, quien comparte la visión de que la crisis vocacional es anterior a los escándalos de abusos, asegura que otra de las claves para entender el problema se centra en el nivel local. "La gente vive su catolicismo en las parroquias. Si los sacerdotes son aburridos, insensibles, patriarcales y arrogantes, la gente se termina yendo", argumenta.
Para Vidal, la posibilidad de un celibato opcional no está lejana. "Es posible que se active a mediano plazo, quizá tras el Sínodo de la Amazonía, al menos de una forma tímida y restringida", sostiene. Distinta, según él, es la idea de ordenar mujeres sacerdotes. "Eso va para largo", pronostica. No obstante, "tal como evolucionan las cosas, esta Iglesia se acaba y nacerá otra diferente".