El último viaje de un Papa a Irlanda fue en 1979, cuando Juan Pablo II, a un año de haber sido elegido, llegó al entonces principal bastión del catolicismo en Europa. Durante los tres días que se extendió la visita más de 2,5 millones de personas (de una población total de 3,4 millones) asistieron a las distintas ceremonias presididas por el Papa polaco. Y el año siguiente, el 10% de todos los niños nacidos fueron bautizados John Paul, en honor al Pontífice. Dentro de tres meses, el 25 de agosto, el Papa Francisco iniciará la segunda vista de un Papa a ese país. Sin embargo, esta vez, el panorama que se encontrará será radicalmente distinto. "Yo creo que será incluso peor que la visita a Chile", comenta un vaticanista irlandés.
El paralelo entre el proceso que está viviendo la Iglesia Católica chilena y lo que sucedió en Irlanda no es casual. Desde que Francisco envió en abril pasado la carta a los obispos, en la que los llamó a reunirse con él en Roma, el fantasma de Irlanda ha rondado en el Vaticano. Incluso, el Papa hizo llegar el jueves pasado una carta "al pueblo de Dios que peregrina en Chile" que recordó "la Carta a los Católicos de Irlanda" que envió en marzo de 2010 a ese país Benedicto XVI. La razón: los evidentes paralelos entre lo que pasa en Chile y la profunda crisis que ha experimentado la Iglesia Católica irlandesa tras la revelación de los masivos casos de abusos sexuales, físicos y emocionales sufridos por menores en instituciones religiosas desde la creación de la República de Irlanda.
Desde 2010 la influencia de la iglesia católica irlandesa se ha desplomado. "Lo que hemos visto hoy es la culminación de una revolución silenciosa que ha venido produciéndose en Irlanda", dijo el primer ministro Leo Varadkar, tras conocerse el amplio triunfo del Sí en el referéndum que abrió la puerta al aborto en ese país, hace poco más de una semana. Un hecho impensado hace sólo una década y que se suma, como recordó el periódico francés La Croix, a otro hecho inédito: hace tres años Irlanda fue la primera nación en el mundo en legalizar el matrimonio homosexual por voto popular. Ambos acontecimientos revelan, según La Croix, "la complicada situación que vive el catolicismo y su impacto en la realidad socio cultural del país".
Según, Mike Kelly, director del periódico The Irish Catholic, analizar lo que le ha sucedido a la Iglesia en Irlanda es complejo. "No sólo estamos viendo una era de cambios, sino el cambio de una era", asegura a La Tercera, precisando que "Dublín es hoy una de las ciudades más secularizadas del mundo". "Hay realidades diferentes en distintas partes del país, y eso no es sólo por la crisis de los abusos", señala (ver entrevista).
Pero más allá de las causas del fenómeno, en una nación donde el 97% de las escuelas públicas son manejadas por la Iglesia Católica y donde hasta hace un año era obligatorio que los alumnos tuvieran clases de religión católica, la pérdida de apoyo de esa institución revela la profundidad de la crisis. Pese a que en el último censo, un 86% de los irlandeses se declaró católico, las iglesias han sufrida una masiva fuga de fieles. A comienzos de los 70, un 90% de los católicos irlandeses decían haber ido a misa el domingo anterior. En el último sondeo sobre el tema realizado hace un par de años, esa cifra cayó a un 30% y en lugares como Dublín, llegaba a un 20%. Incluso, según la revista jesuita de EE.UU., America, en algunas parroquias de la capital irlandesa la asistencia a misa era de menos del 2%.
Una caída de la feligresía que ha venido de la mano de un derrumbe en las vocaciones sacerdotales. En 2017, Maynooth, que alguna vez fue considerado el mayor seminario de la cristiandad, registró el menor número de miembros en sus 220 años de historia. Sólo seis seminaristas ingresaron ese año. El lugar construido para albergar a 500 seminaristas, había logrado tener en promedio 60 miembros. En los últimos años, sin embargo, está parcialmente vacío. Este año hay 25 seminaristas viviendo en Maynooth. A ello se suma que el 70% de los sacerdotes en Irlanda tienen hoy más de 60 años, según el Irishcentral, el principal medio online de Irlanda.
En un detallado informe sobre la situación de las parroquias en Irlanda, el Irish Examiner asegura que el país enfrenta "un envejecimiento de los sacerdotes y una caída del recurso humano". Además, da cuenta de "un creciente número de parroquias que no tienen un sacerdote residente lo que obliga a un rol más importante de los diáconos o de sacerdotes que deben venir de fuera a hacer misa". Las diócesis han debido reducir el número de misas o unir distintas parroquias tanto por la escasez de sacerdotes como de fieles. El panorama es complejo. "El problema", sentencia un sacerdote", "no es sólo el número de sacerdotes que han sido ordenados o sirven en las diócesis, sino el desafío cultural que estamos enfrentando".
A ese país, llegará el Papa Francisco en agosto.
Los secretos de la visita de Juan Pablo II en 1979
El destino de los dos sacerdotes elegidos para recibir a Juan Pablo II en 1979 es el mejor símbolo de la crisis de la Iglesia Católica de ese país. La comisión organizadora eligió en esa ocasión a dos figuras que eran símbolo de la defensa de los valores que encarnaba la Iglesia en Irlanda. Se trataba del sacerdote Michael Claery y el obispo Eammon Casey. "Ambos eran considerados los más bendecidos entre los clérigos irlandeses", recuerda el periodista Niall O'Dowd. Sin embargo, en la década de los 90 comenzó a revelarse otra historia. Ambos habían mantenido relaciones con mujeres y tenían hijos, a los que mantuvieron ocultos por años. Incluso el obispo Casey admitió haber robado US$ 100 mil de su diócesis para financiar la educación de su hijo.