Un día después de que Manuel Merino renunciara como Presidente interino de Perú tras solo cinco días en el cargo, el dividido y cuestionado Congreso peruano logró ponerse de acuerdo para elegir a un nuevo gobernante, con el objetivo de que asuma las riendas del país y poder terminar así con la crisis política y las protestas, que han dejado dos muertos y más de 100 heridos.
Con una amplia mayoría (97 votos a favor, 26 en contra y ninguna abstención), la lista del congresista del Partido Morado, Francisco Sagasti ganó la elección de la Mesa Directiva del Parlamento y se convirtió en el cuarto Presidente desde 2016.
La nueva Mesa Directiva también la integran Mirtha Vásquez, del partido de izquierda Frente Amplio; Luis Roel, de Acción Popular y Matilde Fernández, de Somos Perú, en la primera, segunda y tercera vicepresidencia, respectivamente. Se espera que Sagasti jure este martes a las 16:00 de Lima.
La jornada en el Congreso se había iniciado con una alta expectativa luego que la noche del domingo los congresistas no le dieran el respaldo a la legisladora del Frente Amplio, Rocío Silva-Santisteban, para que asumiera el liderazgo, al recibir solo 42 votos a favor, mientras que 52 sufragaron en contra y 25 se abstuvieron de votar. Se necesitaban 60 votos para elegir la lista única de la Mesa Directiva.
Existía el consenso entre analistas y parte de la población que la figura que fuese elegida debía provenir de una bancada que votó en contra de la destitución de Martín Vizcarra. Así, la única con ese “pergamino” era el centrista Partido Morado, que tiene nueve escaños de un total de 130.
La crisis política se agravó el lunes 9 de noviembre, cuando el Congreso destituyó al entonces Presidente, Martín Vizcarra, a quien se le acusa de recibir US$ 630 mil en sobornos cuando era gobernador en Moquegua (2011-2014). Esta causa está siendo investigada por la fiscalía y Vizcarra ya declaró el viernes pasado, tras lo cual la fiscalía le prohibió salir del país por 18 meses.
En su calidad de presidente del Congreso, Merino lo reemplazó, pero su gobierno fue impopular desde el primer momento y provocó protestas multitudinarias. La policía reprimió duramente las manifestaciones y dos jóvenes murieron tras recibir disparos de los uniformados. Eso provocó que entre el sábado y el domingo, 13 de sus 19 ministros lo abandonaran. Los militares, por su parte, también le restaron su apoyo. Ante esto, Merino anunció su renuncia en un discurso televisado el domingo al mediodía, generándose así un vacío de poder. Merino calificó de “ladrón” a Vizcarra, quien a su vez le respondió y lo llamó “dictadorzuelo”.
“Sin duda se calmarán los ánimos, porque los que han venido apoyando a Vizcarra hasta el final, son los que ahora han tomado la Presidencia de la República y la presidencia del Congreso. Ellos son los que promovieron las manifestaciones, la violencia, los muertos, los heridos, y lograron lo que querían: que cayera el gobierno de Merino y ahora han tomado tanto la presidencia de la República como el Congreso. Ambos, Sagasti y Vásquez, que será la presidenta del Congreso, respaldaron a Vizcarra hasta el final y votaron contra su vacancia. Mirta Vásquez es del grupo extremista del Frente Amplio y ha dirigido una ONG antiminera”, dijo a La Tercera, el analista peruano y ex ministro del Interior, Fernando Rospigliosi. Otros politólogos, en cambio, consideraban que Merino era un “golpista”.
Congreso fragmentado
La actual crisis que vive Perú tiene su raíz en la falta de representación que viven los partidos políticos y que se arrastra desde hace décadas. Ejemplo de esto es que en el actual Congreso -que fue elegido en enero de este año- fueron 10 los grupos políticos que se repartieron los 130 escaños, sin que ninguno consiguiera la mayoría absoluta. Otra singularidad de este Legislativo es que el partido de Vizcarra no consiguió ninguna representación, por lo que su margen de maniobra era nulo. Como Vizcarra cerró el Congreso, los legisladores culminan sus funciones en julio de 2021 sin posibilidad de reelección.
En el Congreso que se eligió para el período 2016-2021 había 12 agrupaciones y tres escaños sin partido. Las divisiones internas al interior de las colectividades hizo que los partidos sufrieran una serie de deserciones, atomizando más el Congreso. En ese entonces el partido de Keiko Fujimori, Fuerza Popular, ostentaba la mayoría de los escaños y fue justamente esto lo que provocó una serie de tensiones con el entonces gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, cuyo partido Peruanos Por el Kambio solo obtuvo cinco asientos. Con el correr de los años, la bancada fujimorista se partió en dos tras la pelea entre Keiko y su hermano Kenji.
Una situación distinta se vivió en 2011, cuando seis colectividades se repartieron los escaños del Congreso. La coalición Gana Perú -liderada por el partido Nacionalista Peruano, de Ollanta Humala- tenía 47 escaños, mientras que los fujimoristas alcanzaron 37 curules. La gran singularidad se dio que en el Congreso siguiente, el humalismo no consiguió ningún escaño.
“En Perú hay una gran brecha de representación. Para nosotros parte en los 80, con la crisis de los partidos, luego de una crisis económica, terrorismo y narcotráfico, que permitió el surgimiento de Fujimori, que fue un gobierno autoritario que cubre los 90. En este siglo lo que tenemos es algo que también ocurrió en el mundo: los partidos pierden militantes, los programas son más difusos, las identidades se van perdiendo, aunque en Perú esto es mucho más profundo que cualquier otro país”, dijo a La Tercera, el analista Fernando Tuesta.
“Nosotros hemos ido casi la cuna de los outsiders, de los transfugismo y todos esos fenómenos que son parte de esta muerte de los partidos de formación tradicional. Ahora los partidos son mucho más personalistas, son formalmente de alcance nacional pero sin arraigo subnacional. Además ha habido un marco regulatorio muy permisivo para la existencia de estos partidos personalistas. Vamos a tener probablemente unas siete u ocho bancadas en 2021, pero rápidamente esas bancadas o grupos parlamentarios van cambiando de número, porque se van saliendo. Se salen porque un porcentaje alto son invitados de los partidos y éstos no tienen identidades con los partidos, sino que se constituyen en compromisos puntuales para la elección”, concluye.
“Prácticamente todos los partidos han desaparecido, los que ahora se llaman partidos en realidad son membretes con un caudillo, pero no son realmente partidos. Entonces, la fragmentación es total”, señaló Rospigliosi.