El 11 de marzo de 2011, un terremoto de magnitud 9 sacudió la costa noreste de Japón, provocando un tsunami con olas de 15 metros. Pese a que se pudo evitar que la planta nuclear de Fukushima colapsara con el movimiento inicial, no se pudo salvar del posterior tsunami.
Los sistemas de refrigeración de las instalaciones fallaron en los días siguientes, lo que provocó la liberación de toneladas de material radiactivo. Esto resultó en el peor accidente nuclear desde la explosión en Chernobyl, en 1986.
Cerca de 18.500 personas murieron o desaparecieron tras ambas catástrofes, y más de 160.000 tuvieron que abandonar sus hogares.
A las personas y empresas que sobrevivieron se les han pagado miles de millones de dólares en compensación por los daños. De hecho, el mes pasado, un tribunal supremo japonés confirmó un fallo que ordena al gobierno y la empresa que opera la planta pagar otros US$ 9,5 millones a los afectados.
Sin embargo, casi 10 años después, aún existen polémicas en torno al tema. Los medios japoneses reportaron ayer que se liberarán toneladas de agua radioactiva tratada de la planta, tras años de debate sobre cómo deshacerse del líquido.
Controversia
Los grupos ambientalistas y pesqueros se oponen a la decisión. Estos últimos argumentan que nadie querría comprar sus productos si se obtienen de un mar contaminado. La vecina Corea del Sur -que prohíbe la importación de productos marinos de Fukushima- se declaró preocupada por las posibles consecuencias medioambientales.
Sin embargo, muchos científicos han dicho que el riesgo de liberar el líquido de la antigua central no sería tan alto como se cree, ya que el agua se diluiría rápidamente en la inmensidad del Océano Pacífico y que el tritio que posee no es tan nocivo para la salud de humanos y animales. El gobierno, por su parte, ha señalado que aún no se toma una decisión definitiva, aunque esta podría estar a fin de mes, de acuerdo a la agencia de noticias Kyodo.
“Para evitar retrasos en el proceso de desmantelamiento, debemos tomar una decisión rápidamente”, dijo ayer el ministro de Industria de Japón, Hiroshi Kajiyama.
Varios medios japoneses, incluidos los diarios Nikkei y Yomiuri Shimbun, señalan que la liberación de más de un millón de toneladas de agua no comenzaría antes de 2022. El agua se diluiría dentro de la planta antes de soltarla al mar, por lo que estaría 40 veces menos concentrada, y el proceso completo tomaría 30 años.
Aunque el tema se ha discutido por años, últimamente ha adquirido más urgencia, ya que el espacio para almacenar el líquido -que incluye el agua subterránea y la lluvia- se está agotando.