Un bombardeo de Estados Unidos mató este viernes al poderoso general Qasem Soleimani y a un dirigente proiraní en el aeropuerto internacional de Bagdad, exacerbando las tensiones regionales y suscitando llamados de "venganza" de Irán.

El Pentágono dijo que el presidente Donald Trump había dado la orden de "matar" a Soleimani después del ataque de una turba proiraní a la embajada estadounidense en Bagdad el martes.

El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, pidió "severa venganza" por la muerte de Soleimani, en la peor escalada en una temida guerra entre Irán y Estados Unidos en suelo iraquí.

Mientras la embajada estadounidense instaba a sus ciudadanos a irse "inmediatamente" de Irak, Trump tuiteó una foto de la bandera estadounidense sin ninguna explicación.

En el bombardeo estadounidense realizado a primeras horas del viernes contra un convoy de vehículos en el aeropuerto internacional de Bagdad murieron nueve personas, entre ellas el general Soleimani, que estaba a cargo de los asuntos iraquíes en el ejército ideológico de Irán, y Abu Mehdi al Muhandis, con doble nacionalidad iraquí-iraní, que era el número dos de las Fuerzas de Movilización Popular o Hashd al Shaabi, una coalición de paramilitares mayoritariamente proiraníes integrados en el Estado iraquí.

Se trata de "la operación de decapitación más grande jamás llevada a cabo por Estados Unidos, más que las que mataron a Abu Bakr al Bagdadi u Osama bin Laden", jefes del Estado Islámico (EI) y de Al Qaida respectivamente, según Phillip Smyth, un especialista estadounidense en grupos armados chiitas.

Las reacciones no se hicieron esperar. Mientras China, la Unión Europea, Gran Bretaña, Francia o Alemania llamaban a la calma y a la prudencia, Irán y sus satélites como el Hezbolá libanés, el Hamas palestino, o los hutíes yemeníes clamaron venganza. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu interrumpió su viaje a Grecia para regresar de urgencia al país.

"No hay ninguna duda de que la gran nación de Irán y otras naciones libres de la región se vengarán por este horrible crimen del criminal Estados Unidos", prometió el presidente iraní, Hasan Rohani.

La diplomacia iraní convocó al responsable de la embajada suiza, que representa a los intereses de Estados Unidos en Teherán.

En Teherán, miles de personas salieron a las calles para protestar contra los "crímenes" estadounidenses y cantaban "Muerte a Estados Unidos".

Entre dos fuegos

Las muertes del viernes incrementan la amenaza que se cierne sobre Irak desde hace meses: su territorio se está convirtiendo en un campo de batalla indirecto para Irán y Estados Unidos.

El presidente iraquí Barham Saleh instó a "todo el mundo a la moderación" mientras numerosos comandantes proiraníes instaron a "estar listos" para responder al ataque estadounidense.

El primer ministro saliente iraquí, Adel Abdel Mahdi, teme "una guerra devastadora en Irak", al mismo tiempo que el influyente líder chiita iraquí, Moqtada Sadr, anunció la reactivación de su milicia anti-EEUU, el Ejército de Mehdi, al ordenar a sus combatientes a "estar preparados".

El gran ayatolá Ali Sistani, figura tutelar de la política iraquí, consideró que el ataque estadounidense es "injustificado", mientras su representante en la ciudad santa chiita de Kerbala leyó el sermón denunciando "una violación flagrante de la soberanía iraquí" y centenas de fieles gritaron "No a Estados Unidos".

Desde hace años, Irak se encuentra entre dos fuegos, atrapado entre sus dos grandes aliados: Estados Unidos e Irán.

En 2003, al derrocar al régimen del presidente Sadam Husein, Estados Unidos pasó a controlar los asuntos iraquíes. Pero Teherán y los proiraníes se infiltraron en el sistema puesto en marcha por Washington.

Los proiraníes han acumulado un arsenal gracias a Irán, pero también a lo largo de años de combate junto con los estadounidenses, en particular contra el Estado Islámico.

Washington respondió al ataque de su inmenso complejo en el corazón de la ultraprotegida Zona Verde de Bagdad, y a semanas de ataques con cohetes contra sus diplomáticos y soldados.

"Los servicios de inteligencia estadounidenses seguían a Qasem (Soleimani) desde hacía años, pero nunca aceleraron el gatillo. Él lo sabía pero no midió hasta qué punto sus amenazas de crear otra crisis de rehenes en la embajada (en Bagdad) cambiarían las cosas", explica a la AFP Ramzy Mardini, del Institut of Peace, recordando el trauma que causó en Estados Unidos la toma de rehenes en la legación estadounidense en Teherán en 1979.

"Trump cambió las reglas al eliminarlo", aseveró.