Cuando aún resiente los efectos del escándalo que ha puesto en duda la actuación como juez de su actual ministro de Justicia, Sergio Moro, el gobierno del Presidente brasileño Jair Bolsonaro enfrenta hoy la primera huelga general desde que asumió su mandato en enero. La acción, convocada por los sindicatos contra la reforma de las pensiones, coincide con el inicio de la Copa América, de la que Brasil es anfitrión.
Pese a que aún se desconoce el poder de la huelga convocada para hoy, los organizadores de la Copa América admitieron que temen que la paralización del transporte público en Sao Paulo, la mayor ciudad del país, pueda poner en jaque el partido inaugural del torneo, en que Brasil se medirá frente a Bolivia en el Morumbí.
Así, en el día de la huelga, Bolsonaro tendrá una nueva prueba de popularidad durante la apertura de la Copa América en Sao Paulo, después de los abucheos sufridos por la entonces Presidenta Dilma Rousseff en la Copa del Mundo de 2014 y por Michel Temer en los JJ.OO. de 2016.
La jornada de paro tiene como punto central la reforma del sistema de pensiones y jubilaciones, una de las principales banderas del gobierno de Bolsonaro y con las que busca ahorrar US$ 237.000 millones a las arcas públicas en una década, según un reporte presentado ayer por Samuel Moreira, instructor de la comisión parlamentaria que analiza la polémica reforma. Durante la jornada, el diputado también propuso eliminar del texto la posible adopción de un régimen de capitalización individual.
El gobierno considera necesaria la aprobación de la reforma para hacer frente al grave déficit en las cuentas públicas del país y para impulsar una economía que se niega a despegar. El Producto Interno Bruto cayó 0,2% en el primer trimestre y, según las últimas previsiones, puede iniciar un proceso rumbo a la recesión en el segundo trimestre.
Además de la reforma, la huelga reúne bajo su paraguas otras demandas, como el rechazo a los recortes en educación anunciados recientemente por el gobierno y los elevados índices de desempleo persistentes en una economía frágil tras la histórica recesión de 2015 y 2016. "La huelga general viene impulsada por la crisis política y económica que vive Brasil", afirmó el presidente de la Central Única de los Trabajadores (CUT), Vagner Freitas, citado por EFE.
Parte del éxito de la huelga, evalúan las centrales obreras, dependerá de la adhesión del sector transportes. "Es esencial que ellos paren porque, si ellos no adhieren, la impresión es que no hubo paralización", subrayó el secretario general de Força Sindical, Joao Carlos Gonçalves Juruna.
Thomaz Favaro, director para Brasil de la consultora Control Risks, relativiza el impacto del paro. "Por haber logrado la unión de distintas fuerzas sindicales, la huelga general debe lograr un importante nivel de adhesión y potencialmente energizar la oposición. Sin embargo, es poco probable que tenga efectos prácticos en el sentido de bloquear la reforma de las pensiones o las demás iniciativas económicas del gobierno", dijo a La Tercera. "No la veo (la huelga) como un gran problema. A pesar de numerosa, el apoyo a la reforma previsional es mucho mayor. No debe tener un impacto relevante en los partidos de la Copa América", comentó a este medio Thiago de Aragão, analista de la consultora Arko Advice de Brasilia.
Con todo, Favaro advierte que si bien la reforma previsional de Jair Bolsonaro es un factor importante para la recuperación económica, "no debe traer, por sí sola, un crecimiento económico relevante". "Sin una agenda económica más amplia que incluya la reforma tributaria, la apertura comercial y las inversiones en infraestructura, Brasil debe mantener tasas de crecimiento potencial relativamente bajas", concluyó.