La primera ministra, Jacinda Ardern, ha asegurado que se trata de "uno de los días más negros para Nueva Zelandia".
En una rueda de prensa -en la que tampoco confirmó el número de víctimas-, dijo que se trata de "un acto de violencia extraordinario y sin precedentes".
Sobre las motivaciones del ataque, Ardern comentó que entre las víctimas podría haber refugiados y migrantes. "Somos nosotros", sostuvo antes de asegurar que el atacante "no tiene cabida en Nueva Zelanda".
Los colegios y edificios públicos permanecen cerrados tras el ataque y la policía también ha pedido que todas las mezquitas sean cerradas y que nadie se acerque a ellas. Mohan Ibrahim, que se encontraba cerca de una de las mezquitas atacadas, ha asegurado al New Zealand Herald que de repente vieron correr a todo el mundo. "Todavía tengo amigos allí. Les he estado llamando pero a muchos no los he podido localizar".