En las últimas semanas, miles de manifestantes han salido a las calles en los destinos más populares de España, pidiendo restricciones al turismo de masas y un replanteamiento de un modelo de negocio que, según ellos, ha hecho subir los precios de la vivienda y expulsado a la población local de las ciudades.
Desde Málaga a Mallorca y desde Gran Canaria a Granada, los organizadores han subrayado que las protestas no son contra el turismo en sí, sino que más bien son un llamado de atención para que las autoridades adopten un enfoque más equilibrado, que priorice las necesidades de los residentes y al mismo tiempo dé la bienvenida a los visitantes.
Si bien el turismo ha sido durante mucho tiempo una piedra angular de la economía española, los lugareños argumentan que la situación se ha salido de control, lo que ha provocado un conjunto de problemas sociales y económicos.
Peter DeBrine, responsable principal del proyecto de la Unesco sobre turismo sostenible, afirmó que “lo que estamos viendo es que estamos sobrepasando un umbral de tolerancia en estos destinos”. “Realmente estamos tratando de reequilibrar la situación, pero ahora está totalmente desequilibrada”, enfatizó en una entrevista con el periódico inglés The Guardian.
DeBrine señaló una variedad de factores para explicar por qué muchos en España –desde hace tiempo uno de los destinos turísticos más populares del mundo– están ahora liderando la reacción contra el sector. El principal de ellos es la crisis inmobiliaria, dijo, describiéndola como “la gota que colma el vaso”.
El turismo ha exacerbado las preocupaciones existentes sobre la asequibilidad de la vivienda, ya que la proliferación de alojamientos de corta duración expulsa a los residentes locales del mercado. “Creo que eso ha añadido mucha ansiedad y frustración a las personas que viven en estos destinos”, dijo DeBrine.
En particular, los arriendos a corto plazo han provocado un aumento de los precios de la vivienda, y los habitantes de la zona se han visto obligados a vivir en carpas y furgonetas. En Málaga, una “rebelión de las pegatinas” colocó pegatinas de yeso en antiguas viviendas (ahora alquileres turísticos) con mensajes como “Vete a casa” o “Aquí vivía una familia”. En Ibiza, los trabajadores también han debido resignarse a vivir en furgonetas, caravanas y carpas.
Carlos Ramírez, un maestro de escuela en Barcelona, al noreste de España, lleva años ahorrando para su primera casa y gana un salario estatal “decente”, dice a CNN. Pero los precios en la capital catalana se están disparando y Ramírez, de 26 años, teme que lo expulsen. “Todos los que conozco viven aquí”, le dijo al canal multinacional. “Pero la única forma de vivir en Barcelona ahora mismo es compartiendo habitación con dos, tres o cuatro personas”, añadió.
Además del impacto económico, el comportamiento de los turistas, como la búsqueda de selfies y el desprecio por las costumbres locales, irrita a los residentes. DeBrine agregó: “Creo que en ciertos destinos, sin duda, también está la forma en que se comportan los turistas”, y continuó: “Creo que eso también contribuye a ello: ya sabes, los turistas que no respetan los destinos a los que viajan”.
Así, los destinos turísticos de España han implementado medidas para frenar lo que describen como un comportamiento antisocial por parte de los turistas, poniendo en marcha códigos de vestimenta, tomando medidas enérgicas contra la venta de alcohol y, como ocurrió recientemente en la ciudad turística Playa de Aro, prohibiendo los disfraces inflables con forma de pene y las muñecas sexuales.
La Unesco lleva mucho tiempo promoviendo los viajes, destacando su capacidad singular para fomentar la apreciación del patrimonio cultural en todo el mundo. Pero en la era de las redes sociales, este ideal parece haberse vuelto más difícil de vender, afirmó DeBrine. “Hemos evolucionado hacia lo que yo llamo un turismo motivado por los selfies”, dijo. “Ya sabes, solo quieren tomar una foto de algo sin entender realmente qué es y qué significa para nuestro pasado y futuro”.
La frustración por la creciente multitud de personas que buscan tomarse selfies quedó en evidencia en Mallorca en junio, cuando cientos de personas organizaron una protesta en una playa para quejarse por el hacinamiento y la degradación ambiental provocada por los numerosos influencers que acudían al lugar para capturar la imagen perfecta. Ya en las Islas Canarias, los manifestantes se habían manifestado en abril contra el turismo excesivo y convocaron una huelga de hambre.
Pero las protestas alcanzaron su punto más álgido en Barcelona a principios de julio, cuando los manifestantes marcharon por zonas turísticas populares de la ciudad española rociando con pistolas de agua a los visitantes desprevenidos mientras cantaban: “Turistas, vuelvan a casa”. Otros portaban carteles que decían “No sois bienvenidos”. DeBrine describió las acciones como “extremas e innecesarias”, pero las consideró como el resultado de la frustración: “Y probablemente no desaparecerán hasta que haya algún tipo de respuesta”.
Ramírez, quien estuvo presente en la manifestación con pistolas de agua, dijo a CNN que se alegró de ver a tantos vecinos sumarse a la manifestación, a la que acudieron unas 2.800 personas según el Ayuntamiento de Barcelona. “Mucha gente, muchas empresas, están advirtiendo a los turistas de que no visiten España debido a la hostilidad y todo eso. Francamente, creo que funcionó”, dijo Ramírez, reflexionando sobre la capacidad de las protestas para disuadir a los turistas de visitar la ciudad.
DeBrine explicó a The Guardian que se trata de un cambio de actitud de los residentes que ya se observa en muchos lugares, afirmó, y destacó el esfuerzo de Dinamarca por fomentar un comportamiento sostenible y respetuoso con el medio ambiente y la tarifa de entrada a Venecia. En Barcelona, el alcalde prometió recientemente reducir el alquiler de apartamentos a turistas para 2028, mientras que Mallorca y Dubrovnik han tomado medidas para limitar la llegada de cruceros.
DeBrine explicó que no todas estas soluciones serían necesariamente efectivas, refiriéndose a los intentos anteriores de redistribuir a los turistas en los destinos más populares. La estrategia tuvo consecuencias inesperadas: algunos residentes locales se quejaron del ruido y las tensiones en la infraestructura, mientras que otros fueron desplazados a medida que las viviendas se convertían en alquileres de corta duración. “De repente, hay gente por todas partes en un destino, y eso también está causando problemas”, afirmó.
Sin embargo, estas deficiencias son preferibles a la alternativa, donde las autoridades locales ignoran el problema, con el riesgo de que las protestas contra el turismo se extiendan más allá de España, dijo DeBrine. Algo que también advirtió a mediados del mes pasado en una entrevista con el canal CNBC, donde DeBrine afirmó que si los funcionarios europeos no abordan el efecto negativo del turismo masivo en las vidas de los residentes, la situación podría empeorar.
“Tenemos una pequeña ventana para comenzar a realizar cambios y probar diferentes enfoques”, comentó. “El objetivo es ser más sostenibles, así que ¿cómo lo logramos?”.