Los múltiples personajes que componen la guerra civil siria, que este domingo pasó por un nuevo hito tras la caída del régimen de Bashar al-Assad, generan una variopinta estela de intenciones entre las naciones que se hicieron parte del conflicto armado que ya superó la década de desarrollo. Algunas veces, son incluso contradictorias las razones y alianzas vistas en el campo de batalla.

Pero, a modo de simplificación, se podrían resumir en dos grandes grupos, con importantes y marcadas diferencias: las fuerzas aliadas del gobierno de Siria, hoy desarmado tras la huida hacia Moscú por parte del mandatario, y los opositores al régimen que desde hace más de 50 años que gobernaba la nación de Medio Oriente.

Junto a Bashar al-Assad, dos -o tres- fueron las grandes aliadas a nivel nacional del régimen sirio. Rusia, Irán y, con asterisco, Hezbolá del Líbano. El primero fue uno de los más grandes respaldos tanto políticos como bélicos en el transcurso de la guerra civil. Es más, sin su apoyo, no es posible explicar la duración de la misma.

Su introducción directa en el conflicto ocurrió el 30 de septiembre de 2015, cuando lanzó una intervención militar tras la solicitud directa del mandatario sirio. En ese momento, no solo existía la amenaza -para el gobierno- de los kurdos, sino también de ISIS (el Estado Islámico) y del Frente Al-Nusra, aliados de Al-Qaeda que luego se separaron en 2016 para formar Hayat Tahrir al-Sham (HTS), los rebeldes que este domingo tomaron Damasco y forzaron la huida de Bashar al-Assad hacia Moscú, según medios estatales rusos.

Foto de un video proporcionado por el Servicio de Prensa del Ministerio de Defensa ruso el martes 15 de febrero de 2022, con un caza MiG-31 de la fuerza aérea rusa estacionado en la base aérea de Hemeimeem en Siria. Archivo.

Fue en ese contexto donde intervino el país liderado por Vladimir Putin, argumentando que cooperaba con Siria para eliminar al “terrorismo”, sin distinguir entre islamistas, kurdos u opositores políticos.

Así, Rusia dirigió feroces ataques aéreos en todo el país, pero centrados principalmente en los bastiones de la oposición agrupada en el Ejército Sirio Libre. Sin embargo, ese férreo e importante soporte militar se vio mermado por la guerra que la propia Rusia llevaba adelante invadiendo a Ucrania. Hoy, muchos analistas coinciden en que eso explica el abandono militar con el que Assad enfrentó a los rebeldes.

Junto a Rusia, está Irán. Socios estratégicos, el país brindó a Siria apoyo logístico, técnico y financiero, pero también hubo reportes de entrenamientos a soldados y milicias chiitas.

Entre finales de 2011 e inicios de 2012, los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) de Irán enviaron decenas de miles de tropas al país, meses después de que estallaran las protestas pacíficas en Siria.

En el punto más álgido del conflicto, entre 2015 y 2018, se estima que hubo unos 10.000 soldados de los CGRI y unos 5.000 miembros del Ejército de Irán. Sin embargo, todo ese apoyo se derrumbó este mes de diciembre de 2024, cuando las fuerzas rebeldes de HTS entraron sin mayor contratiempo a algunas de las grandes ciudades sirias, antes custodiadas por Irán y Rusia.

De hecho, el 6 de diciembre, The New York Times reportó que Irán comenzó la evacuación de sus comandantes militares y personal, anteponiéndose a lo que fue la caída del gobierno de Bashar al-Assad, dos días después.

Responsables iraníes que hablaron bajo reserva, aseguraron que dos altos generales de las fuerzas Quds que estaban asesorando al ejército sirio habían escapado a Irak una vez supieron de la llegada de los rebeldes a Homs y Deir al-Zour, el viernes 6.

En tercer lugar emerge Hezbolá. El grupo con sede en Beirut, capital libanesa, fue otro de los soportes militares del régimen de Assad. De hecho, fue uno de los brazos estratégicos de Irán en la región, especialmente en la lucha del país por contener los avances del Estado Islámico o ISIS hacia el Líbano.

Pero ese apoyo, clave en varios periodos de la guerra civil, se esfumó en el último año. No por diferencias políticas, sino prácticas: al igual que Rusia, Hezbolá se vio envuelta en una guerra propia al enfrentarse con Israel.

Los opositores al régimen

Entre los actores internacionales importantes, tres nombres resaltan: Estados Unidos, Turquía e Israel. Sobre el primero, la principal función en la guerra civil siria fue el apoyo que entregó a las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una amalgama de grupos militantes liderados por los kurdos en el noreste del país de Medio Oriente.

Sin embargo, el apoyo directo estadounidense cesó en 2019, cuando el entonces presidente Donald Trump decidió retirar a sus fuerzas del norte de Siria. Importante destacar aquí que las fuerzas kurdas no son aliadas de HTS, quienes derrocaron al régimen de Bashar al-Assad este domingo. Actualmente, unos 900 soldados se mantienen en Siria, pero centrados en zonas de perforación petrolera controladas por los kurdos en el noreste.

Aquí, la situación se pone espinosa. Si bien Turquía se opone a los Assad de Siria, no son aliados de los kurdos apoyados por EE.UU. Es más, este domingo, las FDS dijeron haber llevado adelante “intensos enfrentamientos” con fuerzas respaldadas por Turquía que habían participado del asalto liderado por el HTS, aseguró The Washington Post.

Soldados estadounidenses patrullan cerca de la prisión que fue atacada por los militantes del Estado Islámico en Hassakeh, Siria, el martes 8 de febrero de 2022. Archivo.

Turquía controla una zona a lo largo de la frontera norte de Siria, y analistas citados por The New York Times señalan que, “probablemente”, desde Ankara llegó “una aprobación tácita a la ofensiva liderada por Hayat Tahrir al-Sham (HTS)” para iniciar el ataque que terminó con la toma de Damasco.

Por último, está Israel. Este domingo, el ejército declaró que habían entrado en una zona tampón vigilada internacionalmente en los Altos del Golán, ordenando un toque de queda en los pueblos sirios cercanos.

En esta última porción de la guerra civil, el país se centró en ataques aéreos a territorio sirio en donde había fuerzas de Hezbolá o de Irán, especialmente contra personal de alto rango.