Siria inició en marzo su octavo año de una sangrienta guerra civil. En un comienzo, el régimen de Basher Assad perdió parte importante del territorio a manos de los rebeldes sirios respaldados por Turquía, Arabia Saudita y Estados Unidos, y también por el avance del Estado Islámico.
Hoy, Assad ha recuperado parte importante de las ciudades perdidas, como Alepo, Homs y Palmira, además de mantener una férrea defensa en Damasco. El Estado Islámico luce derrotado y los rebeldes fueron parcialmente bloqueados en Guta.
En 2015 Vladimir Putin entró en el conflicto y le dio un apoyo clave a Assad. Los rusos mantienen una alta presencia de su Fuerza Aérea en el territorio sirio. Rusia fue una salvación para el líder sirio. Estados Unidos, por su parte, se opone a Assad, ha luchado contra posiciones del Estado Islámico tanto en Siria como en Irak, pero no tiene tropas en terreno. Los analistas coinciden en que Washington ha mantenido una posición errática respecto de Siria.
Turquía, que es sumamente importante porque comparte frontera con Siria, apoyó en su momento a los rebeldes sirios y lucha contra los kurdos. Irán apoya con milicianos y logística a Assad y es otro de sus aliados clave. A su vez, a Arabia Saudita, que es enemiga de Irán, no le conviene un triunfo de Assad. Así, Siria es el terreno donde ambas potencias regionales despliegan su rivalidad.
Israel también juega un rol, ya que no quiere que crezca la influencia iraní en la región. Tras el ataque químico del fin de semana en Duma, el Ejército de Líbano señaló que cazas israelíes lanzaron un ataque contra una base aérea siria. El gobierno israelí teme que la guerrilla de Hizbulá, que también lucha en el territorio sirio, se haga fuerte en la zona de los Altos del Golán.
* Publicado en La Tercera PM el 12 de abril de 2018.
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