La decisión del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, de ingresar tanques el martes al lado palestino del cruce de Rafah, lo ha puesto en una situación compleja no solo frente a su aliado Estado Unidos, sino que también con Arabia Saudita, que le pidió que se abstuviera de entrar a la localidad e incluso hizo un llamado a la comunidad internacional a que “intervenga de inmediato”.
Así, Israel continuó con su operación en el área del cruce fronterizo de Rafah el miércoles mientras seguía atacando otras partes de la Franja de Gaza. Las autoridades sanitarias locales advirtieron de un “aumento significativo” del número de muertos debido al intenso bombardeo israelí.
Tras la toma del cruce por parte de Israel, el único paso oficial de Gaza hacia Egipto permaneció cerrado por segundo día. Los funcionarios humanitarios advirtieron que el cierre estaba exacerbando el hambre extrema y la crisis de salud en el enclave.
El Ejército israelí caracterizó la campaña alrededor del cruce como una operación limitada y no proporcionó más detalles sobre lo que llamó el miércoles “incursiones selectivas”.
Si bien Hamas respondió desafiante, prometiendo combatir cualquier desafío a lo que llamó “soberanía palestino-egipcia” en el cruce, al menos algunos residentes de Rafah no escucharon intercambios de disparos.
La Fuerza Aérea de Israel dijo que había atacado “más de 100 objetivos terroristas” en todo el territorio en las últimas 24 horas, incluidas estructuras militares y áreas de lanzamiento de cohetes. El Ministerio de Salud de Gaza informó que los bombardeos israelíes desde el martes habían provocado “un aumento significativo en el número de muertos y heridos”, particularmente en Rafah.
Según el diario The New York Times, la toma del cruce de Rafah hacia Egipto, para intentar completar el control de seguridad de Israel en las fronteras de Gaza, ha evitado, por ahora, una operación militar polémica y a gran escala en la propia Rafah, que está llena de civiles desplazados. Puede indicar que Israel se está preparando por fin para acordar al menos un alto el fuego temporal en Gaza, incluso cuando el resultado de esas negociaciones sigue siendo incierto.
“Netanyahu está siendo empujado en varias direcciones”, y la presión sobre él aumenta para que responda, dijo al periódico Daniel Kurtzer, exembajador de Estados Unidos en Israel y ahora académico en Princeton.
El más importante es el deseo de Netanyahu de evitar nuevas elecciones, lo que podría significar una pérdida de poder y una renovación de los diversos procesos judiciales en su contra. “La supervivencia política siempre ocupa el primer lugar en los cálculos de Netanyahu”, añadió.
The New York Times indicó que “Netanyahu está desesperado por mantener unida su coalición de gobierno”, que tiene 64 escaños en la Knesset o Parlamento de 120 escaños, una mayoría estrecha.
Sus socios de extrema derecha, Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich, controlan juntos 14 escaños, y han prometido abandonar el gobierno si el primer ministro hace demasiadas concesiones y acepta un alto el fuego en Gaza, dejando a Hamas cantar victoria. Han insistido, como también lo ha hecho Netanyahu, en que los militares avanzarán hacia Rafah.
Pero esto lo ha complicado en sus relaciones con Arabia Saudita, con quien negocia -con la mediación de Washington- una normalización de sus lazos. Riad no ha visto con buenos ojos la incursión en el cruce de Rafah, de hecho, su Cancillería tuiteó este miércoles que su secretario de Relaciones Exteriores, Faisal bin Farhan Al-Saud, conversó con su par jordano, Ayman Safadi, sobre la situación en Gaza.
Y antes le había pedido a Israel que se abstuviera de ingresar a la ciudad sureña sobre el terreno y pidió a la comunidad internacional que “intervenga de inmediato”.
“Sin ofrecer algún horizonte para una solución de dos Estados con los palestinos que no pertenecen a Hamas, Israel no puede forjar una alianza de seguridad permanente con la coalición de Estados árabes moderados que ayudó a frustrar el bombardeo de más de 300 drones y misiles que Irán disparó contra Israel el 13 de abril en respuesta al asesinato por parte de Israel de un alto comandante militar iraní y algunos de sus subordinados en Siria. Esos estados árabes no pueden darse el lujo de dar la impresión de que están defendiendo a Israel indefinidamente si Israel no está trabajando para encontrar socios palestinos moderados que reemplacen el control de Israel sobre Gaza y Cisjordania”, escribió el columnista Thomas Friedman en el diario The New York Times.
“En otras palabras, Israel hoy no puede convocar las coaliciones que necesita para prosperar como nación, porque conduciría a la ruptura de la coalición de gobierno que Netanyahu necesita para sobrevivir como político”, añadió.
El plan B de Riad
Estados Unidos y Arabia Saudita han redactado una serie de acuerdos sobre seguridad e intercambio de tecnología que pretendían vincularse a un acuerdo más amplio en Medio Oriente que involucre a Israel y los palestinos.
Sin embargo, indicó el diario The Guardian, ante la ausencia de un alto el fuego en Gaza y ante la firme resistencia del gobierno israelí de Netanyahu a la creación de un Estado palestino -y su aparente determinación de lanzar una ofensiva sobre Rafah-, los sauditas están presionando para que se adopte un plan B, más modesto, que excluye a los israelíes.
Bajo esa opción, Estados Unidos y Arabia Saudita firmarían acuerdos sobre un pacto de defensa bilateral, ayuda estadounidense en la construcción de una industria de energía nuclear civil saudita y un intercambio de alto nivel en el campo de la inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes, indicó el diario.
Se haría una oferta a Israel de normalizar las relaciones diplomáticas con Riad a cambio de que Israel acepte la solución de dos Estados al conflicto árabe-israelí de 76 años. Pero según la propuesta del plan B de Riad, la finalización de los acuerdos entre Estados Unidos y Arabia Saudita no dependería del acuerdo del gobierno de Netanyahu.
“Debería haber espacio para un modelo de menos por menos, de modo que la relación con Estados Unidos no tenga por qué ser rehén de los caprichos de la política israelí o de Benjamin Netanyahu”, dijo a The Guardian, Firas Maksad, director senior de extensión estratégica del Instituto de Medio Oriente.
La administración del presidente estadounidense Joe Biden no conseguiría el histórico acuerdo regional que ha estado buscando entre los escombros de la guerra de Gaza, al menos no de inmediato, pero consolidaría una asociación estratégica con Arabia Saudita que mantendría a raya la influencia china y rusa, explicó The Guardian.
No está nada claro si la administración -y mucho menos el Congreso- aceptaría ese resultado.
En declaraciones en Riad el lunes, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, siguió vinculando un acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudita con la normalización saudita-israelí y el progreso hacia un Estado palestino.
“Creo que el trabajo que Arabia Saudita y Estados Unidos han estado haciendo juntos en términos de nuestros propios acuerdos está potencialmente muy cerca de completarse”, dijo Blinken en el Foro Económico Mundial en la capital saudita. “Pero luego, para avanzar hacia la normalización, se necesitarán dos cosas: calma en Gaza y un camino creíble hacia un Estado palestino”.
Al menos inicialmente, el acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudita se acordaría independientemente de los acontecimientos en Israel y los territorios ocupados, pero se extendería una oferta formal a Israel, intercambiando la normalización saudita -un objetivo clave de la política exterior israelí- por medidas “irrevocables” hacia la creación de un Estado palestino en el territorio de Gaza y Cisjordania, dijo el diario.
Según fuentes informadas, citadas por The Guardian, la parte nuclear del acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudita podría permitir a Riad una planta de conversión para convertir polvo de uranio refinado en gas, pero a Riad inicialmente no se le permitiría enriquecer gas de uranio en su propio territorio, una limitación clave para la capacidad de fabricar una bomba nuclear.
El príncipe heredero saudita, Mohammed bin Salman Al-Saud, ha planteado temores de proliferación en el pasado al declarar que Riad buscaría armas nucleares si Irán desarrollara las suyas propias. Un texto separado entre Estados Unidos y Arabia Saudita establecería un pacto de defensa entre los dos países, añadió el periódico.
La tercera parte del acuerdo implicaría una flexibilización de los controles estadounidenses a las exportaciones a Arabia Saudita de chips de computadora utilizados en herramientas de desarrollo de inteligencia artificial, un elemento clave en las aspiraciones sauditas de convertirse en el centro de alta tecnología de la región.