Con puntualidad inglesa, la Reina Isabel II y su esposo, Felipe de Edimburgo, pisaron suelo chileno el 11 de noviembre de 1968, aterrizando el avión en el aeropuerto de Pudahuel con tres minutos de adelanto. Era el comienzo de una visita histórica a Chile, que se prolongaría hasta el 18 de ese mes. La monarca fue recibida por el Presidente Eduardo Frei Montalva, junto a la primera dama, María Ruiz Tagle de Frei, y el canciller de la época, Gabriel Valdés.

“Nunca había visto en la Alameda tanta gente con banderitas y papeles de colores”, le comentó Silvia Soublette, la esposa del ministro de Relaciones Exteriores chileno a la reina cuando ésta le preguntó si los chilenos recibían igual a todos los invitados extranjeros.

Originalmente la monarca se hospedaría en el Palacio Cousiño, pero un incendio ocurrido pocos días antes del arribo de Isabel II obligaron a cambiar de planes. Así, la reina se alojó durante la semana que estuvo en Chile en el Hotel Carrera. Diversas familias chilenas prestaron muebles para alhajar el último piso del hotel. Además, alojó en el palacio presidencial en Cerro Castillo.

El martes 12, Isabel II y su esposo depositaron una ofrenda floral en el monumento de Bernardo O’Higgins y visitaron el Congreso Nacional y la Corte Suprema. Uno de los episodios más recordados se produjo en la Plaza de la Constitución. Ante la presencia de miles de curiosos que coreaban su nombre y agitaban pañuelos, tanto la monarca como Frei Montalva se pusieron de pie en el auto descapotable que los trasladaba para saludar a la multitud.

Al día siguiente el matrimonio real asistió al Estadio Nacional para presenciar el clásico universitario. Por ese entonces el organizador, Rodolfo Soto, acostumbraba realizar un show especial para cada duelo entre Universidad de Chile y Universidad Católica. Para esa ocasión se eligió el cuento El príncipe feliz, de Oscar Wilde. En la ocasión se produjo otro pequeño traspié. Esto, porque antes de llegar al estadio Isabel II tenía planeado almorzar en el Regimiento Cazadores, pero se presentó un inconveniente. Se le recomendó a Frei cambiar el lugar del almuerzo y hacerlo en su casa. Este en un principio se negó. “Van a decir que soy cachetón”, habría comentado con humor el Presidente. Al final, sin embargo, aceptó y los organizadores pudieron cambiar el lugar del almuerzo.

El jueves 14 la reina y su esposo pasearon por la Plaza Sotomayor de Valparaíso antes de dirigirse a Viña del Mar. Junto con visitar diversas instituciones inglesas en Chile, la monarca recibió un homenaje en la Escuela Naval, evento que se repitió en Santiago, esta vez en la Escuela de Carabineros, que realizó una presentación ecuestre.

Isabel II junto a Eduardo Frei Montalva.

Negociaciones en Pucón

Posteriormente, el 15 y 16 de noviembre, los monarcas viajaron a Pucón para “descansar y conocer”, como aseguró entonces la versión oficial. Para recibir a las ilustres visitas, el gobierno ordenó pavimentar el camino entre Villarrica y Antumalal, mientras el Hotel Antumalal de Pucón compró dos camas especiales para alhajar la habitación que recibiría a Isabel II y Felipe de Edimburgo. Llegaron en un avión C-47 en vuelo directo desde Santiago al aeródromo de Pucón, ubicado a 7 km del hotel, acompañados por el canciller Valdés.

Durante el viaje, además, Isabel II aceptó mediar por el conflicto del Beagle entre Chile y Argentina. El asunto se acordó durante un picnic, cuando Valdés le sugirió la idea a su par británico, Lord Chalfont. Poco después, este último se acercó a la reina y le consultó si podía considerar esa posibilidad, ante lo cual la monarca expresó su disposición a ayudar en el tema, según aseguró el entonces director de Protocolo Mariano Fontecilla a La Tercera, en 2002. Además, durante su visita a Pucón los asesores de la reina y la delegación chilena habrían negociado secretamente la compra de dos submarinos y cerca de 20 aviones Hawker Hunter, los mismos que se hicieron famosos por bombardear La Moneda en 1973.

La Reina Isabel II en Pucón. Foto: Copesa

En su último acto público antes de volver a su país, el domingo 17 de noviembre la monarca fue agasajada con un almuerzo en el Club Hípico. Luego presenció el Clásico Isabel II. Se dice que la reina, aficionada a la hípica, apostó al caballo ganador, Quilche, montado por Sergio Azócar. Felipe de Edimburgo, en tanto, había tenido su recreo en el Club de Polo, donde jugó un partido cabalgando a Horchata, caballo que le obsequió el Presidente Frei.

Al concluir su viaje a Chile, Isabel II, satisfecha con la organización local de su visita, nombró Sir a Fontecilla. Un alto funcionario diplomático que participó en la organización de la visita recuerda que en una oportunidad la reina incluso hizo las veces de enfermera del entonces secretario de protocolo, Carlos Klammer. Este sufrió un problema a la garganta y la monarca se enteró. De inmediato, decidió ofrecerle unas pastillas para aliviar el problema.

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