Los dos millones de habitantes de Auckland, la ciudad más poblada de Nueva Zelandia quedaron confinados tres días a partir de este lunes para luchar contra un rebrote de la pandemia de Covid-19, mientras que el Reino Unido inauguraba la cuarentena obligatoria en hotel para los viajeros provenientes de países considerados riesgosos.
La primera ministra de Nueva Zelandia, Jacinda Ardern, ordenó esta drástica medida tras descubrirse un primer brote de infección con la variante británica del coronavirus en dos de los tres casos detectados en una familia de la ciudad.
Las escuelas y los negocios no esenciales permanecieron cerrados el lunes por la mañana, y se prohibió a los residentes salir de Auckland a menos que hubiera una razón de peso.
Medidas “rápidas y contundentes”
El ministerio de Salud dijo que las investigaciones establecieron que dos de los tres pacientes sufrían la variante del coronavirus que apareció en el Reino Unido. Todavía no se conocen los resultados de las pruebas de la tercera persona.
“Este resultado refuerza la decisión de tomar medidas rápidas y contundentes en torno a los últimos casos para detectar y erradicar la posibilidad de cualquier otra transmisión”, dijo el ministerio.
Las autoridades aún no saben cómo llegó esta variante al archipiélago, que parecía haber erradicado casi por completo el virus.
Las calles de Auckland estaban desiertas el lunes. Sin embargo, los centros de pruebas estaban abarrotados y los automovilistas hacían cola en los controles policiales para intentar salir de la ciudad.
Mientras tanto, Inglaterra introdujo el lunes la cuarentena obligatoria en los hoteles para los residentes de países clasificados como de riesgo, una medida destinada a evitar la importación de variantes del coronavirus.
Frente a la epidemia, que ha causado más de 117 mil muertes en el Reino Unido, el gobierno de Boris Johnson quiere preservar el beneficio de la campaña masiva que ha permitido vacunar a más de 15 millones de personas.
1.400 dólares de multa
A partir de este lunes, los residentes británicos o los ciudadanos irlandeses que lleguen a Inglaterra procedentes de estos países serán confinados en un hotel y puestos bajo vigilancia durante diez días.
Los viajeros que llegan de otros países también deben seguir una cuarentena de diez días, pero pueden hacerlo en casa.
“No puede ser fácil para ellos estar encerrados en una habitación 10 días, sin ir a ningún lado”, dijo Charlie Islam-Harry, directora del Hotel St Giles, y explicó que el personal velará por el bienestar de este nuevo tipo de huéspedes.
El coste de la estancia, que corre íntegramente a cargo del viajero, es de 1.750 libras (casi 2.000 euros, unos 2.400 dólares), incluidos los test.
Además de tener una test negativo en las 72 horas siguientes a la salida, tendrán que someterse a un examen en el segundo y octavo día de su cuarentena.
Los infractores pueden enfrentarse a multas que van desde mil libras (unos 1.400 dólares) por no tener un test negativo a la llegada hasta 10 mil libras (casi 14.000 dólares) para los que intenten escapar de la cuarentena en el hotel.
“Todo parece ir bien esta mañana”, declaró el lunes el ministro de Sanidad, Matt Hancock, a Times Radio.
En Alemania, la decisión del gobierno de cerrar parcialmente sus fronteras con la República Checa y el Tirol austriaco seguía provocando tensiones.
Berlín había insinuado que podría hacer lo mismo con Francia en los próximos días, debido a la situación sanitaria en el departamento francés de Mosela, donde se observa una progresión de la variante sudafricana.
En África, Zimbabue, un país con una economía y un sistema de salud en crisis, recibió el lunes un primer lote de 200 milvacunas contra el covid-19, donadas por el fabricante chino Sinopharm.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene previsto discutir el lunes la posibilidad de conceder a la vacuna de Oxford-AstraZeneca la validación de emergencia necesaria para su distribución en los países pobres que carecen de vacunas.