Cada hora aumenta la presión para los equipos de rescate que buscan la opción más segura para salvar a los 12 niños del equipo de fútbol y a su entrenador atrapados en la cueva inundada de Tham Luang, al norte de Tailandia.

Después de nueve días perdidos, sin comida y débiles, el grupo tuvo el primer contacto con el exterior recién la noche del lunes, cuando un equipo de rescatistas tailandeses y británicos los encontró a cuatro kilómetros de la entrada de la cueva, la cuarta más larga del país con casi 10 kilómetros de túneles.

La operación de búsqueda y rescate de los menores de edad -de entre 11 y 16 años- que desaparecieron en la provincia de Chiang Rai, el 23 de junio, se intensificaba a medida que las lluvias podrían aumentar. "Luchábamos contra el tiempo cuando los encontramos. Ahora, luchamos contra el agua. No podemos arriesgarnos a nuevas inundaciones", señaló el comandante de las operaciones de rescate, Narongsak Osotthanakorn.

Los intentos de drenar el agua con bombas han bajado los niveles hasta un 40%, debido al trabajo constante y a las buenas condiciones climáticas, pero un nuevo temporal azotaría a la región a partir de este viernes y hasta el 12 de julio, según EFE.

Por ahora, el panorama no parece alentador para las operaciones de rescate. De partida, hay un pasadizo en forma de U, con barro, piedras y escombros que hay que reabrir constantemente para que los rescatistas ingresen a la zona donde están los niños. Esto explica el hecho de que un buzo profesional demora 11 horas en ir y volver hasta el punto donde se encuentran los niños, según el diario El País.

El campamento a un costado de la montaña tiene más de mil personas colaborando; algunos limpian y otros cocinan para los voluntarios. También hay un punto de donaciones y una enfermería. Los buzos e ingenieros actualmente trabajan para establecer una línea que permita comunicarse vía telefónica con los niños, mientras evaluaban la mejor opción para sacar al grupo a la superficie.

Opciones de rescate

La primera opción para el rescate es que los niños esperen en la cueva hasta que las condiciones del tiempo mejoren y el nivel de agua baje, especialmente por las lluvias monzónicas de los próximos días. De esta manera, pueden enviar al grupo alimentos e insumos médicos para que puedan sobrevivir debido a que "pueden pasar meses" hasta que disminuya la cantidad de agua. La temporada de lluvias termina en octubre y en cualquier momento podría aumentar el nivel del agua.

Por esta razón operadores se encuentran drenando la mayor cantidad de agua posible de los túneles. Hasta hoy había 20 bombas trabajando constantemente para abrir camino a los niños, pero algunas áreas no pueden ser drenadas y las precipitaciones dificultarán la tarea.

La solución más arriesgada para el grupo, aunque la más rápida, es que los niños aprendan a bucear. El problema es que la mayoría no sabe nadar, como es común en la población rural de Tailandia. Por esto, los instructores deben enseñarles a nadar y luego a usar los equipos de buceo en un trayecto sumamente complejo. Dos profesionales guiarían al grupo con una cuerda en un trayecto kilométrico, oscuro, estrecho y con obstáculos.

Otra grupo de rescate trabaja en la posibilidad de abrir una entrada vertical en la montaña. Para ello, hay retroexcavadoras y equipos de perforación que exploran el área para perforar sin poner a los niños en peligro ante posibles derrumbes. Incluso podrían utilizar cápsulas como la Fénix de la mina San José.

Otra alternativa que se ha utilizado en otras ocasiones es sacarlos uno a uno en camillas. "Podemos ponerlos en una especie de camilla con una botella de oxígeno, una máscara completa y tirar de ellos (con una cuerda) hacia la salida flotando, sin que tengan que nadar", sugirió Bill Whitehouse, vicepresidente del consejo británico de rescates en cuevas.