Las secuelas de las guerras yugoslavas (conflicto que se desarrolló entre 1991 y 2001 y en el que se calcula que murieron al menos 130.000 personas) volvieron a sentirse en Europa, luego que las tensiones entre Serbia y Kosovo se intensificaran recientemente, debido a la nueva medida propuesta por el gobierno kosovar que prohíbe usar documentos de identidad o patentes serbias para entrar y circular por su territorio. El argumento dado por el Ejecutivo de Pristina, que dirige el primer ministro Albin Kurti, es que tampoco Belgrado reconoce los documentos que expide.
El gobierno serbio, por su parte, asegura que se trata de una estrategia para expulsar a los serbios que viven allí. La medida provocó la indignación en la minoría serbokosovar, que no dudó en bloquear carreteras en la zona. El aumento de la tensión, incluso, llevó a la OTAN, que tiene desplegada una fuerza de seguridad en la región, a advertir que está “dispuesta a intervenir si peligra la estabilidad”. Como consecuencia, el gobierno de Kosovo ha decidido aplazar un mes la prohibición.
Estos altercados dieron cuenta del clima de tensión que hay entre ambos territorios. Kosovo tiene una población predominantemente de etnia albanesa de 1,8 millones, pero incluye a más de 100.000 serbios. Muchos serbios étnicos vieron la orden administrativa como una afrenta y una amenaza a su identidad.
Fue en Kosovo donde se produjo uno de los últimos conflictos bélicos que provocaron en la década de los 90 la desmembración de Yugoslavia. La guerra se detuvo tras los bombardeos de la OTAN en Belgrado. Tras la firma de la paz, en junio de 1999, se desplegaron fuerzas de la Alianza Atlántica, con el respaldo de una resolución de Naciones Unidas, que todavía se encuentran en el terreno por la difícil convivencia entre la comunidad albanesa y la serbokosovar.
En 2007, Kosovo declaró su independencia de Serbia, de la que hasta entonces era una región autónoma. Más de un centenar de países han reconocido el paso dado por Pristina, también países de la Unión Europea. Pero no lo han hecho Rusia ni China.
El bloqueo y las barricadas de ciudadanos serbios en carreteras llevó a que la policía kosovar desplegara sus patrullas en las carreteras cercanas a la ciudad septentrional de Mitrovica. Los helicópteros de la OTAN sobrevolaron también el norte de Kosovo, mayoritariamente poblado por serbios y vinculado directamente con Serbia. La negativa de adoptar documentos kosovares, explica el diario El País, es una forma de esta minoría de negarse a reconocer la independencia del territorio.
Ante el temor de una escalada mayor, la Unión Europea convocó a un encuentro entre el primer ministro kosovar, Albin Kurti, y el Presidente serbio, Aleksandar Vucic, que se realizará en Bruselas el próximo 18 de agosto, para abordar cómo avanzar en sus relaciones tras las últimas tensiones.
“La invitación ha sido aceptada por el Presidente Vucic y por el primer ministro Kurti”, indicó en una conferencia de prensa el portavoz de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, Peter Stano, quien precisó que la fecha será el 18 de agosto. En el encuentro estará también el enviado especial de la UE para el diálogo entre Pristina y Belgrado, Miroslav Lajcak, apuntó.
Stano dijo que el objetivo de la reunión es dar continuidad al diálogo Pristina-Belgrado para normalizar las relaciones entre ambas partes y señaló que espera que tanto Vucic como Kurti participen en una sesión conjunta. “Todos los asuntos relacionados con el Estado de Derecho, enjuiciamiento, crímenes de guerra, reconciliación, todo lo que ha ocurrido en el pasado y que ensombrece las relaciones entre Belgrado y Pristina se aborda continuamente en el momento y al nivel adecuado”, comentó.
Historia del conflicto
Para el nacionalismo serbio, Kosovo es una región considerada cuna de su nación y fue el lugar donde se fundó su Iglesia Ortodoxa. La gran batalla de Kosovo en 1389 marcó un hito histórico para Serbia, que perdió contra los otomanos la región kosovar. Esa superficie (mayor a la actual) fue islamizada junto con el resto de territorios otomanos de los Balcanes. Durante los cinco siglos que duró la presencia otomana, el número de albaneses que se asentaron en Kosovo creció considerablemente.
Justamente esa disputa étnica fue la que generó grandes tensiones históricas, debido a que los serbios consideran que los albaneses se han apropiado del territorio. Esta retorica es negada por parte de los albanokosovares, que defienden descender de pueblos que estaban presentes en la región desde el siglo V a.C.
En 1913, durante la primera guerra de los Balcanes, Serbia volvió a conseguir el territorio kosovar. En los años siguientes, los albaneses acusaron a Serbia de promover el asentamiento de serbios en Kosovo con el objetivo de expulsarlos. Para evitar tensiones en la región, el dictador yugoslavo Josip Broz Tito dio a Kosovo mayor autonomía dentro de la propia Serbia. No obstante, con su muerte y el estallido de la guerra de Yugoslavia, el nacionalismo kosovar y el serbio vivieron un aumento de su rivalidad. Ambos se acusaban mutuamente de limpiezas étnicas, algo que fue aprovechado por el entonces Presidente serbio Slobodan Milosevic, cuyo ascenso político se encontraba motivado, entre otras cosas, por su cruzada contra la población albanokosovar.
El enfrentamiento armado llegó varios años después a Kosovo en comparación a otras regiones yugoslavas. Cuando Eslovenia, Croacia y Bosnia y Herzegovina ya eran considerados países independientes, Kosovo todavía estaba considerado como territorio autónomo serbio. Fue en 1996 cuando surgió el Ejército de Liberación de Kosovo, que comenzaría con sabotajes y ataques contra fuerzas de seguridad serbias.
En el año 1998 empezaría definitivamente el conflicto directo entre serbios y kosovares, estos últimos apoyados, entre otros, por Albania. De hecho, buena parte de esa milicia kosovar apuntaba más hacia una unión con Albania (en lo que se consideraba la Gran Albania) que por un Estado independiente. Todavía hoy muchos kosovares buscan esta unión, y la bandera albana ondea en todo el país.
La causa kosovar comenzó a recibir cada vez más apoyo internacional, en especial de Estados Unidos. La participación de la OTAN fue crucial para la retirada serbia de Kosovo que, bajo “razones humanitarias”, bombardeó en 1999 ciudades serbias dejando cientos de muertos.
Desde 2011, Kosovo y Serbia realizan negociaciones poco fructíferas para normalizar sus relaciones. Las autoridades kosovares proclamaron en 2008 una independencia que Belgrado no reconoce y que ha sido apoyada por Estados Unidos y la mayoría de los socios de la UE, pero no por Rusia, China, India, Brasil o España, entre otros Estados.
Tensión actual
Todo se inició en 2021, cuando Kosovo ordenó que todos los conductores que entraran en su territorio desde Serbia utilizaran matrículas provisionales válidas durante 60 días; una medida que ya aplicaba Serbia desde 2008 para los conductores que entraran desde Kosovo. Así, esta tensión se acrecentó cuando a comienzos de mes se anunció que comenzaría a regir una ley kosovar por la cual las personas provenientes de Serbia debían entregar sus documentos de identidad, que serían reemplazados por documentos emitidos por Pristina.
Tras un día de escalada de tensiones, el gobierno kosovar se retractó. “Esta decisión (la expedición de nuevos documentos) seguirá aplicándose hasta que todas las barricadas se retiren y se garantice la libertad de circulación de personas y mercancías”, declaró el ministro del Interior kosovar, Xhelal Svecla.
Además, el Ejecutivo kosovar condenó “los disparos de personas armadas contra estructuras ilegales allí”. “Se trata de la tendencia a desestabilizar Kosovo y poner en peligro la paz y la seguridad de los ciudadanos y de nuestro país. Ha habido numerosos actos de agresión en la tarde y noche, incitados y preparados por Belgrado”, sostuvo.
Según el diario The Washington Post, las divisiones geopolíticas sobre Kosovo se han agudizado tras el ataque a Ucrania por parte de Vladimir Putin, un abierto partidario de Serbia. Putin ha criticado a Occidente por lo que dice son dobles raseros. Ha comparado la causa de Kosovo, que ha sido reconocida por la mayor parte del mundo occidental, con la de dos regiones en el este de Ucrania controladas por separatistas respaldados por Rusia desde 2014. A su vez, los líderes de Serbia y Kosovo han utilizado la guerra en Ucrania para intensificar su retórica. Existe el riesgo de que una escalada se extienda a otras partes de los volátiles Balcanes Occidentales, incluida Bosnia y Herzegovina. Aún así, una fuerza de paz liderada por la OTAN de casi 3.800 soldados ha ayudado a mantener la paz en Kosovo durante años y ha dicho que está preparada para intervenir si la estabilidad se ve amenazada.
En este contexto, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, Maria Zajarova, hizo un llamado a las potencias occidentales, especialmente a Estados Unidos y la Unión Europea, para que dejen de “alentar a los radicales” de Kosovo en su “frenesí antiserbio”, después de la escalada de las tensiones registradas durante el fin de semana.
El primer ministro de Kosovo, Albin Kurti, acusó a Belgrado de servir a los intereses rusos, mientras que el Presidente serbio, Aleksandar Vucic, dijo que los funcionarios de Pristina están tratando de explotar la alarma sobre Ucrania para sus propios fines. Ambos tienen oponentes en casa que cuestionan su manejo de las tensiones recurrentes, pero sus poblaciones siguen en gran medida atrincheradas en el nacionalismo rival.
Estados Unidos generalmente ejerce más influencia que la UE sobre el liderazgo de Kosovo, mientras que Serbia busca el apoyo de Moscú, así como de Washington y Bruselas para manejar la disputa. Vucic condenó la invasión de Ucrania en las Naciones Unidas y no llegó a adoptar sanciones de la UE contra Rusia. En 2022, Vucic aseguró cinco años más como presidente, y su partido obtuvo la mayoría en el Parlamento. La negativa de Kurti a hacer concesiones a Serbia ha complicado aún más las conversaciones con su vecino.
“Un nuevo conflicto en Kosovo sería de una escala menor que la guerra en Ucrania y carecería del espectro de las armas nucleares. Pero tendría lugar más cerca del corazón geográfico de la Unión Europea -en los Balcanes, no muy lejos del lugar que una vez desencadenó la Primera Guerra Mundial- y pondría en duda los valores, la resolución y la credibilidad del bloque (...) Es demasiado lo que está en juego como para iniciar otra guerra, por matrículas o por lo que sea”, escribió Andreas Kluth, columnista de Bloomberg que cubre la política europea.