Chaqueta de cuero, pantalón y sweater negros, Romain Goupil recibe a la prensa en un café a los pies de Montmartre, el mismo barrio en el que vive hace más de 50 años. No se separa de su teléfono: quedan días para celebrar medio siglo de la revolución social de la que fue uno de los líderes, por lo que los mensajes y las llamadas de periodistas no paran. Dice que su compañero de lucha en Mayo del 68, Daniel Cohn Bendit, líder de los universitarios, está "cansado de hablar del tema", que se siente "como un antiguo combatiente de guerra". Pero él, que tenía 17 años y dirigía de manera violenta la revuelta de los liceanos, responde con paciencia a las entrevistas.
El ruido en el bar obliga a continuar la conversación en su casa, un edificio Art Decó subvencionado por el Estado donde sólo viven artistas. Situado en un patio interior, está rodeado de jardines, y de repente uno se olvida de que está en pleno centro de París. Por allí anda su esposa, de origen serbio, y su hijo de 20 años, futuro cineasta como él, que parten rápido, habituados a la celebridad de Goupil.
El activista refleja bien sus 66 años, pero cuando sonríe en medio de su gravedad, su mirada conserva el mismo brillo del joven que el 13 de mayo del 68 soñaba con imponer la dictadura del proletariado en Francia. La vida lo llevó a renunciar y hasta renegar de esas ideas, pero 50 años después aún levanta la voz cada vez que algo no le parece, aunque haya abandonado el radicalismo: "Los liceanos éramos más que violentos, éramos una avanzada militarizada de tipo leninista que quería acceder al poder. La idea era que hubiera una huelga general insurreccional, que tomáramos los ministerios, sacar al gobierno de turno, hacer soviets donde la palabra se le diera a los obreros para instaurar la dictadura del proletariado. Menos mal nos equivocamos".
Goupil y sus compañeros de lucha crecieron en el seno de familias que habían sido comunistas, que militaron en el partido hasta la revolución en contra el modelo soviético de Budapest en 1956.
Irónicamente, la lucha de los liceanos estaba en contraposición con la de los obreros representados por el partido comunista o el sindicato CGT: "Nuestro movimiento nació en los sectores privilegiados. Los liceos y universidades reproducían la élite que después iba a gobernar, y por eso fue increíble que allí naciera la revuelta. Nuestro sueño, de los estudiantes de colegio, era unirnos a la clase obrera para lograr el objetivo pero en un modelo clásico marxista de lucha de clases bolchevique de toma de poder, como en la revolución rusa de 1917. Teníamos que eliminar al PC, que tenía un 25% de votos y la CGT, que era muy poderosa. Y lo conseguimos en parte. En 1967 hubo huelgas muy violentas en las industrias, protagonizadas por jóvenes que no estaban sindicalizados; fueron ellos los que hicieron estallar mayo 68. No hubo orden del PC o la CGT. La orden vino de abajo".
Obreros, liceanos, y universitarios salieron a las calles en la gran huelga general del 13 de mayo del 68, pero según Goupil "afortunadamente fueron millones los que como Daniel Cohn-Bendit sólo querían una revuelta cultural, no una revolución sangrienta. Ellos pedían que se cambiaran los marcos de funcionamiento de este país y por eso Mayo del 68 tuvo éxito. Porque no fue una revolución violenta sino un cambio libertario, una apertura, de la sociedad. Ellos querían que la sociedad mejorara, y la sociedad mejoró". ¿De qué modo? "Lo ganamos todo, nada fue como antes. Se iniciaron los movimientos feministas, las mujeres tomaron en sus manos la reproducción, pudieron elegir, y desear a su manera. Ganamos una revolución que aún hoy continúa, una nueva civilización que por primera vez tomó en cuenta la parte femenina de la humanidad. Esa es la victoria de Mayo del 68".
Pasado esa fecha Goupil encabezó una violenta manifestación en contra de una reunión de extrema derecha en 1971 y que se saldó con 80 policías heridos y la disolución de la liga comunista. "Si seguíamos así nos convertíamos en un grupo terrorista que quería acelerar la historia", afirma. Pero sobre todo dice que fue el Golpe de Estado en Chile lo que le llevó la constatación de que la violencia no era el camino: "Cuando un gobierno reformista, socialista, apoyado en elecciones legales, podía ser sacado por un Golpe de Estado con la ayuda de la CIA, de un complot militar de Pinochet, comprendí que nuestra visión complotista bolchevique de derribar un gobierno tenía que ser más fuerte que EEUU. Había un error en alguna parte. Allí me di cuenta de que nuestra estrategia militar era absurda".
También le golpeó profundamente el suicidio de su amigo y compañero de lucha Michel Recanati en 1978: "En 1981 supimos que se había suicidado. Decidí hacer la película Morir a 30 años para contar nuestra historia de estudiantes militantes... Allí explico la historia de varios amigos que se suicidaron, hubo accidentes, al final del 68 hubo como un bajón, algo terrible que trajo las drogas, las sobredosis, las enfermedades, y los accidentes, sobre todo en los liceanos".
Goupil afirma que el cine lo salvó porque "estaba en contacto con gente un poco fuera del ambiente de la extrema izquierda y de las reuniones de siempre". Pero ha seguido en la lucha. En los 80 se le ocurrió presentar a un cómico, Coluche, a candidato a la presidencia, y según él eso permitió la elección de Mitterand después de 23 años de gobiernos de derecha porque "mucha gente de izquierda se inscribió para votar". En los 90 se mostró a favor de la intervención estadounidense en Irak, lo que le valió ser catalogado de neoconservador, y en las últimas elecciones participó activamente en la campaña de Emmanuel Macron.
Su última producción es un documental justamente sobre Mayo del 68. 50 días recorriendo Francia junto a Daniel Cohn-Bendit. "Es la primera vez que con Dani decidimos no hacer nada, no tomar los archivos, no comentar fotos. Nuestra manera de hablar del tema fue decir vamos a recorrer Francia 50 años después y ver a la gente, hablar con ellos. 50 días en una cincuentena de lugares. 50 años después de Mayo 68".