Mientras una lluvia de bombas cae sobre Ucrania, Rusia libra una guerra de información a lo largo de Europa del Este, usando cuentas falsas y propaganda para esparcir temores sobre los refugiados y los precios de los combustibles, al tiempo que describe a Occidente como un aliado poco confiable.
En Bulgaria, el Kremlin les pagó 2.000 euros mensuales a periodistas, analistas políticos y ciudadanos influyentes para publicar contenido prorruso en internet, reveló un alto funcionario búlgaro este mes. Los investigadores también han descubierto sofisticadas redes de cuentas falsas, bots y trols en una creciente campaña de desinformación y propaganda dentro del país.
Esfuerzos similares se desarrollan en otros países de la región mientras Rusia intenta descargar culpas por su invasión a Ucrania, la subsecuente crisis de refugiados y el aumento en los precios de combustibles y alimentos.
Para los mandatarios rusos, las costosas campañas de propaganda y desinformación son una alternativa eficiente a las herramientas tradicionales de la guerra o la diplomacia, de acuerdo con Graham Brookie, un director en el Laboratorio Digital de Investigación Forense del Atlantic Council, el cual ha llevado registro de la desinformación rusa durante años.
“Incitar estas reacciones es lo más fácil para las operaciones de información rusa”, dijo Brookie. “Su prensa estatal lleva a cabo mejores análisis de audiencia que la mayoría de las compañías de medios del resto del mundo. Estas narrativas han tenido éxito en países en donde el discurso doméstico se emplea como un arma o donde hay mercados de medios más polarizados”.
Bulgaria fue durante mucho tiempo un firme aliado ruso, aunque sus 7 millones de habitantes han dirigido con más frecuencia su atención a Occidente en las últimas décadas, y el país se integró a la OTAN en 2004 y a la Unión Europea tres años después.
Cuando Bulgaria, Polonia y otros exintegrantes del Pacto de Varsovia se sumaron a sus aliados de la OTAN en apoyo a Ucrania, Rusia respondió con una ola de desinformación y propaganda con el fin de explotar los debates públicos sobre la globalización y la occidentalización.
Para Polonia, eso tomó la forma de propaganda en contra de Occidente y teorías conspirativas. Una de ellas, difundida por un grupo de hackers aliado de Rusia en un aparente intento por dividir a Ucrania y Polonia, insinuaba que las pandillas polacas traficaban con órganos de refugiados ucranianos.
La ofensiva rusa se produce en momentos en que los gobiernos de Europa del Este, al igual que otros en distintas partes del mundo, lidian con la insatisfacción y el descontento provocados por el aumento en los precios de los combustibles y alimentos.