Después del fracaso de la investidura de Pedro Sánchez en el Congreso, el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se habría tomado en serio la consigna de "no tirar la toalla" para evitar nuevas elecciones legislativas, ya que estaría buscando rápidamente nuevos aliados políticos.

Después de los comicios de abril, cuando el PSOE obtuvo 123 de los 350 diputados, Sánchez se vio obligado a lograr acuerdos con otros partidos, por lo que su aliado natural fue el izquierdista Unidas Podemos (UP), de Pablo Iglesias.

Sin embargo, tras la abstención en las dos votaciones de esta semana por parte de la UP a causa de la falta de consenso sobre la propuesta socialista de entregarles una vicepresidencia y tres ministerios, las conversaciones entre ambos partidos no tendrían vuelta atrás.

"No hay vía en esa dirección. Intentamos en serio el gobierno de coalición y UP le cerró el paso", señaló la vicepresidenta socialista del gobierno Carmen Calvo. A su vez, la portavoz de UP, Irene Montero -pareja de Iglesias- culpó al PSOE de la derrota y sostuvo que ellos están "plenamente disponible para negociar" al margen de "vetos, soberbias y amenazas".

Durante la jornada de hoy, el Rey Felipe VI se reunió con Sánchez y decidió no iniciar "por el momento" nuevas consultas a los partidos. Esto le da al PSOE más tiempo para negociar con otras facciones. Si ningún candidato logra los apoyos necesarios antes del 23 de septiembre se convocarán automáticamente elecciones legislativas para el 10 de noviembre.

Por ahora, Sánchez tiene el respaldo solo de los independentistas catalanes y vascos. En tanto, el Partido Popular (PP) y Ciudadanos reafirmaron que votarán en contra de la investidura de Sánchez. Pablo Casado, líder conservador, pidió que Sánchez se haga responsable de la situación que "él ha creado" al solicitar la investidura sin apoyos cerrados.

Calvo sostuvo que Sánchez seguirá trabajando con todos los líderes políticos "antes de que sean inevitable las elecciones" y ejemplificó lo que ocurre en Portugal y Dinamarca, donde los gobiernos socialdemócratas gobiernan en solitario con respaldo de legisladores externos.