En el marco de la 21° versión de la Semana de la Construcción, encuentro organizado por la Cámara Chilena de la Construcción, se realizará este miércoles 15 de mayo el “Primer Encuentro de Alcaldes por la Seguridad: Construyamos barrios seguros”, convocando a 100 alcaldes y alcaldesas de todo el país para participar en una instancia cuyo debate central estará en propuestas para mejorar la seguridad ciudadana.
El encuentro contará con la conferencia del exalcalde de Medellín, exgobernador de Antioquia y candidato presidencial en Colombia en 2018 y 2022, Sergio Fajardo, quien compartirá su experiencia liderando políticas para incentivar el desarrollo de su país, con foco en la seguridad ciudadana.
En conversación con La Tercera vía Google Meet desde Colombia, Fajardo se refiere a las claves de su exitosa gestión como alcalde de Medellín (2004-2008), en la que se le reconoce haberle cambiado la cara a la ciudad, especialmente en materia de seguridad. Y, de paso, adelanta algunos los consejos que entregará a los alcaldes chilenos.
¿Con qué radiografía llega a Chile respecto al tema de la seguridad en nuestro país?
He estado hablando con varias personas que conocen a Chile, algunos chilenos, porque me he querido informar y me ha dado mucha curiosidad lo que está pasando en Chile desde hace rato en términos políticos, todo esto que está pasando desde 2019. Chile está en la mente de muchas personas en América Latina, porque en su momento siempre Chile fue presentado como el modelo a seguir. Era la expresión del expresidente Piñera que decía que Chile era el oasis de América Latina. Eso como primera observación.
En segundo lugar, pues las cifras, por ejemplo, con respecto a homicidios en Chile, si son miradas en un contexto regional, Internacional, son cifras “muy, pero muy buenas”. Le voy a dar una cifra para que me entienda la dimensión de lo que significó para nosotros la vida en Medellín, y para que entienda la diferencia tan grande. En 1991, Medellín tuvo 375 homicidios por cada 100.000 habitantes. En Chile hoy tienen cerca de 6 homicidios por cada 100.000 habitantes. Si uno fuera a comparar eso, dice “no es nada”.
Entiendo perfectamente que haya preocupación en Chile con lo que está ocurriendo. Sin duda que hay una “discrepancia” entre las cifras, que son una cosa, y la percepción que tienen. Si las personas tienen esa percepción, hay que atenderla y entenderla. Y es un buen momento para llamar la atención, porque este tipo de fenómenos lo que sí tiene es la capacidad de crecer. Es importante hacer el llamado a la atención y preocuparse ahora, y es un buen momento para preocuparse y evitar que esto se propague, que se multiplique y que se salga de contexto. La palabra clave en todo esto es anticipar.
También estaba mirando cómo es la organización en Chile, con respecto a las alcaldías, las comunas. Todo esto, que, desde la perspectiva nuestra, es bien diferente. Colombia tiene, en los municipios, un gran poder político, público, son fundamentales en toda la estructura de la división del Estado, desde la presidencia hasta los territorios. Yo creo, por ejemplo, que Chile tendría que darle mucho más valor y poder a la esfera municipal, a donde están los alcaldes. El alcalde o la alcaldesa tiene que ser la persona que mejor conoce ese territorio. Tiene que conocer cada metro cuadrado. Tiene que entender el tejido social.
¿Cuáles eran los fenómenos más graves que enfrentó durante su gestión como alcalde de Medellín?
Medellín y Colombia han pasado por diferentes etapas. El problema del narcotráfico y la violencia asociada con el mundo del narcotráfico viene desde 1980. Desde el señor, que no quiero repetir su nombre (Pablo Escobar), que nos hizo famosos en todo el planeta, hasta el día de hoy, ese narcotráfico ha cambiado en múltiples dimensiones. Y Medellín fue la ciudad más violenta de la tierra en el año 1991. Hoy no es así. No figura entre las 100 ciudades más violentas del mundo.
Nosotros fuimos el primer movimiento cívico, ciudadano independiente que llegó al poder en la ciudad de Medellín. Y llegamos con otra forma de relacionarnos con el territorio. Primero, haber recorrido la ciudad yo no sé cuántas veces a pie, esquina por esquina. Conocíamos el tejido social, conocíamos lo que te decía anteriormente, cada metro cuadrado. Sabíamos identificar con el índice de desarrollo humano las necesidades de cada espacio del territorio. Sabíamos dónde estaban los factores de violencia, dónde se había dado la mayor violencia.
La gente se va encerrando, que es lo que está pasando en Chile. La gente tiene miedo a salir. Entonces cada quien se va encerrando más y más y se destruyen las relaciones sociales. Nosotros sabíamos que teníamos que reconstruirlas. Y por eso, cuando hacíamos las intervenciones urbanas, teníamos que construir los espacios para encontrarnos. El miedo se combate encontrándose, pudiéndose encontrar.
Construimos unos espacios nuevos que transmitían, y voy a usar la palabra, esperanza. Eran sitios asociados con parques, bibliotecas, centros de cultura. Pues por supuesto había algo deportivo. Hicimos el Parque de la Ciencia en Medellín. Hicimos un montón de sitios que servían para encontrar a los jóvenes. Y la arquitectura y el urbanismo social que nosotros hicimos, que era intervenir simultáneamente todos los territorios, nos permitían llegar a comunidades que estaban desoladas, asustadas, con miedo. Medellín pasó del miedo a la esperanza. Esa fue la definición. Y fue así.
Durante su gestión como alcalde de Medellín, la tasa de homicidios tuvo una reducción dramática, pasando de 57,3 casos cada 100.000 habitantes en 2004 a 28,7 en 2007. ¿Cómo se logra eso?
Articulando. Había una política del gobierno nacional. Ellos tuvieron una negociación con grupos paramilitares en Colombia. Una parte estaba en Medellín. Y nosotros inmediatamente nos preocupamos. Sabíamos dónde estaban, quiénes eran, por qué estaban. Empezamos a trabajar con cada uno. Hay que trabajar con todos los jóvenes vulnerables. Programas sociales asociados con cada espacio colectivo.
Pero la clave es (hacer) todo al tiempo. No es que hoy haga esto, dentro de dos años una cancha de fútbol, después se hace por acá un centro comunitario. Y luego un programa de microcrédito. No, es (hacer todo) al tiempo. Esa palabra para mí es clave. Al tiempo. Y es dificilísimo. Porque tiene que articular a mucha gente. Pero funciona.
¿Y cómo se articula a la comuna con el gobierno nacional, cuando los signos políticos son distintos?
Solamente se necesitan políticos que sean capaces de pensar más allá de un interés particular para una elección. Y pensar en el país. No hay otra fórmula. Todos los políticos nos queremos destacar. Yo entiendo eso. Pero si no se trabaja juntos, ¿qué va a hacer un alcalde solo? Se necesita grandeza, inteligencia y, pues sí, un espíritu distinto. Tiene que ser así. Ahora. Colombia lo aprendió. Pasamos por muchas muertes, mucho dolor, mucha destrucción. No hay que pasar por eso. Chile todavía tiene muchísimas posibilidades. Está en una etapa muy incipiente. Para mí, la seguridad no tiene connotación ideológica. Todos necesitamos la seguridad, la seguridad es un derecho básico de cada persona para poder ser libre. Una persona con miedo tiene la vida reducida y nosotros no queremos eso, en términos generales, en democracia.
Pablo Escobar cobró fama por infiltrar al narcotráfico en las estructuras de poder en Colombia. A la luz de esa experiencia, ¿cuáles diría que son las señales a las que hay que estar atentos en este ámbito?
Ese es el punto. Y yo creo que ya están lejos, por fortuna. Este mundo está asociado con la corrupción. (Los narcos) tienen una cantidad de recursos económicos que lo que tiene precio lo compran. Entonces se necesita tener una estructura. Por ejemplo, nosotros teníamos un concepto de cuerpos élites para luchar contra el narcotráfico y contra las guerrillas. Que eran los mejores en inteligencia, los mejores soldados, los mejores policías, los mejores jueces que se encargaban de los temas más difíciles. Y que era un grupo de gente casi que inabordable desde la perspectiva de la corrupción. Hay que tener muchas barreras y hay que tener muchos ojos. Por supuesto, el mundo ha cambiado.
En los niveles territoriales, la policía hay que cuidarla mucho con el tema de la corrupción, porque son los que están más en el territorio, están más expuestos dentro de todo su trabajo. Las cárceles son un sitio neurálgico en toda la lucha contra estos fenómenos. Hay que entender lo que ocurre en esas cárceles. En las cárceles hay mucha corrupción. También es fundamental la inteligencia para desarmar, entender esas organizaciones, saber a dónde va el dinero. Todo eso tiene que estar al tiempo.
He leído que es crítico del modelo de seguridad implementado por Nayib Bukele en El Salvador. ¿Cuáles son sus principales cuestionamientos?
Son varias, pero voy a señalar un par. El primero, yo creo que los derechos humanos hay que respetarlos. Yo sé que es costoso, yo sé que muchas veces es difícil, pues nosotros hemos visto el dolor de la destrucción y muchas cosas de esas, entiendo perfectamente. Pero una sociedad tiene que respetar los derechos humanos. Allá resolvieron “el problema”, pues metieron a todos los jóvenes a la cárcel y entonces no va a haber quien haga nada, resuelto. Pero, ¿cuántos se fueron ahí que son inocentes? Hay un montón. Eso no tiene sentido.
Pero, además, el problema de El Salvador es muy diferente. En El Salvador no hay narcotráfico, entonces no es un problema de narcotraficantes, es de un tamaño muy pequeño, es un espacio geográfico muy reducido, no es de narcotráfico y tiene que ver con las maras que llegaron de Estados Unidos y su condición social es distinta, es distinto el problema. Y por eso uno tiene que pensar en cada lugar, entender el contexto de un municipio en Chile, dentro de la misma Área Metropolitana. Puede haber contextos diferentes y por eso están los alcaldes, que son los que saben.