1. Perfil de outsider
Tal como ocurrió con Ollanta Humala en su momento, Pedro Castillo -un profesor rural de Cajamarca de 51 años-, se presentó como el candidato antisistema, con un mensaje radical de cambio a todo nivel. Esto permeó fuerte entre las clases más empobrecidas y postergadas del país. Con un lápiz como símbolo de su campaña, Castillo era un “desconocido” hasta poco antes de la primera vuelta del 11 de abril, que ganó con casi un 19% (2,7 millones de votos), para sorpresa de muchos. Este maestro representante de la izquierda radical peruana llevará por primera vez a su sector a la Presidencia, con la promesa de una transformación total, Asamblea Constituyente incluida. En la segunda vuelta del domingo, Pedro Castillo, un ultra conservador en temas valóricos como el matrimonio igualitario y el aborto, consiguió más de 8,8 millones de votos, equivalentes al 50,12%.
2. Estrategia fallida de Keiko
Durante la contienda electoral, Keiko Fujimori transmitió el mensaje de que su rival era una “amenaza comunista” para el país y que solo ella daba las garantías suficientes para mantener el modelo económico actual. Como parte importante de la población peruana ha sido postergada por décadas, lo que se acentuó durante la pandemia de coronavirus, este mensaje basado en la figura del “miedo” no fue suficiente para derrotar a Castillo, cuyo mensaje “no más pobres en un país rico”, caló hondo. Para Keiko se trata de una derrota muy dura, la tercera consecutiva tras haber perdido frente a Ollanta Humala en 2011 y Pedro Pablo Kuczynski en 2016, por apenas 41 mil votos. Aunque Keiko logró movilizar al electorado urbano de la tercera edad, que le teme a Castillo, esto no fue suficiente.
3. Perú partido en dos
Castillo se impuso en medio de una alta polarización y fragmentación del electorado peruano. Tal como en la primera vuelta, arrasó en el sur peruano, pero ahora también logró captar masas de votantes descontentos y antisistema desde su natal Cajamarca, en el norte de los Andes peruanos, hasta Tacna en el extremo sur. En esta elección quedó en evidencia el creciente poder del “Perú profundo”, con una división cada vez más acentuada entre las grandes urbes como Lima, y las zonas rurales. Mientras en la ciudad de Lima, que corresponde a un tercio del electorado, el 64,5% votó a favor de Keiko, en provincias hay diferencias de 80 a 20 a favor de Castillo, como en Puno, Cuzco, Apurímac y Huancavelica. La otra clave es que en la provincia de Lima, la diferencia entre ambos fue más estrecha de lo esperado.
4. Antifujumorismo
En prácticamente todas las elecciones en Perú desde el año 2000 en adelante, ha surgido un movimiento masivo sin líderes visibles que se opone a todo lo que huela a fujimorismo. Ocurrió en 2011, cuando Humala derrotó a Keiko, y también en las últimas presidenciales de 2016. La mayoría de los peruanos parece no perdonarle a Keiko la pesada herencia de Alberto Fujimori, quien cumple 25 años de cárcel por violaciones a los DD.HH. durante su gobierno (1990-2000). No obstante, el propio perfil de la excongresista también influye. En Perú hay coincidencia en que Keiko nunca aceptó su derrota frente a PPK y que por lo mismo destruyó buena parte de las instituciones peruanas gracias a su mayoría en el Congreso, salida de PPK incluida. Al mismo tiempo, muchos pusieron sobre la mesa las acusaciones de corrupción en su contra y su reciente paso por la cárcel por un caso de lavado de dinero, crimen organizado, obstrucción a la justicia y falso testimonio.
5. Voto oculto
El boca de urna dado a conocer por Ipsos apenas cerraron las mesas, alrededor de las 19:00 del 6 de junio, otorgó a Keiko una ventaja de 0,6% frente a Castillo. Sin embargo, el conteo rápido de Ipsos, revelado varias horas más tarde, mostró al profesor izquierdista con la primera opción, con un 50,2% frente a un 49,8% de su rival. En Perú el conteo rápido se realiza en base a actas oficiales de todo el país e incluye el voto en el extranjero. Por eso es mucho más representativo y cercano al resultado final. En las primeras horas, los resultados oficiales de la ONPE dieron una ventaja de más de cuatro puntos a Keiko, pero en ese minuto solo estaban consideradas las grandes áreas urbanas donde cuenta con mayor respaldo. Ocurre que un porcentaje no menor de los encuestados suele mentir en el boca de urna y por ello en ese momento Keiko parecía tener la elección “amarrada”.
6. Congreso sin mayoría
En las elecciones presidenciales y legislativas del 11 de abril se renovó el Congreso (130 integrantes) para el período 2021-2026. Perú Libre, el partido de Castillo, logró la primera minoría, con 37 escaños, seguido de Fuerza Popular (fujimorismo) con 24 asientos, Acción Popular (17), Alianza para el Progreso (15), Renovación Popular (13), Avanza País (7), Juntos por el Perú (5), Podemos Perú (5), Somos Perú (5) y el Partido Morado (3). Como ninguna bancada tiene mayoría, serán necesarios los acuerdos, lo que no será fácil dado lo fragmentado del futuro Legislativo, con 10 bancadas que podrían aumentar con la potencial fuga de algunos congresistas hacia otros bloques. El otro problema es que más del 90% de los futuros representantes no tiene experiencia legislativa y el 50% recién se inscribió en un partido.
7. Los Vargas Llosa
Durante la campaña, tanto Mario Vargas Llosa como su hijo Álvaro decidieron darle un contundente apoyo a Keiko, como una manera también de cerrar todas las heridas del pasado tras la derrota electoral que sufrió el Nobel de Literatura a manos de Alberto Fujimori en las elecciones de 1990 y el posterior enfrentamiento entre ambas figuras. Los Vargas Llosa señalaron que Castillo representa una amenaza para la democracia y que no quedaba otra que respaldar a Keiko. Incluso, Mario Vargas Llosa hizo una videollamada con la candidata de Fuerza Popular, mientras que su hijo Álvaro se reunió con ella y exhibió su apoyo público a su candidatura. Pero la apuesta falló y hay quienes piensan que el rol de los Vargas Llosa, vistos como representantes del establishment, fue como una suerte de “abrazo del oso” para Keiko Fujimori. En otras ocasiones, los Vargas Llosa respaldaron a Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski, todos expresidentes que han debido enfrentar a la justicia por acusaciones de corrupción.