Una cuadrilla de jardineros termina de arreglar un conjunto floral junto a la calzada que conduce a los accesos hacia el hotel Capella, donde se lee "Sentosa", el nombre de la isla donde tendrá lugar la cumbre. Hay varios periodistas grabando imágenes junto al discreto cartel, que señala la entrada al recinto del lujoso hotel. Es todo lo que nos dejan acercarnos al que será el escenario del evento, que pondrá los focos del mundo sobre Singapur. Desde la semana pasada, dos trabajadores del resort impiden el paso a las vías de entrada al hotel a quien no tenga autorización. Todas las habitaciones están bloqueadas hasta el día 15 de junio.
Ubicado en lo alto de la isla, a modo de atalaya, el Capella es uno de los hoteles más exclusivos de esta isla dedicada al ocio, con varios parques de atracciones, restaurantes y resorts de lujo, más acostumbrada a acoger turistas y familias que cumbres de Estado. Pero la razón por la que ha sido elegida para el encuentro es su localización, considerada estratégica para los organizadores desde el punto de vista de la seguridad. "Su situación geográfica es idónea, porque solo hay una vía de acceso físico a la isla desde Singapur, lo que facilita los controles en la entrada", explica Nick Crouch, experto en seguridad de Oath. Al haber sido designada como "área especial" con motivo del evento, desde ayer se empezaron a realizar inspecciones de bolsos a todo aquel que quiera entrar. También se ha incrementado la presencia policial.
La camarera de un bar con nombre de destino paradisíaco que se encuentra frente a una de las playas artificiales de la isla comenta que no cree que estas medidas puedan perjudicar a los negocios de la zona, "incluso puede que venga más gente por curiosidad, para tratar de ver a Trump o a Kim Jong Un, y la cumbre dará publicidad a Sentosa", comenta. Otra compañera la interrumpe muy seria "no te confundas, los controles de seguridad no atraen clientes".
El despliegue de agentes de seguridad es aún más notable en la otra "área especial" que abarca los hoteles Shangri-la y St. Regis, donde se alojan Donald Trump y Kim Jong Un, respectivamente.
Es una zona con mucho movimiento de coches y transeúntes, a los que hoy se suman patrullas y tanques de policía. La vigilancia se ha intensificado, especialmente en el hotel St. Regis, donde han instalado escáneres y detectores de metales en las puertas de acceso. También han colocado barreras de seguridad a lo largo de la calzada frente a la entrada. Una vecina de la zona no oculta su preocupación por cómo pueda afectar la presencia de los líderes a la circulación en su barrio. "Me han dicho que Kim Jong Un va a dormir en el hotel que está enfrente de mi casa. Eso imagino que significa cortes de calles, policía y muchos controles. Espero no tener problemas para llegar a la oficina mañana".
Frente a la puerta de ese hotel se agolpa más de un centenar de cámaras, fotógrafos y periodistas de medios de comunicación, buena parte de ellos surcoreanos. Esta cumbre se seguirá con especial atención en su país. "Tenemos la esperanza de que este encuentro sea el punto de partida para construir la paz con Corea del Norte, pero Corea del Sur debería participar en esas conversaciones", dice Hyung Jun Woo, enviado especial de la cadena CNBC.
Hay más de 3.000 periodistas acreditados para cubrir el encuentro, que fue confirmado hace apenas 10 días, después de que el Presidente Trump lo cancelara. La expectación es máxima y Singapur ha estado trabajando contra el reloj y sin escatimar gastos para que nada pueda entorpecer el histórico evento. Ayer, el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, reveló que la mitad de los US$ 15 millones que va a costar la cumbre se han destinado a seguridad.
Nada quieren dejar al azar cuando se trata de organizar un encuentro entre dos líderes con personalidades como la de Trump y Kim Jong Un. Hay demasiado en juego.